EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los siglos de Acapulco (V)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 12, 2016

Diecinueve y veinte

“Acapulco es un encanto tanto por fuera como por dentro. Ahora se comprende y se disfruta su belleza natural porque el automóvil ha dominado a la Sierra Madre, pero cuando era un puertecillo olvidado al que sólo podía llegarse a lomo de bestias jadeantes o por la vía marítima en barquichuelos endebles o vapores de la línea americana que funcionaba entre San Francisco y Panamá, el aislamiento en que se vivía le daba cierto encanto de joya escondida y engarzada en la ruda montaña”.
“Los viajeros de ahora se fatigan realizando el recorrido por la carretera y experimentan incobrable satisfacción y confortable deleite cuando al tramontar el último baluarte que forma aquel circo gigantesco, súbitamente reciben la sorpresa del bellísimo paisaje marino. Los de la época que recuerda Pintos, entre fines del siglo XIX y principios del XX, mucho más fatigados por las jornadas largas que teníamos que emprender por el sendero escabroso, seguramente que sentíamos más satisfactoriamente el llegar al Raicero, el enorme recibimiento del cielo, mar, montaña, brisa, olor y calor que da Acapulco a sus visitantes como premio de su esfuerzo”.
Dr. Alfonso G. Alarcón (Chil-pancingo 1884-1953). Extracto de su prólogo al libro Acapulco, monografía anecdótica y contemporánea (1949), de Rosendo Chendo Pintos Carballo. Ambos fueron amigos desde la infancia por haberla vivido Alarcón aquí. El chilpancingueño fue un distinguido pediatra mexicano, autor de varios textos sobre el tema. Uno de ellos, El Breviario de Pediatría, fue galardonado en 1935 con la Corona Olímpica otorgada en Bruselas, Bélgica.
Creada a instancias de don Chendo, la Biblioteca de Acapulco lleva el nombre del Dr. Alarcón, rechazado en un principio por la SEP. El señor Pintos se saca entonces un as debajo de la manga para demostrar que el personaje elegido no sabía leer ni escribir ni nada que se le pareciera. El propio secretario de Educación estará de acuerdo con el acapulqueño en que, en efecto, no resultaba sensato bautizar un templo de lectura con el nombre de un analfabeto.

Los que niegan a Acapulco

“¿Y Agustín Ramírez, nuestro Agustín? –se pregunta don Chendo en su texto de 1946)–. Decimos nuestro porque es de aquí y después de deambular por la Metrópoli y algunos estados regresa al puerto, se impresiona con la grandiosidad de su terruño, y salen rápidas sus inspiraciones. Músico poeta, produce Acapul-queña linda, Caleta, Amanecer costeño, etcétera.
“¡Acapulco, puerto de ensueño y leyenda!
¡Acapulco, puerto de fantástica belleza!
Acapulco… todos te cantan. Todos se inspiran con tu salvaje grandeza. No importa que aún haya algunos que por su crasa ignorancia no te comprendan y te nieguen… Pedro negó a Cristo, según la leyenda bíblica… Son las excepciones necesarias que establecen las reglas de tu consagración”. (¡Y aquí siguen, don Chendo!)

Aquí, el periodista non

–“Un baño en Caleta supera a tres inyecciones tónicas”.
Miguel Ordorica (1884-1963). Llamado “el periodista non de América”, Ordorica fue el director fundador del vespertino Últimas Noticias de Excélsior. Fundó también, en la cadena periodística García Valseca, los diarios El Sol de San Luis Potosí y El Sol de Guadalajara. Tipo extraño, dirán de él, porque presumía su orgullo de haber sido amigo de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta.

¡Acapulco, nomás!

“No hay nada más bello que estas costas… Ni la Costa Azul de Italia, ni las muy hermosas playas de Biarritz en el golfo de Gascuña. Ni San Sebastián ni el Cantábrico. Allá castillos almenados, carreteras inmejorables, grandes hoteles, lujo. Aquí la belleza agreste del paisaje, el paisaje único de Acapulco”
Agustín Aragón y Leyva (1870-1954). Maestro, escritor, ingeniero, topógrafo, hidrógrafo, geógrafo astrónomo y geodesta. Sucesor de Gabino Barreda al frente de la escuela filosófica del Positivismo en México. Morelense, fue diputado federal los últimos diez años del porfiriato.

Elogio de Acapulco

Acapulco remoto… meta heroica marina
de las Naos gallardas que venían de China

Acapulco leyenda… Acapulco, alegría
que se lleva en sus ondas nuestra melancolía…

¡Acapulco… una ola… una brisa… una palma…
el calor en el cuerpo… la frescura en el alma!

Acapulco sonoro por el nombre y el mar,
y tan lleno de encantos que aún están sin cantar!

Acapulco sedante… milagroso remedio
para echar en el agua nuestras cargas de tedio

Acapulco, bahía como plata en crisol
en las fraguas ardientes de las puestas de sol

Acapulco, incitante, que promueve la fiesta
y abre los apetitos del amor en la siesta.

