EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los cuatro pilares de la 4T

Arturo García Jiménez

Febrero 13, 2023

El país ha entrado en una turbulencia política que culminará en las elecciones presidenciales del próximo año. La denominada “clase política” se encuentra bastante ocupada en la búsqueda de ir armando sus jugadas para poder colocarse en una estructura de la que siempre han vivido sus integrantes. El común denominador sigue siendo el mismo: el uso de la mercadotecnia diversa para atraer adeptos y las componendas entre tribus con algunas patadas por debajo de la mesa. Si la democracia sigue ejerciéndose así y la partidocracia tradicional es quien la opera, la cuarta transformación tardará aún más.
Así como conceptos anteriores como sustentabilidad, cambio climático o agroecología quedaron como palabras atoradas en el discurso de políticos y funcionarios, el concepto de la Cuarta Transformación se convirtió en un discurso que ha permitido montarse en candidaturas y cambiar de un día para otro de partido con tal de subirse a la ola. La inmensa mayoría de funcionarios y gobernantes no ha terminado de entender qué es la 4T como le denominan de manera simple, o más bien, la entienden a su manera con tal de mimetizarse en el nuevo escenario y seguir viviendo del presupuesto.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido el único consecuente y quien por cierto, viaja y trabaja todos los días en un tren bala, mientras la burocracia sigue entelerida ilustrando al paquidermo reumático. La lucha contra la corrupción solo es el iceberg de un conjunto de propuestas de acción que tienen que ver con la transformación total de nuestro país, que comienza por mejorar las condiciones de vida de los más pobres y la construcción de una conciencia ciudadana que la empodere y convierta en sujeto social de su desarrollo. Si los funcionarios y gobernantes actuales entendieran esto, se preocuparían por empoderar a la ciudadanía en lugar de priorizar sus intereses económicos y políticos.
En el 2018 se ganaron las elecciones, con lo cual, la cabeza del Poder Ejecutivo quedó en manos de una posición progresista. El Poder Legislativo también se ganó, pero gracias a los errores de la partidocracia morenista, la correlación de fuerzas ha venido decayendo. El Poder Judicial hoy más que nunca está en manos de las fuerzas obscurantistas. Pero también hay otros poderes de facto que están en contra y en los cuales no se ha incidido: los empresarios, los medios de comunicación, la Iglesia y eso que ya se denomina el primer orden de gobierno en los territorios rurales del país.
Por todo ello los avances han sido lentos y, seis años no serán suficientes. Con base en la experiencia histórica, consideramos que el objetivo central de todos aquellos que pugnan por un cambio verdadero debe ser trabajar por constituir los sujetos sociales que garanticen a lo largo de la historia dicho cambio. Si revisamos objetivamente, el común denominador de las anteriores transformaciones ha sido la no existencia de sujetos sociales empoderados; el sujeto que debería jugar el rol transformador, sólo ha aportado combates y muertos, y ha sido dirigido y usado por personajes y grupos de poder ajenos a sus intereses históricos, salvo excepciones coyunturales como Zapata y Villa. La Independencia, Reforma y Revolución, ciertamente representan momentos de cambio; sin embargo, la base social de esos movimientos no fue convertida en sujeto social; fue impulsora de nuevas circunstancias civilizatorias o a lo sumo de cambios parciales. Por lo tanto, para que verdaderamente exista un proceso de transformación del sistema dominante debe haber también una transformación ideológica y material del sujeto transformador. Los cambios que demanda la sociedad no se han concretado porque no se gobierna con la gente ni con un programa surgido de ésta. Lo anterior revela que los sectores progresistas, para que verdaderamente inicien procesos de transformación social, deberán trabajar en organizar a la sociedad de tal suerte que vayan profundizando su conciencia sobre la naturaleza de sus propios problemas, así como las soluciones que se requieren para resolverlos. Si los colectivos de personas no desarrollan una ideología y praxis de transformación, no harán historia; y por tanto no serán transformadores de ninguna sociedad.
Tomando como contexto lo anterior, pasaremos a hablar del status de lo que denominamos los cuatro pilares de la 4T.
El Poder Ejecutivo se integró considerando las alianzas que permitieron el triunfo electoral; ello permitió que se colaran personeros neoliberales, funcionarios que hicieron escuela en el viejo priismo y tránsfugas que fungieron en puestos de primer nivel en los pasados sexenios. Revisando a detalle el gabinete, tan solo un 20% son proclives de la 4T y actúan como verdaderos militantes, aunque los espacios que ocupan son de subsecretario para abajo o directores de organismos nacionales. Ello explica por qué a veces nos encontramos con funcionarios más reacios que los viejos priistas, que a nombre del no intermediarismo rehúsan atender a la gente hasta que se les presiona. Si la mayoría de funcionarios centraran su labor en la 4T, le ayudarían al Presidente y el cambio avanzaría más rápido. Esto ocurre también con los gobernantes en los estados, al llegar al cargo se sienten verdaderos virreyes y a nombre de la 4T comienzan a cocinar sus negocios, y ejemplos hay muchos.
El Poder Legislativo nacional y los estatales igualmente incurrieron en los viejos vicios; el levantamanos priista se convirtió en el voto negociado: más dinero, otorgamiento de obras y espacios políticos. Por eso las propuestas del Presidente no han logrado ganarse en los últimos años, las bancadas morenistas tienen sus intereses propios y ejercen su poder.
El partido Morena, de ser un movimiento político de nuevo tipo devino en una simple chapa por donde se negocian candidaturas; no importa la trayectoria ni los principios. Por eso se pierden la mayoría de presidencias municipales y ha decaído el número de legisladores. Pero además, con tal de mantener el control, las dirigencias nacionales y estatales han preferido tener una estructura amorfa y en el mejor de los casos, consejeros nacionales designados por los gobernantes que usan los recursos para conservar sus espacios. Por ello, Morena no es partido y mucho menos movimiento. ¿Qué pasaría si en cada municipio el pueblo designara a sus candidatos por encima de la nomenclatura?
El Movimiento Social, único garante de continuidad de la 4T; los cargos públicos transcurren, pero la sociedad permanece. Y es esta sociedad organizada que sin ser morenista llevó a AMLO al triunfo, triunfo del cual se apropian los dirigentes para seguir montados en la ola del poder. De lo que se trata es de construir un nuevo país desde abajo, que los logros electorales sirvan en lo fundamental para mejorar las condiciones de vida del pueblo y prioricen en su empoderamiento. Necesitamos funcionarios con mística de militantes y colectivos sociales organizados, que de ser posible, gobiernen desde abajo. Esto es lo que no entienden por ahora estos sujetos políticos que hablan para sus adentros y proclaman a los cuatros vientos la 4T sin conocerla.
La tarea es entonces construir ciudadanía y configurar colectivos organizados capaces de empoderarse de la vida social en su conjunto. Esto es lo que los gobiernos progresistas deben impulsar. Y esto es justamente lo que no ha sucedido en los recientes gobiernos democráticos de Latinoamérica. Ello explica por qué, a pesar del discurso de “cambio”, éste no ocurre. Entonces, la sociedad y los sujetos sociales en formación viven la frustración y el desencanto, prolongando los procesos de transformación. Por ello, quienes tenemos el compromiso del cambio verdadero, estaremos siempre ubicados en fortalecer este último pilar, único que además de garantizar la continuidad de la 4T, puede ser capaz de incidir en los otros tres pilares.

* Asesor de la Coordinadora de Comisariados de Guerrero