EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los pies en la tierra

Abelardo Martín M.

Agosto 01, 2017

Es más frecuente de lo deseable el llamado “síndrome del ladrillo” que aqueja a quienes obtienen un éxito, una meta o un logro personal y pierden el sentido de la realidad, se marean y caen presa de la soberbia, pecado, defecto o enfermedad muy difícil de superar. Son excepción quienes en el gobierno logran rechazar el halago falso y menos son quienes mantienen viva la virtud de la humildad, esa que permite, ni más ni menos, mantener los pies en la tierra.
La mayoría de los gobernantes, acepten o no, buscan la aprobación, y si es posible, el aplauso de sus colaboradores y de sus gobernados. Desde ahí vamos mal porque quien gobierna a secas, como unos padres de familia que educan a sus hijos, tienen que asumir el riesgo de ser justos y eso no es siempre bien recibido y mucho menos aplaudido.
Guerrero, como el país completo, está urgido de gobernantes capaces de mantener los pies en la tierra y recuperar el gobierno que se debilitó tanto y que en muchas partes se ha perdido de plano, se acepte o no. Amplias zonas del territorio nacional, instituciones completas o parciales han caído en poder de grupos de presión, grupos delincuenciales o por los llamados poderes fácticos.
Mantener los pies en la tierra tiene implicaciones físicas, mentales y espirituales, practicar la mesura, la humildad, la prudencia y la sabiduría, esto último pedido a Dios por el propio Salomón, quien habiéndosele concedido, desperdició según afirman algunos documentos históricos.
El gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, asegura tener los pies en la tierra, al referirse a las delimitaciones de los cargos municipales, estatales y federales. En Acapulco, el municipio más grande y la ventana más hermosa que tiene Guerrero para México y para el mundo, el gobernador Astudillo expresó: “Yo no tengo ningún problema con nadie porque soy el gobernador y entiendo mi papel, ya me tocó ser presidente municipal y cuando fui presidente municipal entendí cuál es el papel del presidente municipal y hoy entiendo cuál es el papel del gobernador”.
Prudencia y mesura, sin duda alguna, son cualidades que cualquier funcionario debiera cultivar. Es un riesgo echar las campanas a vuelo cuando la fragilidad de los resultados de gobierno, la debilidad institucional y el negro del arroz, la violencia creciente, echan a perder cualquier fiesta. Ya no es noticia la inseguridad en el territorio del estado, la cual se agrava y profundiza día con día. Planes y programas para enfrentar la criminalidad van y vienen, pero la situación empeora pese a todos los esfuerzos anunciados, las bandas tienen mejor armamento y más recursos que las corporaciones policiacas.
En el asalto perpetrado hace unos días contra un convoy con recursos del programa federal Prospera destinados a las familias en pobreza extrema, los que se entregarían en la localidad de Tecozapa, los cinco policías municipales de Ahuacuotzingo que lo custodiaban fueron acribillados sin que pudieran oponer resistencia, además de dos pagadores también muertos y una empleada bancaria más que resultó lesionada.
El convoy fue atacado por tres frentes, pero la incapacidad de los policías para reaccionar muestra también la escasa preparación ante la peligrosa responsabilidad que les es asignada. Seguramente tampoco cuentan con las armas adecuadas. Los elementos muertos en servicio ni siquiera estaban formalmente contratados por el ayuntamiento de Ahuacotzingo para el que trabajaban, no tenían seguro de vida, ni seguridad social. No es el primero de este tipo de atracos violentos en el estado.
Menos de dos meses antes, al empezar junio, en el municipio de Cualac, una emboscada similar dejó como saldo tres policías muertos, otros cuatro heridos, y el robo de tres millones de pesos en efectivo. En ambos casos los delincuentes además de robar las remesas se han apropiado de las armas de los agentes abatidos. La impotencia policiaca arranca desde las corporaciones municipales pero se advierte hasta en los operativos del más alto nivel.
El mismo día del asalto de Ahuacotzingo al que nos referimos, un operativo fallido aparentemente para capturar al líder del denominado Cártel del Sur, conocido como “El señor de la i” en el municipio de Chichihualco, derivó en un enfrentamiento armado que concluyó con la muerte de un policía federal y dos más heridos, sin lograr la aprehensión del capo buscado. La reacción de las redes de estas bandas llegó hasta Chilpancingo, donde se produjeron ataques a taxis que fueron incendiados o rafagueados, y derivaron en la suspensión del transporte público entre la capital estatal y la cabecera municipal de Chichihualco.
Un mes atrás, una operación organizada supuestamente en el mayor de los secretos para capturar a El Tequilero”¡, el capo que ha asolado San Miguel Totolapan, tuvo un final sangriento, cuando varias decenas de agentes federales fueron atacados por un grupo armado en La Gavia, la localidad en que hacían base este criminal y su banda, de lo que resultaron cuatro policías muertos y siete más lesionados.
El esquema se repite y nos muestra que los delincuentes tienen infiltradas y neutralizadas a la policía federal y a las estatales, y con mucha frecuencia las corporaciones municipales están en realidad a su servicio.
Mientras el crimen organizado incrementa su poder, el monto de los recursos que maneja y los territorios que controla, el Estado ha sido incapaz de profesionalizar las policías, limpiar sus estructuras e impedir su infiltración. El tema se complica cuando diversos grupos de autodefensa comunitaria son acusados de haber sido instrumentados o penetrados por los cárteles y servir a sus intereses.
Entretanto, la violencia crece sin control y la inseguridad se vuelve parte de la cotidianeidad en la vida de los guerrerenses, sin que se encuentre una fórmula para revertir o para aminorar el proceso. En la realidad, porque por planes oficiales no paramos.
Muy bien rehabilitar calles, inaugurar muchas obras pero la tarea es mucho mayor. Tiene que ver con salud, educación y bienestar, temas en que los guerrerenses aún están muy lejos. Reconocer lo que falta, mantener mesura y prudencia es, en efecto, tener los pies en la tierra.