EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los cocodrilos no vuelan

Silvestre Pacheco León

Enero 16, 2023

A principios del presente siglo, cuando la mayoría de los habitantes de Zihuatanejo éramos migrantes se respiraba el ambiente racista de los nacidos en el puerto aunque por intereses políticos ya se imponían como autoridades a personajes con orígenes distintos a los costeños. Ya se había tenido como presidente municipal a un veracruzano, a un chilango y a un oaxaqueño, sin embargo, se miraba con desdén, si no con antipatía, a los migrantes, sobre todo cuando opinaban de política o criticaban el estado de cosas en la ciudad.
La historia que cuento sucedió a raíz de la preocupación que provocó el grave problema de contaminación al que había llegado el agua de la bahía por la falta de atención a la infraestructura hidráulica de la ciudad, a los crecientes y amenazantes asentamientos humanos irregulares en el anfiteatro, y a las obras ilegales construidas en la zona federal concesionada, poniendo en riesgo la salud de la población, la actividad turística y el futuro mismo del puerto.
Por exigencia de la comunidad el gobierno municipal tuvo que aceptar discutir el tema en la sala de cabildos con un público integrado en su mayoría por representantes de pescadores y lancheros así como de organizaciones civiles, liderados por activistas ambientales que no eran nacidos en Zihuatanejo.
El presidente municipal de origen zanca como la mayoría de los ediles se mostraban condescendientes con la concurrencia donde la voz cantante la llevaba una muchacha de las tantas activistas que había en la protesta la cual con un discurso bien elaborado exhibía el descuido del gobierno en materia ambiental.
Pero entre toda la parte oficial ninguno igualaba a la actitud del secretario del Ayuntamiento quien en el uso de la palabra, mostrándose más comprometido con la defensa de la postura asumida por la autoridad local, sostenía que era mentira lo que se afirmaba de la contaminación mientras ocultaba celosamente las cifras oficiales con las que, en todo caso, se hubiera podido terminar la discusión, pero como todo mundo sabía que la contaminación era un hecho, los datos de la calidad del agua eran como secreto de Estado.
El secretario municipal remató su discurso con una descalificación radical contra los opositores señalando que los dirigentes de la protesta ni siquiera eran personas nacidas en el puerto como para tener el derecho de criticar y de opinar en un caso local como ellos entendían que era la calidad del agua de la bahía.
Aunque el discurso temerario y servil del empleado hizo titubear a algunos de los presentes que comenzaron a ver con recelo a la muchacha que dirigía la discusión de parte de los que protestaban, ignorando quizá que para aquel entonces ya la mayoría de la población de Zihuatanejo estaba compuesta por personas nacidas en otros partes del país frente a una muy pequeña minoría de pobladores originarios, razón por la cual perdía validez aquella afirmación del secretario que se antojaba grosera y discriminatoria pues la mayoría de los ahí reunidos conocía el antecedente de que ese mismo personaje que mostraba tanta indignación contra los no nacidos en el puerto era el menos indicado para formular esas críticas porque él mismo era migrante y conocido por ser un saltimbanqui que iba de partido en partido sin tomar en cuenta el valor de los principios políticos y solo empeñado en recibir el pago de sus servicios incluido en la nómina oficial.
Era el mismo personaje que en otra ocasión memorable se había convertido en el hazme reír de la comunidad porque como secretario particular del presidente sostuvo que los cocodrilos volaban, todo para no contradecir a su jefe en una sesión cerrada donde se había discutido qué hacer con los cocodrilos que estaban siendo afectados en su hábitat con la construcción de la marina en Ixtapa.
Cuando los biólogos sostenían que era menester buscar una alternativa para esos reptiles que vivían en el lugar, aunque la terminación de la obra se aplazara, el presidente dio por concluida la reunión con un argumento muy costeño diciendo a los técnicos que se olvidaran del problema, que los cocodrilos se “rebuscarían” para sobrevivir y que al rato se verían viviendo en otros esteros vecinos, que por eso volaban.
Indignados, algunos de los biólogos defensores de los animales abandonaron la reunión y uno de ellos para poner en evidencia la ignorancia del presidente, preguntó en el pasillo al servil secretario a bocajarro:
–¿Sabías que los cocodrilos vuelan?
–Cómo crees que van a volar, zanca. ¿Quién dice esa pendejada? –le respondió el empleado solícito.
–Eso dice tu jefe.
–Ah bueno, –le respondió el secretario riendo. Sí vuelan pero poquito.
Con ese antecedente era entendible que el secretario estuviera en su papel de defensor a ultranza de la política que dictaba su jefe en turno.
Finalmente, después de que la parte oficial aceptó que las condiciones de la bahía no eran las óptimas y que el gobierno municipal ya se enfocaba en resolverlas, dio por terminada la reunión con el compromiso de que en un mes volverían a encontrarse para valorar lo alcanzado.
Ya casi se levantaba la sesión cuando la muchacha que había expuesto el problema de la contaminación con absoluta claridad pidió la palabra y dirigiéndose al auditorio dijo que la Constitución de la República consagraba el derecho de todos los mexicanos a la libre expresión de las ideas, igual que el de disentir de las opiniones del mismo gobierno, sin perjuicio de ser reprimido por ello, y que así como la oposición política era respetuosa de la investidura de la autoridad habiendo cubierto todo el procedimiento legal para ejercer el derecho de audiencia, le pedía al presidente que dijera si compartía la opinión del secretario que creía que los temas de la vida en Zihuatanejo eran solo incumbencia de los nacidos en la costa azuetense.
A fortiori el presidente municipal negó con la cabeza compartir la opinión del secretario, lo cual permitió a la muchacha proseguir su intervención diciendo que así como la autoridad local reconocía que los problemas del puerto no eran solo tema de los azuetenses de nacimiento, el gobierno local tenía también que reconocer que como en cualquier otra parte, en el puerto también había mal paridos que no solo trataban mal a sus padres sino que perjudicaban con sus acciones la vida de los lugareños con tal de contar con prebendas que son propias de los vendidos y traidores. Que en el tema a discusión quedaba claro que el futuro de Zihuatanejo importaba más a quienes se habían convertido en azuetenses por elección que a los nacidos aquí por accidente.
Un aplauso cerrado selló el final de la reunión y el presidente municipal y su séquito salieron apresuradamente de la sala de cabildos y se perdieron en el laberinto de oficinas mientras que los representantes de las organizaciones gremiales y sociales casi levantaban en hombros a la muchacha deshaciéndose en felicitaciones, agregando que era la persona que necesitaba la comunidad como presidenta municipal.
La muchacha nunca fue presidenta pero aquel lance frente a la autoridad marcó el inicio de acciones impensadas para la recuperación de la bahía porque con la presión social encabezada por migrantes, muchos de ellos extranjeros, el gobierno federal rectificó su actuación de solapar a los inversionistas inescrupulosos y obligó al municipal y estatal a invertir dinero de su presupuesto en obras necesarias para la recuperación de la calidad del agua de la bahía, cosa que hasta entonces no habían logrado ni autoridades priístas ni perredistas.