EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los 43 en la encrucijada política

Tlachinollan

Agosto 27, 2018

Para Tita Radilla aguerrida defensora
que nunca ha claudicado en esta lucha de 44 años, para exigir al Estado mexicano la presentación de su padre Rosendo Radilla
desaparecido el 25 de agosto de 1974, en Atoyac de Álvarez, Guerrero. Tita es un ejemplo que inspira y que ilumina esta ardua marcha de las familias que buscan a sus seres queridos.

La lucha sórdida y siempre cuesta arriba que han protagonizado las madres y padres de familia de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal de Ayotzinapa no ha cedido un ápice en su exigencia al gobierno federal, para que investigue el paradero de sus hijos. A pesar de haberse topado con un aparato gubernamental amurallado por la corrupción y la impunidad, la persistencia de las mamás y papás logró desbaratar el plan siniestro del poder presidencial; de vender la verdad histórica en el plano internacional, como la versión definitiva de los hechos acaecidos en la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014. Las autoridades federales han cerrado filas para concluir una investigación que carece de rigor científico, y que más bien busca exonerar a los responsables de estas desapariciones, haciendo caso omiso de las líneas de investigación planteadas por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
Han sido 47 meses de indescriptible dolor e indignación por esta postura simuladora y traicionera de los funcionarios federales. En dos ocasiones las madres y padres de familia se reunieron con el presidente Enrique Peña Nieto. En el primer encuentro firmó un acuerdo con varios compromisos donde se plasmaron los temas más urgentes relacionados con la investigación y la búsqueda de los estudiantes, así como la atención de sus compañeros heridos. La segunda reunión sólo se quedó en promesas de que se impulsaría la investigación y se atendería lo que recomendara el GIEI.
Cuando las autoridades federales vislumbraron que la capacidad técnica de los expertos internacionales empezaba a desenredar la urdimbre delincuencial y a descubrir cómo se fabricaron las pruebas, y cómo se obtuvieron los testimonios de los detenidos, optaron por cerrar el capítulo de la supervisión internacional emprendida por el GIEI. Buscaron desactivar la fuerza que adquirió con sus dos informes que evidenciaban que la “verdad histórica” había sido armada con declaraciones hechas bajo tortura. Desde la salida del GIEI, la PGR se ha obstinado en ocultar pruebas relevantes sobre la investigación de los 43 e ignoran sus recomendaciones.
Para bajar la presión social que seguían ejerciendo los padres y madres de familia ante la Comisión Interamericana, el gobierno federal presentó un cronograma para supuestamente atender algunas de las recomendaciones del GIEI. Las fechas propuestas para entregar avances en las diferentes líneas de investigación fueron una simple artimaña que le permitió sobrellevar el expediente, presentando a cuenta gotas información que nunca ha llegado al fondo de los hechos.
Durante este tiempo se obtuvieron nuevas revelaciones que confirmaban las líneas de investigación planteadas por el GIEI; como las conexiones entre el crimen organizado que opera en Iguala con las instancias estatales y federales. También se ha confirmado la red delincuencial que tiene alcance internacional por parte de estos grupos delictivos. Se ha descubierto el esquema de macrocriminalidad, que las mismas autoridades federales y estatales se han empeñado en ocultar y desvirtuar. En la trágica noche de Iguala, se sabe que participaron policías municipales no sólo de Iguala y Cocula, sino también de Huitzuco, Apaxtla y Tepecuacuilco; también elementos de la policía estatal; comandantes de la Policía Ministerial del estado; dos elementos de la Policía Federal y miembros del Ejército mexicano.
La madeja de la criminalidad que se ha ido desenredando por la tenacidad de las madres y padres de familia que han encontrado el respaldo internacional y el apoyo científico de organizaciones de gran prestigio, ha podido abrir un resquicio en el búnker del poder político para desenmarañar esta perversidad que empieza a derruirse. A pesar de la lucha desigual que han dado los padres y madres de los 43, la “verdad histórica”, en lugar de consolidarse se derrumba. Por eso, el aparato gubernamental cerró filas, ante la sentencia emitida en junio pasado por el Primer Tribunal Colegiado del Décimo Noveno Circuito Judicial, en la que protege a nueve acusados

