EL-SUR

Martes 05 de Diciembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Lógica de conjuntos

Federico Vite

Marzo 22, 2016

Una de las novelas que más he visto comentadas es la de Verónica Gerber, Conjunto vacío (Almadía, 2015, 213 páginas), he notado con azoro que mucha gente opina de ese libro y la mayoría le otorga una extravagancia propia de los artistas visuales, no el hallazgo ni la hondura de alguien que usa eventualmente la camiseta de escritor. Juzgan a partir de los “novedosos” elementos que utiliza Gerber para enfatizar la emoción de la protagonista en el relato.
A la autora no le basta con los acrósticos, la escritura espejo, los diagramas de Venn y los dibujos, algunos son homenajes a artistas visuales; otros, hechos por Gerber para darle potencia a la trama. A grandes rasgos, el libro registra la llegada de Verónica, quien acaba de sufrir una ruptura amorosa, al departamento familiar. Choca con su pasado; tal vez por melancolía inicia un proyecto ocupacional: trazar con pintura negra y blanca las vetas de la madera de dos hojas de triplay. Este es el motor que alienta las reflexiones de la protagonista, pensamientos que cortan e inciden en las acciones inconclusas de una artista visual que vuelva al nicho de los abandonos: su casa.
La intensidad de la trama aumenta cuando Verónica obtiene un trabajo para ordenar el archivo de Marissa Chubut, una escritora argentina exiliada en México que solía recortar a las personas de las fotografías e insertarlas en paisajes desnudos.
El libro se se fundamente en reflexiones que agrandan la comprensión de lo vacío. La autora impacta al lector desde diversos ángulos y con varios recursos: disertando sobre partículas fantasma, observando paisajes de un muro visto a través del telescopio, ejercitando la lógica de los conjuntos, pegando fotografías en espacios vacíos, dibujando su perspectiva del mundo a partir de conjuntos vacíos. Hay un grado mayúsculo de sutileza en el libro, una historia con algunos problemas de verosimilitud, pero aciertos mayores en la fragmentación de la prosa.
La intensidad que busca cualquier lector en un libro, no importa las herramientas que tenga para comprender el texto, es justamente la emotiva. Aunque le planteen algoritmos o teorías de conjuntos (ilustrados), si está bien narrado, el lector experimentara la emoción de la historia.
Conjunto vacío refiere con gran fuerza el exilio político. Ofrece una perspectiva menos sentimental de este tema, pero no es el asunto toral del libro, sino una de las tantas aristas del relato. El libro camina, tiene toda la intención de comunicar una experiencia estética, justamente el proceso de vaciado vital.
La autora escogió la primera persona para dotar de intimidad un texto, que lejos de ser una obra de arte, es un libro que despliega afortunadamente sus recursos. La autora respeta sus reglas.
El libro posee una sutileza que conmueve, cierto, una estructura peculiar en la narrativa mexicana, pero no innovadora, como refieren algunos reseñistas menores; mucho menos se trata de un libro “silenciado que intenta hablar, una energía que vibra entre lo visible y lo invisible”, como afirman lectores que presurosamente alaban a la autora de moda, de novedad, de impacto en la pobrecita industria editorial mexicana. Porque ya lo decía Guillermo Fadanelli, en México se escribe muy mal y con miedo. A pesar de todo, se encumbra lo mediano.
¿Se puede exigir más de la autora de Conjunto vacío? Claro, me encantaría que la voz de la narradora no fuera tan infatiloide, no buscara empatía con el lector a raíz de una ruptura amorosa, premisa esencial para que detone el libro, pues la novela posee diversas aristas en las que la noción sentimentaloide debiera ser soslayada. También desearía que la autora cerrara el círculo sugerido por su narrativa, que tratara de verse menos artista y lograra, simple y sencillamente, poner el broche al texto, porque si asumimos la voz de la narradora como una sentencia (“ Y si no empieza y no termina, ¿entonces qué?”), estamos ante un capricho discursivo, ante la sutileza diagramada de un final abierto y desafortunado, un recurso que apantalla, pero no convence.
También descubro a Conjunto vacío como una colección de énfasis de lo literal (dibujos, acrósticos, escritura especular, diagramas de Venn) que viajan hacia lo narrativo. El recurso de la narradora es mostrar el yacimiento de literaturización y tejer desde ese pináculo una estrategia narrativa que funciona. Así de simple, sin escándalo ni caravana: funciona. No es lo mejor que hay, sin duda, pero es uno de los libros que impacta a ese extraño organismo llamado lector mexicano.
Me confrontan los comentarios de personas que están muy activas en el mercado editorial mexicano; por ejemplo, Jorge F. Hernández, quien fue tutor de Conjunto vacío en el Fonca: “Desde la primera línea de este libro, Verónica Gerber proyectaba escribir una novela que terminara quedándose sin palabras. Sólo ella podría cuajar esto: porque es artista visual y todo lo que lee lo ve como círculos concéntricos hilados en colores, y porque es ensayista de todos los pintores que escriben sobre tela y escritores que pintan tramas sobre la realidad del mundo… y sólo ella pudo llevar al debido silencio esta novela tan perfecta que a mí… me deja sin palabras”. También la aseveración de Francisco Goldman es excesiva: “Gerber escribe con una luminosa intimidad; su novela es ingeniosa, brillante, conmovedora, profundamente original. Leerla me hizo sentir que se había recompuesto el mundo”. Respetables ambos, pero invitan a una pregunta, ¿desde qué teoría de conjuntos ven a este libro? Finalmente, Christopher Domínguez Michael, quien señala, para mi triple azoro: “ Los croquis en Conjunto vacío son tan literarios como los de Stendhal, quien en su enorme literatura íntima ilustraba así sus libros, sin otra pretensión que divertirse, soltar la mano, poner en claro párrafos y pensamientos”. Las plumas señeras son condescendientes con algunos autores; relajan el canon a unos autores y a otros les dan brutales palizas. Bajan el listón para los conocidos. Nada grave, nada nuevo. Que tengan un buen martes.