EL-SUR

Viernes 10 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los nubarrones se acumulan en el horizonte de Brasil

Gaspard Estrada

Marzo 31, 2021

 

En la política brasileña la palabra aburrimiento no parece existir. El pasado lunes el presidente de ese país, Jair Bolsonaro, tomó por sorpresa a todos, al anunciar la salida, no solo de su canciller Ernesto Araújo, sino de otros cinco ministros de su gabinete, incluyendo a los ministros de la casa civil de la Presidencia, la secretaria general de la Presidencia, así como el ministro de la Contraloría. Sin embargo, la salida inopinada del general Azevedo y Silva del Ministerio de Defensa fue, de lejos, la que causó mayor reacción –¡y preocupación!– en el círculo rojo del poder en Brasilia.
En efecto, desde el principio de su campaña presidencial, el ex capitán del ejército recibió el respaldo de las fuerzas castrenses para llegar a sus fines e instalarse en el palacio del Planalto. Cuando la Suprema Corte de Justicia se aprestaba a votar a favor de un pedido de amparo interpuesto por los abogados del ex presidente Lula para permitir que este último quedara en libertad mientras respondía a sus procesos judiciales (y por ende, pudiese estar en campaña a favor de su protegido, el ex alcalde de São Paulo y ex ministro de educación Fernando Haddad), el entonces comandante del ejército, el general Eduardo Villas Boas, publicó un tweet con amenazas en contra de la Suprema Corte. Si la Corte se pronunciaba a favor del expresidente, “el ejército tomaría sus responsabilidades institucionales”, es decir, podría tomar medidas en contra de las instituciones democráticas. Y así fue: por seis votos contra cinco, los magistrados votaron en contra del líder de la izquierda brasileña. Gracias a ello, Bolsonaro pudo vencer con facilidad a Fernando Haddad en la segunda vuelta de la elección presidencial, a finales de octubre de 2018.
A cambio, los militares lograron obtener una influencia nunca antes vista en un gobierno desde el regreso de la democracia, a mediados de los años 1980: más de la tercera parte de los miembros del gabinete son militares de alto nivel. Dentro del gobierno, más de seis mil oficiales del ejército han sido nombrados en puestos de comando, una cifra sin precedentes. Es decir, las fuerzas militares forman parte del gobierno de Bolsonaro, y en este sentido, participan de su conducción política.
Pero la actuación de Bolsonaro desde el inicio de su gobierno ha sido contraria a los valores democráticos: en mayo de 2020, intentó –sin éxito– llevar a cabo un autogolpe de Estado. La falta de apoyo de la mayor parte del ejército lo condujo a cambiar de estrategia, acercándose a los partidos de centro-derecha, que tradicionalmente han respaldado a los presidentes de ese país, y dándoles cargos en el gobierno. Paralelamente a eso, Bolsonaro retomó una idea de la oposición en el Congreso, al montar un programa de subsidios de gran envergadura, lo que le permitió crecer en las encuestas. Pero el costo del programa (casi 12 por ciento del PIB de ese país gastados en seis meses), lo hacen inviable a mediano y largo plazo. De manera que tuvo que ser suspendido. Así que la impopularidad de Bolsonaro ha vuelto a crecer, paralelamente al número de muertos por el Covid-19, que ya rebasó los 300 mil.
Con la pandemia fuera de control, sin un plan de apoyo a la población más pobre y una clase empresarial cada vez más impaciente, Bolsonaro está perdiendo la iniciativa política. Los cambios del pasado lunes son una tentativa de revertir este cuadro, adoptando para ello el método preferido del ex capitán para instalar su agenda en la opinión pública: el miedo. Al destituir al ministro de Defensa, Bolsonaro intenta pasar el mensaje que ahora sí tendrá el control pleno y entero de las fuerzas armadas en caso de que quiera llevar a cabo una intentona golpista en contra de la democracia brasileña.
¿Pero los mandos superiores y la tropa del ejército acaso están dispuestos a seguir a Bolsonaro en una aventura de este calibre? Al día de ayer, la respuesta sería más bien no: en una decisión única en la historia de Brasil, los comandantes de las tres fuerzas (ejército, fuerza aérea y marina) decidieron renunciar en protesta a la destitución del ministro de Defensa.
Según algunas versiones periodísticas, esta renuncia se debe al hecho de que el ex comandante del ejército, Edson Pujol, rechazó pronunciarse sobre el restablecimiento de los derechos políticos del expresidente Lula, hace un par de semanas, contrariamente a lo sucedido en 2018. No sabemos a ciencia cierta lo que ha estado pasando en los cuarteles en los últimos días, pero está claro que existe una crisis entre el ejército y Bolsonaro. Los nubarrones se acumulan en el horizonte de Brasil.

* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada