EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Lorenzo Ayora Guzmán. Un rebelde con carácter de hierro y alma grande

Rogelio Ortega Martínez

Septiembre 15, 2017

A Jenny, Omar Inti, Yoli y Nicolás.

Conocí a Lorenzo Ayora Guzmán en el verano de 1970. Recién ingresábamos a la Preparatoria 2 de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) en Acapulco. Desde entonces nos hermanamos; nos unió la oratoria, la poesía, la guitarra, los boleros y las serenatas. En la prepa nos hicimos marxistas, ateos, iconoclastas, rebeldes y radicales de izquierda. Caminamos juntos conspirando desde la clandestinidad convencidos de la necesidad y la posibilidad de “tomar el cielo por asalto”.
Ayora nació el 5 de septiembre de 1947 en Pinotepa de Don Luis, Oaxaca. Su señora madre, doña Aurea Guzmán, falleció cuando él tenía cinco años. Su padre, don Rogelio Ayora Leyva, se volvió a casar y el pequeño Lorenzo pasó a ser cuidado por familiares cercanos. Desde niño trabajó para ganarse la vida, aprendió el tu´un sávi (mixteco), lo que le permitió ganar su sustento como traductor entre los na savis (mixtecos) y los comerciantes voraces de su pueblo. Creo que gracias a esa experiencia adquirió conciencia de lo justo y lo injusto.
Al cumplir los 10 años de edad abandonó su tierra natal, viajó a Acapulco, donde trabajaba una de sus hermanas mayores, y pronto encontró empleo con don Rosendo Estévez Galeana, comerciante ganadero y eventualmente hacía mandados al señor Manuel Galeana Franco, progenitor de nuestro gran amigo Cheque Galeana. Alentado por los Galeana culminó su instrucción primaria y a los dieciocho años de edad se matriculó en la Escuela secundaria nocturna “Plan de Ayutla”, dirigida por el profesor Heladio Hernández.
En la Prepa 2, Ayora era en mucho nuestro ejemplo de disciplina, tenacidad y fervor por el estudio. Eran años de convulsión social. La influencia ideológica marxista de los profesores Fernando Pineda Menes y Saúl López López, cambió nuestra mentalidad; la disciplina de nuestros maestros Fernando Castañón Astudillo, Jaime Farill Novelo y Lucas Salgado Bahena nos marcó para bien; las lecturas de Ricardo Flores Magón y el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, la Revolución Cubana, la proliferación de la lucha guerrillera en América Latina y el Che en Bolivia, transformaron nuestro pensar. Los profesores Lucio Cabañas y Genaro Vázquez protagonizaban la guerrilla rural en Guerrero y nos convocaban a combatir las injusticias con una nueva revolución; el libro de Elenita Poniatowska La Noche de Tlatelolco inspiró y motivó nuestra praxis; el impacto de las matanzas de estudiantes el 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco, y la del 10 de junio de 1971, en San Cosme, nos transformó para siempre.
Ayora nos guiaba en la política, iba adelante de nosotros. Nos persuadió para visitar en la prisión de Acapulco a Octaviano Santiago Dionicio, discípulo y compañero de armas del profesor Lucio Cabañas. Nos convenció para apoyar al Dr. Rosalío Wences Reza, en febrero de 1972, en su primera postulación para ser rector de la UAGro, asumiendo con pasión el proyecto Universidad-Pueblo.
En junio de 1972 se trasladó a la Ciudad de México para estudiar la Licenciatura en Sociología, y cuando le preguntaban porqué había decidido por esa rara carrera contestaba: “Porque quiero ser sociólogo como el Dr. Wences”. Con esa idea, yo también ingresé a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Tuvimos la suerte de tener como profesores a Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra, Theotonio dos Santos, Gerad Pierre-Charles, René Zavaleta Mercado, entre otros destacados intelectuales latinoamericana expulsados de sus países por las dictaduras militares. Un día entramos al auditorio Narciso Bassols, donde se realizaba el Primer Congreso Internacional de Sociología y al culminar su alocución el Dr. Agustín Cueva, exclamó: “El deber de todo sociólogo es hacer la revolución”. Ayora lo ovacionó. Luego, me dijo: “Eso es lo que tenemos que hacer, Roge”. En la Facultad nos identificamos con los integrantes de la Brigada Ricardo Flores Magón que dirigían Juan Angulo Osorio, Oscar Estrada, Axel Didriksson Takanayagui, Arturo Santamaría y Eduardo Espinoza, con quienes más tarde refundamos la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).
Cuando se acabaron sus ahorros experimentó una situación de pobreza extrema, pero no abandonó sus estudios. Vivía de lo poco que podían darle para subsistir Cheque Galeana, Carlos Járquez, Doña Queta y sus hijos Gabriel y Ramiro. Convencido por Cheque Galeana fueron a visitar al licenciado Hugo Arce Norato, político calentano radicado en la CDMX, benefactor de los guerrerenses, para pedirle empleo. Ayora fue beneficiado con una plaza de Prefecto en una secundaria federal en la Ciudad de México. A los seis meses ya había organizado a los estudiantes para luchar en contra de las injusticias de la directora del plantel, estallaron la huelga, fueron atendidos y solucionadas sus demandas, pero el Prefecto Ayora fue despedido. “Pídele disculpas a la directora y deslíndate de los estudiantes huelguistas, para que preserves tu empleo”, le sugerían sus mecenas, y Ayora argumentaba su negativa con el ejemplo de Ricardo Flores Magón; con los versos del poeta Antonio Plaza: “Nunca ante el poder ni al oro me arrodillo,// y aunque me agobie padecer tirano// me muero de hambre, pero no me humillo…// seré cadáver, pero no gusano”.
