EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Los puntos sobre las íes

Raymundo Riva Palacio

Junio 21, 2005

ESTRICTAMENTE PERSONAL

 

Contundente, el mensaje del Subcomandante Marcos en contra del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, golpeó el corazón del principal contendiente a la Presidencia. Decirle espejo del ex presidente Carlos Salinas y documentar la observación en el hecho de los ex salinistas que ha integrado en su equipo paralelo para la campaña presidencial, ubica a López Obrador en una realidad que no se había querido ver: el gobernante capitalino no es una opción real de izquierda, sino un excelente candidato para los ricos que marcan el destino del país.

¿Es malo esto? Para quienes han acumulado enorme riqueza en los tres últimos lustros, es una gran noticia. López Obrador, como recuerda Marcos, ha ofrecido estabilidad macroeconómica, que es exactamente lo que se propusieron los gobiernos de Salinas, de Ernesto Zedillo y que está haciendo el de Vicente Fox. Es decir, es muy bueno para los empresarios. Pero para quien dice López Obrador defender, los pobres y los marginados, es una pésima noticia. Una vez más, parafraseando a Marcos, ese modelo económico sólo genera mayores ganancias para los ricos, a costa de los más pobres, que se hacen más pobres porque los beneficios no son para ellos.

Sin embargo, ¿por qué la mayoría de los ricos, que serían beneficiados de esa política económica, desconfían de López Obrador? Porque no le creen lo que dice. No son pocos los que piensan que está mintiendo, pues lo consideran un populista, que en la política se han distinguido precisamente por no mantener la estabilidad económica. Y quienes creen que López Obrador dice la verdad, también consideran que no tiene idea de lo que está hablando. La estabilidad macroeconómica significa controlar el gasto público (con lo cual se tendrían que recortar sus programas de asistencia social para personas de la tercera edad y mujeres embarazadas, por ejemplo), mantener baja la inflación (con lo cual no podría realizar tanta obra pública en forma simultánea porque al crear empleo temporal sólo aumenta la liquidez artificialmente que detona el consumo y el incremento de precios).

Es decir, López Obrador puede optar racionalmente por una u otra opción, estabilidad macroeconómica o estado de bienestar (que es mucha obra para crear empleo y amplios programas sociales, que fue el modelo seguido tras la Segunda Guerra Mundial y que se terminó a fines de los 70), pero lo que definitivamente no puede hacer es correr en paralelo. Los modelos son antagónicos e imposibles de conciliar. Plantear los dos caminos es como vivir en la esquizofrenia. Marcos, que parece entender mucho más de economía que López Obrador, así se lo hizo ver, ubicándolo como un gobierno de “derecha moderada” que lo que ha hecho es construir “una puerta a la clínica de cirugía plástica que transforma a los luchadores sociales en déspotas y cínicos”. Marcos fue todavía más brutal. “Hemos analizado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –escribió–, y creemos que hay ahí el germen del autoritarismo y un proyecto personal transexenal”.

No lo expresa, pero ese proyecto transexenal lo planteó en diciembre del 2003 el entonces subsecretario de Hacienda, José Ángel Gurría, ante un grupo de inversionistas japoneses al declarar que iban a gobernar durante 24 años, lo que significaba que un modelo económico se impondría durante cuatro sexenios. Ya corría en ese entonces el de Salinas, vendría el de Zedillo, continuaría con el de Fox y, ahora, en palabras de Marcos, se prepara la cuarta fase con un probable gobierno de López Obrador. La oferta que propone el jefe de Gobierno, advirtió Marcos, es “terminar lo que dejó pendiente Salinas”.

Nadie desde la izquierda manifiesta había sido tan claro como Marcos en la crítica a López Obrador. Como se escribió en este espacio hace tres semanas, en efecto, “el jefe de Gobierno del Distrito Federal no representa una opción de izquierda real sino la refundación de un priísmo disfrazado de demócrata y la restauración del presidencialismo autoritario contra el cual tantos lucharon durante tanto tiempo”.

Ciertamente, se apuntó en ese momento, “presentarlo como un gobernante de izquierda, o como la opción de la izquierda para la Presidencia, sólo es obra de la funcionalidad de la mente que equipara mecánicamente a todos los integrantes del PRD como militantes de izquierda. Pero no es así. En el astuto tabasqueño se resume una de las banderas de la izquierda como es la política social, que también ha sido empleada por regímenes autócratas, como los que durante generaciones representó el PRI, y que utilizó para construir redes clientelares y corporativas para control político y su permanencia en el poder”.

El mensaje de Marcos tiene una connotación política e ideológica. López Obrador está lejos de ser una opción de izquierda moderna, y en el esbozo de deconstrucción que hace de él Marcos lo ubica como lo que es: una continuidad de los regímenes priístas. Su equipo de campaña, formado por casi ex priístas en su totalidad, así lo corrobora. Le ha arrebatado al PRD la iniciativa política, secuestrándolo y manejándolo a su antojo –de ahí que lo llamen déspota y autócrata–, utilizándolo y sirviéndose de él, pero sin plantearle un futuro común. La izquierda real empieza a reaccionar. Ya era tiempo. Este país necesita una opción de izquierda auténtica que sirva de balance para el conservadurismo reinante. López Obrador es sólo una ilusión óptica para la izquierda real, un inexistente oasis en el desierto, un salto muy claro al pasado.

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