EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los niños del Valle de la Muerte

Tryno Maldonado

Junio 07, 2022

METALES PESADOS

 

El periodista estadunidense John Kenneth Turner publicó, a lo largo de 1908, una serie de reportajes sobre su paso por el sureste mexicano en la revista American Magazine de Nueva York. Kenneth Turner logró hacerse pasar por un magnate que pretendía comprar cuantiosos territorios en Oaxaca y Yucatán con la supuesta finalidad de asentar varias fincas tabacaleras. Fue así que las puertas del entramado de corrupción representado en la simbiosis entre el Estado porfirista y la ambición capitalista sin escrúpulos de inicios del siglo XX se le abrieron de par en par. El resultado de estos reportajes, como se sabe, están reunidos en el libro México bárbaro.
A la luz de los megaproyectos de despojo que amenazan con arrasar los recursos, los territorios y las formas de organización y de vida en la actualidad en el sureste del país, pienso que es un buen momento para revisitar México bárbaro.
Pero hay un foco en especial que valdría la pena revivir de esas crónicas: las experiencias, la convivencia, los crímenes, la corta vida y los abusos que recibían los menores de edad esclavizados en las fincas tabacaleras de Valle Nacional, Oaxaca. Tal como documenta Turner, a dichas fincas Félix Díaz –sobrino de Porfirio Díaz– tramitaba en “adopción legal” cada mes al menos mil menores de 14 años a cambio de sobornos para ser abusados y explotados hasta la muerte. Niñas y niños.
El periodista estadunidense documentó centenares de desapariciones de menores en la capital del país –al menos 400 en 1908– y en otros estados, como Guanajuato, Hidalgo o San Luis Potosí. Las policías estatales, los llamados “enganchadores” tolerados por el gobierno y los rurales del porfiriato operaban una gran red de tráfico humano que terminaba en buena parte en las fincas tabacaleras de Valle Nacional. El 50 por ciento de los esclavos de Estado llegados a Oaxaca durante el porfiriato eran menores de 20 años, y 25 por ciento de ellos eran menores de 14 años. Como documenta Turner, debido a la tortura sistemática y la crueldad del trabajo en las fincas, las vidas de estos niños no solían ir más allá de los seis meses desde que llegaban.
Para ahorrarse incluso los entierros, a la muerte de los menores integrantes de estas inmensas cuadrillas, sus cuerpos eran amontonados en barracas o bien arrojados a las ciénegas de Tuxtepec para alimentar a los caimanes. Por lo que no hay hasta hoy una dimensión real del tamaño de este atroz genocidio que ocurría a la par del genocidio del pueblo yaqui.
México bárbaro no podría ser más actual. Recoge testimonios de niñas y niños chinantecos empleados en las fincas, de los menores secuestrados de todo el país, los hijos e hijas de los mandaderos, y de los jefes políticos y finqueros en el sistema de 30 fincas tabacaleras que operaron en Tuxtepec, Oaxaca. Pero principalmente en la finca Santa Fe y la finca San Cristóbal, de la empresa española Balsa Hermanos.
El drama humanitario que ocurre en la actualidad, con sus complejidades y tomadas sus particulares perspectivas en cada caso, no podría sin embargo ser tan cercano como hoy con el “México bárbaro” para centenas de menores a quienes todos los días se les detiene, desaparece, desplaza, se les deja en orfandad, se les secuestra o separa de sus familias por un monstruoso aparato en simbiosis de las fuerzas del Estado y las del crimen organizado, tan similar a las descripciones de las crónicas de Turner sobre los modos de operar de los antiguos “rurales” porfiristas y los “enganchadores” o traficantes de personas cobijados por la dictadura.
Pero también nos arroja una lectura en clave sobre las nuevas formas que ese viejo capitalismo instaurado durante el porfiriato y arropado hoy por la así llamada Cuarta Transformación va tomando: esclavismo moderno disfrazado de oportunidades en maquilas, corredores industriales y turísticos que darán trabajos precarizados y que pretenden abrirse en corredores de la muerte como el Proyecto Integral Morelos, el mal llamado Tren Maya o el más ambicioso Corredor Interoceánico, imaginado originalmente por el propio Porfirio Díaz para controlar la franja de ese “México bárbaro” donde ocurrieron los genocidios relatados por John Kenneth Turner y hoy revivido por el nuevo régimen para propósitos de explotación y extractivismo nunca antes imaginados.