Críticos a la Unión Soviética, nos asumíamos ambos como marxistas-leninistas ortodoxos, luego Ayora se reivindicaba estalinista, yo me identificaba con el maoísmo pero también con el trotskismo. Una diferencia sensible la tuvimos cuando yo expuse en nuestro núcleo revolucionario que se deberían replegar las acciones militares, que se debería reconocer que la guerrilla había sido derrotada y que debíamos regresar al trabajo político en las universidades, en el campo y en las ciudades para construir organizaciones sociales autónomas, sindicatos independientes y un partido auténticamente revolucionario. Ayora sostuvo la posición radical y nos distanciamos.
Luego de amargas experiencias, Ayora comprendió que eran tiempos nuevos, me dio la razón y regresó a Guerrero, ahora como profesor en la Preparatoria 8 de la UAGro en Ciudad Altamirano. Ahí confluyó nuevamente, ahora como profesores universitarios, con Juan Angulo Osorio, nuestro director de El Sur. Juan llegó a la UAGro como dirigente del Grupo de Izquierda Revo-lucionaria Espartaco (GIRE), invitado por el Dr. Wences –quien fue su maestro en Políticas– para reforzar su segundo rectorado.
En Altamirano conoció a Jenny Arce Martínez, su compañera de toda la vida con quien se unió en matrimonio y procrearon a su hijo Omar Inti y a su hija Yoliztla Yuvialba (Yoli). Disfrutó con especial sentimiento amoroso el nacimiento de su nieto Nicolás.
En Taxco organizamos un círculo de estudio de marxismo-leninismo y editamos una modesta revista de divulgación ideológica y denuncia política denominada La Aurora. Ayora era el más entusiasta redactor e implacable corrector de estilo y ortografía. Participamos en varias publicaciones: El Socialista, La Chispa, El Tábano, La Joven Guardia, Voz Proletaria, Patria Nueva y fue colaborador de El Sur.
Con Guillermo Sánchez, Saúl López Sollano, Armando Chavarría, José Carmen Tapia, Jorge Alberto Jaramillo, Mario Octaviano Martínez Rescalvo y Bartolo Hernández emprendimos la refundación de la Unión Estudiantil Guerrerense (UEG), y la reorganización de la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense (FEUG). Luego, con Arturo Miranda (ACG y ACNR), Eloy Cisneros Guillén (FREDEP), Palemón Castrejón, Gregorio Saravia, Juan Carlos Soto, Ofelio Martínez (CLESA), refundamos la Asociación Cívica Guerrerense y la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), con el GIRE, el MIL encabezado por Humberto Zazueta, la URI de Mario Saucedo y el Grupo Revolución. En estas experiencias de lucha y organización de izquierda militó con especial entusiasmo Lorenzo Ayora.
Después de la crisis del 84 que cercenó el proyecto Universidad-Pueblo, Ayora sufrió una especie de abatimiento y se fue a probar suerte a Chicago, donde permaneció varios años. Regresó a México en 1988 motivado con la convocatoria que nos hizo el Dr. Wences para apoyar la candidatura a la presidencia de México del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Nuevamente volvimos a confluir en la UAGro y en la fundación del PRD. Regresó a la UNAM a presentar su tesis de licenciatura con el tema del Neocardenismo como opción y alternativa de poder en México. En el 2002 se incorporó como estudiante a la Maestría en Ciencia Política que ofertamos desde el Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados, Ignacio Manuel Altamirano, (IIEPA-IMA-UAGro); fui su director de tesis y se graduó con una brillante investigación y estudio estasiológico sobre los partidos políticos de origen carismático y débil institucionalización. Se incorporó como docente en la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública del IIEPA, y desde entonces fue nuestro delegado sindical. Luego, se matriculó y se graduó en la primera generación del Doctorado en Ciencia Política del IIEPA. Lorenzo Ayora es un ejemplo vivo de esfuerzo, disciplina, carácter y convicción para vencer las adversidades más extremas.
Su fallecimiento me sorprendió en tierras lejanas y no pude estar en el último adiós de mi gran amigo y compañero de mil batallas para cargar su féretro rumbo al reposo eterno de su cuerpo. Desde donde estaba, encendí una luz y me mantuve toda la noche en vela recordando su trayectoria de vida y quise rendirle culto a mi amigo con un acróstico, para que fuera leído a la hora de despedirlo físicamente en el panteón central de Chilpancingo la tarde del 25 de agosto del año en curso. Aquí, gracias a El Sur, reproduzco este tributo: Luchador incansable y justiciero;// Orador fogoso, polemista férreo;// Rebelde y con razón, siempre sincero.// En buenas y en las malas fue primero.// Navegó con sus remos río arriba// Zozobrando muchas veces a deriva,// Ofrendando su vida con porfía./// Alentaba en sus clases alegría// Y desplegaba su ciencia con maestría.// Ojalá que su ejemplo nunca muera.// Recordemos al amigo, compañero:// Ayora el sureño y gran guerrero.