EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los bloqueos muestran distancia entre gobiernos y sociedad

Jesús Mendoza Zaragoza

Mayo 16, 2022

Mucha molestia y desconcierto dejaron en la ciudad los bloqueos en serie que, prácticamente, paralizaron la circulación de vehículos en las principales avenidas el viernes. Lo que se dejó ver es una sociedad inerme y fragmentada, a la vez que gobiernos inmovilizados, salvo grupos de militares que se hacían presentes en los nudos del tráfico. Acapulco tuvo una jornada agobiante para muchos de sus ciudadanos que estaban urgidos de llegar a su trabajo o a su casa. Los bloqueos tenían una sola demanda: la salida de las fuerzas federales, del Ejército, de la Marina y de la Guardia Nacional.
Transportistas y comerciantes informales fueron los operadores visibles de esta acción que provocó un caos mayor de los acostumbrados. Pero los demandantes reales siempre se mantienen invisibles. Todos sabemos que transportistas y comerciantes son el segmento más vulnerable de la economía y que han sido cooptados por grupos mafiosos de la delincuencia organizada como su base social más inmediata. Y a través de ellos es que “la Maña” puede armar los caos más imprevisibles en pueblos y ciudades. Es seguro que comerciantes y transportistas, en su mayoría, actuaron de manera forzada, es decir, bajo amenazas.
Bloqueos similares los ha habido en otras ciudades del país, sobre todo del norte, y tienen la intención de dar mensajes contundentes de la delincuencia organizada, tanto a los gobiernos como a la sociedad. ¿Qué es lo que quieren decir las bandas criminales con los bloqueos del viernes pasado? A ciencia cierta, habría que poner atención para entender su mensaje en este caso, que tendría que ver con intereses criminales afectados. Pero, ¿cuáles son las condiciones para que los delincuentes tengan esta capacidad de interlocución tan eficaz como tan anómala?
Hay una historia de muchos años en la que se fue dando una relación entre las bandas criminales y los gobiernos en la que las primeras fueron acumulando poder con el implícito permiso de los segundos que, por omisión, por presión o por colusión fueron permitiéndoles una creciente penetración y control en la economía y en la política. Así es como se han ido fortaleciendo, sobre todo en el eslabón más vulnerable de los municipios.
A la vez, hay que señalar la creciente descomposición social provocada por las deficientes condiciones económicas, por el clientelismo político y por la apabullante cultura individualista dominante. Tenemos una sociedad frágil y altamente vulnerable que las bandas de delincuentes se encargan de golpear con el miedo y las amenazas. No hay lazos comunitarios de confianza ni relaciones firmes y sólidas entre la población que, por lo mismo, se siente incapaz de protegerse a sí misma y, con el miedo que los delincuentes infunden, opta sólo por sobrevivir.
¿Qué sucede cuando los ciudadanos no se sienten protegidos de manera eficaz por las instituciones públicas, cuando los comerciantes tienen que pagar cuotas forzadas a los criminales y cuando los transportistas tienen que acogerse a la “protección” que los delincuentes les ofrecen? Tal parece que el poder de los delincuentes es más eficaz que el poder formal de nuestros gobiernos. Por eso, el viernes vimos una exhibición del “músculo” de las bandas que se han repartido el territorio, tanto urbano como rural, en el municipio de Acapulco.
El desarrollo de esta historia ya tiene muchos años, al menos dos décadas y hemos llegado a esta situación de una sociedad sumamente descompuesta y a gobiernos que aún no atraen la confianza de la gente. Los delincuentes tienen una capacidad de organización sumamente eficaz que no encuentra una respuesta adecuada de las autoridades, con el respaldo institucional y jurídico que la población necesita. Por eso, la base social de la delincuencia siente más confiable el poder de las bandas criminales. Hay que entender que esa base social se ha desarrollado a partir del control con el miedo y las amenazas. Por eso, responde más a los intereses de los criminales.
El punto está en el impacto social que ya tienen las bandas criminales mediante su base social. Una ciudad puede ser presa de sus estrategias criminales sin mayor problema. Eso pasó en Acapulco el viernes pasado. Una minoría introduce el caos y la incertidumbre de manera muy fácil. Y las bandas criminales continúan sin mayor problema en la ilegalidad.
El control de las bandas sobre comerciantes y transportistas, lo mismo que su control territorial no se aborda por la autoridad y todo continúa como antes. La violencia y la inseguridad tienen aquí su fortaleza, que se mantiene firme. Y seguirá mientras prevalezca esta misma inercia en la estrategia gubernamental de seguridad.
Y mientras los gobiernos siguen sus mismos rumbos, la sociedad no tiene rumbo. No hay una estrategia orgánica para la paz que fortalezca a la sociedad y alinee a las instituciones gubernamentales en el mismo sentido. Sin confianza entre sociedad y gobiernos no hay estrategia que sirva.
En estas condiciones, tendremos que prepararnos para la siguiente serie de bloqueos. O hay que tomar en serio la construcción de la paz, juntos, sociedad y gobiernos.