EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los desafíos energéticos de la Unión Europea tras la invasión Rusa de Ucrania

Gaspard Estrada

Julio 27, 2022

El pasado 24 de febrero el mundo entró en una nueva era. La invasión de Ucrania por parte de Rusia cimbró a buena parte de los analistas internacionales, así como a la mayoría de los gobiernos europeos, que a pesar de las advertencias del gobierno de Estados Unidos, no imaginaba que el presidente Ruso, Vladimir Putin, terminaría invadiendo a su vecino.
En efecto, el trauma de la mentira estadunidense al respecto de las verdaderas causas de la guerra en Irak, en 2003, hizo que una parte de los dirigentes de la Unión Europea tuviera cierto recelo sobre las intenciones de Washington. Sin embargo, contrariamente a lo sucedido en aquel entonces, las informaciones de inteligencia compartidas por los servicios secretos estadunidenses resultaron ser ciertos: Rusia venía preparándose para invadir a Ucrania desde hace meses, por no decir años.
Para algunos politólogos, la primera expresión pública de la voluntad de Putin de “romper con el orden internacional occidental” data de 2007, cuando pronunció un discurso en el marco de la conferencia de seguridad internacional de Múnich, en el cual llevó a cabo una dura crítica de “Occidente”, para sorpresa de los presentes, entre los cuales se encontraban la entonces canciller alemana, Angela Merkel. Un año después de esta conferencia, Moscú invadió a Georgia, provocando una reacción de la mayoría de los países europeos, y en particular del entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy. Tras este acto militar hostil, y la aplicación de un número limitado de sanciones en contra de Rusia, uno hubiera podido imaginar que la relación política entre el régimen ruso y las capitales europeas cambiaría. No fue así.
El gasoducto NordStream 1, que une a Rusia directamente con Alemania sin pasar por los países bálticos, fue puesto en servicio poco tiempo después, lo que provocó airadas críticas de estos últimos países, que desde su independencia de la Unión Soviética han intentado alejarse lo más posible de la esfera de influencia rusa. Para el sector industrial alemán, la llegada de energía barata constituía un factor clave para su competitividad. El hecho que este suministro de energía provocaría a la postre un aumento de la dependencia geoeconómica de Alemania hacia Rusia no parecía en aquel momento preocuparlos demasiado. Tampoco fue el caso de la mayoría de la clase política de ese país, que respaldó con creces esta iniciativa, al tal punto que el proyecto de construcción de un segundo gasoducto, aún más grande que NordStream1, fue aprobado por Angela Merkel, inclusive tras la primera invasión de Rusia a Ucrania, en 2014, que desembocó en la anexión de Crimea por Moscú, y de una parte de la región del Donbass, que se encuentra en el centro de la guerra entre Rusia y Ucrania el día de hoy.
El problema ahora para los países de la Unión Europea, es saber cómo salir de esta dependencia energética rusa sin romper con su modelo económico y social, y sobre todo evitando entrar en una recesión económica, que tendría un impacto dramático sobre sus economías. El problema para los europeos es que es muy difícil poder substituir en el muy corto plazo al gas ruso, tomando en cuenta las transformaciones del sector energético internacional, y las necesidades de otros países, como China, Corea del Sur y Japón, que son altamente dependientes de la principal fuente de energía alternativa para los países europeos, el Gas Natural Licuado (GNL). De hecho, a raíz de la guerra en Ucrania, varios países que disponen de grandes reservas de GNL, como Argelia, Argentina, Mozambique o Angola han pasado a ser cortejados por las grandes potencias –en particular, de la Unión Europea, para que les envíen más GNL. En esta perspectiva, Italia acaba de firmar un ambicioso acuerdo bilateral con Argelia, lo que le permitirá disminuir considerablemente su consumo de gas ruso de aquí al próximo año. A nivel europeo, el consejo de la Unión Europea decidió el martes pasado reducir el volumen de importaciones de gas Ruso, paralelamente a la construcción de una nueva política energética.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter: @Gaspard_Estrada