Vidulfo Rosales Sierra
Abril 10, 2025
Guerrero es cuna de la izquierda en nuestro país. Aquí se forjaron hombres y mujeres que incendiaron las praderas por la lucha contra la opresión de caciques y tiranos. Jesús H. Salgado sería uno de los gobernadores zapatistas que con fusil en mano tomó Chilpancingo; la lucha emblemática de Feliciano Radilla en Atoyac; Lucio Cabañas y Genaro Vázquez; la del profesor comunista Othón Salazar en la Montaña y el primer municipio comunista en Alcozauca; la Normal Rural de Ayotzinapa, la CETEG, la CRAC-PC, el Cecop y otros movimientos sociales de ayer y hoy reafirman el carácter de un pueblo bravo y de izquierda que lucha por un mundo mejor.
Estas luchas y movimientos nutrieron al PRD a fines de los ochenta. Este partido lograba la confluencia de las izquierdas otrora fragmentadas y dispersas. Pero no tardaría en agrietarse esa unidad frágil y coyuntural. Pragmáticos y arribistas sin escrúpulos se apode-raron de la dirección de ese partido con las consecuencias ya sabidas.
Los movimientos indepen-dientes continuaron su lucha. La Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), más tarde el Cecop, la CETEG y la CRAC han logrado de la mano de pueblos y comunidades revertir proyectos extractivistas, políticas y legisla-ciones neoliberales que pretendían saquear y esquilmar a los pobres. Mientras los de abajo libraban épicas y asimétricas batallas contra los neoliberales, la clase política guerrerense arremetía contra los insumisos y el PRD se unía al coro de neoliberales y caciques.
Con algunas diferencias y matices Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador apoyaron y respaldaron las luchas sociales independientes. No así el PRD local que fungió como lacayo de los caciques y terminó albergándolos en su seno.
Con el arribo de Morena al poder en el 2018, López Obrador adoptó una posición política de combatir a los conservadores representados por los demás partidos políticos, ex.presidentes, algunos empresarios y los medios de comunicación que sustentaron el modelo neoliberal en México, sinónimo de corrupción y vendepatrias, por lo demás, su discurso se centró en una apuesta simbólica por los pobres que se tradujo en los programas sociales y su carácter constitucional. Bajo esta línea han denominado a su movimiento la “Cuarta Transfor-mación”. No es el objetivo de este texto dilucidar y debatir sus yerros o aciertos o su carácter de izquierda o verdadera revolución. Lo cierto es que AMLO construyó un robusto discurso que apuesta por los pobres, combate a los conservadores y lucha por el cuarto proceso revolucionario. Cuenta su partido con un programa o una bandera política muy clara legitimada y abrazada por los de abajo y consentida por conveniencia por clases medias y altas, así como arribistas y acomodaticios.
Pero Guerrero merece otro análisis, esta entidad suriana se cuece aparte. Aquí no llegó el neoliberalismo, nunca gobernaron los tecnócratas. Más bien, la clase política es heredera del ala derecha y conservadora de la Revolución Mexicana que se comporta como semi feudal. Los caciques, ganaderos y terratenientes concentran el poder político y económico, sirviéndose del poder público para acrecentar su patrimonio personal. Se han caracterizado por ser represivos dejando una cauda de líderes sociales muertos y desaparecidos. Con virulencia han disuadido las protestas sociales con saldos de decenas de muertes.
A estas calamidades sociales se ha sumado la violencia que generan los grupos delictivos que ya gobiernan formalmente amplias zonas de la entidad, por ejemplo, en días pasados vimos a alcaldes de por lo menos ocho municipios impuestos por un grupo delictivo encabezando supuestas protestas sociales y poniendo de rodillas al actual gobierno.
Con esa forma de hacer política los caciques han hundido al estado en el sótano del desarrollo. Un año sí y otro también figura en los primeros lugares de pobreza y marginación, y hasta ahora, ni los programas sociales del actual gobierno han revertido este sufrimiento del pueblo de Guerrero.
Frente a esta problemática, el movimiento de la Cuarta Transformación que impulsa Morena no tiene una propuesta, programa político o política pública que combata estos lastres sociales. Ni siquiera ha identificado a los adversarios políticos ¿En Guerrero quiénes son los conservadores? ¿Loret de Mola? ¿Joaquín López Dóriga? ¿Claudio X. González? No se tiene un diagnóstico del pasado caciquil y opresor que nos mantiene en la pobreza secular ni se nombra a quienes nos llevaron a este desastre.
Pero tampoco está identificado en términos simbólicos al pueblo y a los pobres que ese movimiento defiende. Al igual que el PRD, la clase política de Morena le da la espalda a la CRAC y a los pueblos indígenas que luchan por el reconocimiento constitucional de sus derechos, a los maestros de la CETEG que luchan por sus derechos laborales, a las madres y padres de los 43, a los estudiantes de Ayotzinapa, a las madres buscadoras y a los desaparecidos.
Sin esa claridad política ¿cómo saber si Morena en Guerrero representa un cambio? ¿Qué lo hace diferente de los gobiernos caciquiles y corruptos del pasado? Se dirá que su carácter humanista, pero ese humanismo debería de traducirse en políticas públicas que reviertan de manera decidida los problemas arriba descritos. Deberían desmontar y confrontar abiertamente al cacicazgo responsable de la miseria y la opresión del pueblo de Guerrero.
Sin esa consistencia política, Morena naufraga en la indefinición ideológica, privilegiando un pragmatismo craso, con dirigentes sin visión política y extraviados, que prefieren la adulación, en detrimento de la crítica y el análisis de la realidad guerrerense.
Ese extravío de los dirigentes de Morena en Guerrero hace que se piense que nada pasa si se permite el ingreso al partido de personajes identificados simbólicamente con ese pasado opresor del pueblo, responsables de la miseria y dolor que lleva a cuestas nuestra entidad.
Un principio pragmático dice que en política se suma, no se resta, pero en este momento político la correlación de fuerzas está de lado de Morena que no necesita estas fichas quemadas y corroídas, por el contrario, es menester virar a la izquierda con nuevos y frescos liderazgos que abracen las luchas del movimiento social y de los pueblos.
En la agenda de la Cuarta Transformación deben figurar los 43 estudiantes desaparecidos, la demanda de las madres buscadoras, el reconocimiento constitucional de los derechos de los pueblos indígenas, reactivar el campo construyendo autosuficiencia alimentaria, políticas y estrategias para revertir la violencia en particular contra las mujeres, y justicia y reparación integral del daño a las víctimas.