Acapulco… un albatros… una vela… una racha
–en la playa ,desnuda, una linda muchacha–

Acapulco: Caleta… Manzanillo… Tambuco…
–una gran tintorera que va tras un cayuco–

Julio Sesto (España 1871-México 1960). Llega al país en 1899 para dedicarse al periodismo, la cátedra y las letras. Colaboró en algunos periódicos de la época: El Hijo del Ahuizote, Diario del Hogar y El Imparcial. Su Elogio de Acapulco aparece como prólogo de su libro La Reina de Acapulco (1935). Otros textos suyos: La agonía del bardo, Los bohemios de la muerte (biografía y anecdotario de cien célebres artistas mexicanos muertos en la pobreza y el abandono), y Azulejos. Poemario este último en el que destaca la que fue popularísima, controvertida etílica y no menos misógina oda a Las Abandonadas. Esa que empieza así:

Cómo me dan pena las abandonadas
que amaron creyendo ser también amadas
y van por la vida llorando un cariño
recordando un hombre y arrastrando un niño

Frente al pelotón…

La manera como Gabriel García Márquez escribió su más famosa novela ya forma parte de la mitología literaria latinoamericana. Así lo describió él mismo:
“Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no solo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuando había leído. Era una especie de terror sin origen.
“De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma, tan intenso y arrasador, que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de felicidad:
–“¡Yo también cuando sea grande voy a matar vacas en la carretera!”
“No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: “Muchos días después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
“Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo llevó el carajo”.
Gabriel García Márquez (1927-1982). Su novela Cien años de soledad se publica en Buenos Aires en 1967, bajo el sello de la editorial Sudamericana y tiraje de ocho mil ejemplares. En 1982 el autor gana el Premio Nobel de Literatura. En 1999, el periódico francés Le Monde ubica la novela en el número 33 de “Los 100 libros del Siglo”. Ha vendido más de 30 millones de ejemplares y se ha traducido en 35 idiomas (Wikipedia).

El Acapulquito de blanco

“Sitio ritual de iniciaciones sentimentales y de lunas de miel, de excursiones familiares y asomos a la farra, de la siempre codiciada aventura de convivir con extraños que terminan pareciéndose tanto a uno mismo, ha definido para varias generaciones el sitio y la ocasión de contento de todo el año. ‘Nos vemos el año que entra, a la misma hora’, se despiden algunos turistas. O la próxima Semana Santa, o el siguiente fin de año.
“Metrópoli del descanso y regocijo, horizonte de ilusiones y sueños, Acapulco es el punto dorado con que el siglo XX mejoró el hosco mapa mexicano. Dura tarea la de configurar el edén para tanta gente, y que cese de sopetón en las temporadas, sobrexcitada y urgida, ávida de todo. Los edenes no suelen recibir el reconocimiento y la gratitud que debieran. Nada tan indispensable como ellos.
José Joaquín Blanco (1951). Cronista chilango, dramaturgo, ensayista, narrador y poeta. Ha colaborado en muchas y variadas publicaciones como El Financiero, El Universal, La Jornada, Nexos y Siempre. Primer lugar en el concurso Punto de Partida (1971). Premio Diana Moreno Toscano a la promesa literaria (1973). Ariel al mejor guión cinematográfico por Frida, naturaleza muerta (1985) compartido con Paul Leduc.

–¡Das ist wunderbar! (¡Esto es maravilloso!)

Dr. Johannes Georg Jakob Preuss (Alemania 1946). Expresión del científico germano al primer contacto con la bahía que venía a estudiar en 1976, tal como lo había hecho su paisano Alejandro de Humboldt en 1803. Doctor de geografía física, geología y ecología se desempeñaba como investigador de la Universidad Johannes Gutemberg de Mugancia (Mainz), Alemania, ciudad donde el orfebre inventó la imprenta de caracteres móviles.
De la estancia del Dr. Preuss en Acapulco, contratado seguramente por el Plan Acapulco de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, da fe un estudio de su autoría titulado Los recursos naturales de relevancia turística en la bahía de Acapulco. Datado en 1976 y citado por los investigadores César Campodónico y Wilson Nery Fernández, en el estudio titulado Crecimiento de Acapulco (1981). Escribe sobre la playa del anfiteatro:
“Observa un largo de 6.7 kilómetros, un ancho medio de 45 metros en una área total de 0. 303 kilómetros cuadrados, de la cual un 63% corresponde a la playa seca y el resto a la húmeda. Predominan arenas gruesas y medias, las primeras generalmente relacionadas con los lugares donde abunda el granito, en tanto que las medias y las finas (estas muy escasas) van asociadas a los materiales metamórficos. Así, Costa Azul y La Condesa tienen arenas gruesas, en tanto que Hornos posee predominantemente medias y finas”
Otro dato importante aportado por el cartógrafo alemán se refiere a la “fosa abisal” de Acapulco (o “fosa marina” o “fosa oceánica”) cuya profundidad calculó en cinco mil metros (la de Japón, por ejemplo es tres veces más profunda). Producto ésta de los fenómenos de subducción durante el contacto entre la placa de Cocos con la Norteamericana –momento en que la primera se introduce debajo de la segunda–, generando los movimientos sísmicos. Se prolonga 230 kilómetros, de Acapulco a Papanoa, cubriendo amplias zonas y períodos de oscilación prolongados. Una intensidad sísmica solo superada por Chile y la Columbia Británica.