por graves irregularidades durante su detención y ordena crear una Comisión de Investigación para la Justicia y la Verdad del caso Ayotzinapa. Esta resolución judicial encendió los focos rojos en el gobierno federal, y por eso mismo, puso a trabajar a sus funcionarios para presentar más de cien recursos legales contra la sentencia. La embestida gubernamental no es más que la expresión del quiebre de la línea de que los normalistas fueron incinerados en el basurero de Cocula. En términos jurídicos esta ofensiva es el preludio del inicio de la caída judicial del caso. Es el desfondamiento de una Procuraduría que por actuar por consigna política resquebrajó sus argumentos jurídicos.
El pacto de impunidad empieza a trastocarse ante la entereza y gran determinación de las 43 familias que nunca se doblegaron, ni se sometieron a la lógica de un poder impune. Por el contrario, navegaron contra viento y marea. Supieron dar la pelea en todas las esquinas del cuadrilátero político y llevaron siempre al frente no sólo los rostros de sus hijos, sino su palabra punzante, certera y verdadera.
En sus intervenciones públicas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contrastaba la fuerza de sus palabras con el trastabilleo y lectura atropellada de los funcionarios federales, que cumplían con el triste papel de defender la mentira. La autoridad moral de las madres y padres de los 43 contrastó con la pérdida de credibilidad de la palabra presidencial. Las figuras emblemáticas de los 43 resplandecen en este nuevo escenario político, que palideció la imagen del Ejecutivo federal. En medio de tantos golpes arteros del gobierno, traiciones, burlas y simulaciones, la bandera de los 43 ondea en todo México y en otras latitudes. Sigue viva su memoria, y la lucha por la verdad y la justicia es una demanda de primer orden para el nuevo gobierno.
Ante la transición política que se avecina, las madres y padres han vislumbrado una gran oportunidad para dar con el paradero de sus hijos. Saben que es el momento preciso para colocar en la agenda pública el grave problema de las desapariciones, no sólo de sus 43 hijos, sino de las miles de personas que comparten esta tragedia.
El compromiso que ha asumido el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, de atender con prontitud el caso de los 43 empieza a materializarse. A diferencia del gobierno que se va, los responsables de operar la transición han creado un clima favorable, donde la atención y escucha a las familias es de primer orden. Con las madres y padres de los 43, así como con sus representantes se impulsa la elaboración de un plan que busca sentar las bases para rencauzar el rumbo de la investigación. Con el futuro subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, se trabaja en una ruta que traza las diferentes líneas marcadas por el GIEI y delinea los ejes de la resolución del Tribunal Colegiado de Circuito, que ha ordenado la creación de la Comisión de Investigación. Es un tiempo propicio para colocar en el centro a las víctimas de graves violaciones de derechos humanos y asumir su causa para desmantelar la estructura delincuencial que obstruye las investigaciones para dar con el paradero de los estudiantes desaparecidos. El gran desafío es romper con el pacto de impunidad que se sostiene con el respaldo de las altas esferas del poder político, que protegen intereses de la macrodelincuencia. Se debe demostrar voluntad y compromiso con las víctimas atendiendo sus planteamientos y dando cumplimiento a las recomendaciones internacionales. Una de las primeras tareas es poner en marcha una nueva estrategia en el caso Ayotzinapa, para llegar a la verdad y lograr la justicia tan ausente en nuestro país.
Con el ánimo de acabar con esta pesadilla, el grito de indignación de las madres y padres se hizo presente de nueva cuenta este domingo 26 en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, la avenida emblemática de los 43. Es en esta ciudad donde las mamás y papás han encontrado la solidaridad y el cobijo de las organizaciones sindicales, de los colectivos, de organizaciones sociales y civiles que religiosamente abrazan su lucha y mantienen viva la memoria de los 43.
Para doña Metodia Carrillo Lino, madre de Luis Ángel, originarios de Cuautepec de la Costa Chica de Guerrero “…cada minuto que pasa es como si la manecilla del reloj se moviera dentro de mi corazón. La ausencia de mi hijo es como experimentar diariamente la muerte. Es como si el oxígeno faltara en mi cuerpo, porque en cada suspiro se va mi vida. Marcho para agarrar aire y fuerza, para que no se vaya mi espíritu. Para juntar nuestras voces y gritar al viento que regresen nuestros hijos. Cada día es más difícil la batalla, porque como madres tenemos que velar por la salud de nuestros otros hijos. Tenemos que partirnos el alma para estar en nuestras casas con ellos, y al mismo tiempo, estar en la calle llevando en nuestro pecho a nuestros hijos queridos. No sé cómo he podido mantenerme de pie y en vela en estos 47 meses de su ausencia. El amor que le profeso a Luis Ángel es tan grande, que se ha transformado en mi energía y en la única razón para seguir viva. La fe de que volveré a acariciar su rostro es tan fuerte que me levanta en mis noches de aflicción. Lo siento tan cerca que prefiero mi soledad para platicar con él. Si hubiera sabido que llegaría a cumplir cuatro años sin saber nada de mi hijo, en los primeros días de su desaparición me hubiera muerto. Pero Dios es muy grande y me ha dado la fuerza y el consuelo para seguir recorriendo el país en busca de mi hijo. A pesar de mi enfermedad y de que mi otro hijo se encuentra grave en La Paz, Baja California, Dios me ilumina para que no pierda la razón. Para que no me deje vencer por la tristeza y encuentre siempre la mano de las personas que también me aman y lloran conmigo”.