EL-SUR

Jueves 30 de Noviembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Los siglos de Acapulco (VII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 26, 2016

Cariño por Acapulco

Verano… y vacaciones. Sí que es verdad que hay gente que para pasar estas fechas le gusta irse a la montaña o al interior…, pero yo desde pequeñito he pasado las vacaciones estivales en la playa: me encanta el mar, la costa y por supuesto, la playa. Y hablar de la playa en México es hablar del destino costero por excelencia del país: Aca-pulco. Creo poder afirmar que todo el mundo conoce el puerto. Y por lo que llevo viendo y viviendo estos años la gente le tiene un especial cariño a Acapulco.
Yo como extranjero que lleva pocos años en el país todavía no se lo tengo e incluso a veces me cuesta entender ese afecto. Se llena de gente, el mar en algunas partes es peligroso para bañarse… con lo que me pregunto… ¿por qué ese amor?.. Luego uno va leyendo y hablando con diferentes personas y vas entendiendo por qué a la gente le gusta Acapulquito, como cariñosamente le llaman al puerto.
En Acapulco es donde mucha gente ha conocido el mar, donde muchísimos niños han pasado sus primeras vacaciones de verano con sus padres y familia, donde han empezado las primeras salidas adolescentes o las primeras escapadas juveniles con l@s amig@s en busca de algún ligue con algún springbreaker, jejeje…el caso es que, en mayor o menor medida, Acapulco forma parte de la vida de la mayoría de los mexicanos, de ahí que se le tenga cariño pues forma parte de uno. (Anónimo).

Acapulco, nunca más bello

Sombras del pasado, la película. El detective privado en retiro, Jeff Baily (Robert Mitchum), recibe la encomienda de una búsqueda y la acepta no obstante estar preparando su boda (Virginia Huston-Ann, la novia). Lo hace nomás porque se trata de alguien a quien debe muchos favores (Whit Sterling-Kirk Douglas). Un mafioso neoyorquino a quien su amante (Katie Moffat-Jane Greer) le descerrajó cuatro tiros con su propia pistola, solo uno en el blanco. Por los nervios, la mujer cargará al huir con una bolsa de papel de estraza cuyo contenido no eran hamburguesas, como hambrienta lo pensó, sino 40 mil dólares.

La cacería

No tocarle a la dama ni un pelo, será la primera instrucción para el detective, y es que el ofendido desea matarla con sus propias manos, dice. Bailey cavila dónde puede pasar inadvertida una mujer hermosa, querendona y con muchos dólares. Y en su mente se retrata automáticamente la bahía de Acapulco. Y hacia acá se deja venir.
Ya aquí la localización será rápida, lo mismo que la ruptura del turrón. No obstante que se precia de ser un profesional insobornable, la belleza serena de aquella dama, dueña de un señorío que destila veneno puro, le remueve la testosterona y todo lo demás. Ayudará, por supuesto, el embrujo de un Acapulco aún virginal, el oleaje ritmico, la brisa cachonda y la ginebra con agua de coco. ¡Y es que uno no es de palo!, se justifica para sí el investigador.
Ambos regresan más tarde a Nueva York para enfrentar, él a la novia dejada, ella al mafioso herido y robado. Tratándose de cine negro como el café, la pantalla se teñirá de sangre en varias ocasiones.
Retorno al Pasado

Tal sería la sinopsis de la película Retorno al pasado (Out of the past, 1947) dirigida por Jacques Tourneur. También con la presencia de una flacucha Rhonda Fleming y Richard Webb .

La crítica

1.-Algunos críticos consideraron a Retorno al pasado como una de las 10 obras maestras del cine negro, además de ubicarla entre las 100 mejores de toda la cinematografía estadunidense.
2.- Cinta con el apacible entorno de un tranquilo pueblo cercano al lago Tahoe, a los sombríos ambientes de Nueva York y hasta el paradisiaco Acapulco, parte correspondiente a uno de los flashback más bellos en la historia del arte”. (flashback: vuelta rápida y repentina al pasado).
3.-Mi opinión es que hay mucho de cierto bajo el obligado disfraz que imponme el destino. A destacar igualmente un guión muy preciso, salvo quizás un par de giros un poco bruscos, unos diálogos tremendos, a su trío de actores protagonistas y una fotografía preciosa. Nunca Acapulco se verá más bello y especial.

Robert Mitchum

Robert Mitchum se volverá adicto a Acapulco por serlo de la yerba de su adicción temprana y cuyo nombre disputará alguna vez. La mariguana era para él simplemente “oro azteca”. La procedente de la sierra de Petatlán llegará a ser con los años la famosa “Acapulco Gold”, considerada como la de mayor calidad en el mundo. Favorita de rockeros y entre ellos Los Beatles, compositores, músicos, actores, soldados, iluminados, cantantes, estudiantes, policías, vagos, periodistas y en general de gente relacionada con el arte, la cultura, la política y los bajos fondos. Ora que Mitchum, con su apariencia indolente y despreocupada, su fumar y beber constantes tenía una salida: “el oro azteca no me domina, bien puedo pasarla sin él”. Tan airosa como falsa.
Amanecer en Acapulco

“Hay cosas que el chilango debe hacer por lo menos una vez en su vida. Ir a Teotihuacan, por ejemplo, al Templo Mayor. Comer unas enchiladas campesinas en Sanborns de Los Azulejos o, bien, unos chiles en nogada en la Fonda de Santo Domingo. Y presenciar el grito de independencia ya desde la plancha del Zócalo, ya desde un balcón del Gran Hotel de México.
“Otro clásico es despertarse, después de una borrachera en la capital, con unas gringas en Acapulco. Y hablarle por teléfono a la novia o esposa, según sea el caso, para darle el más absurdo de los pretextos del por qué, a media semana, con ropa y zapatos de vestir –¿toda ropa y zapatos son de vestir?–, uno se encuentra en la playa…
También para ser chilango de pura cepa, hay que asistir siquiera a un partido de futbol en el estadio Azteca –aunque el Atlante ya juegue en Cancún en la Liga de Ascenso–, o a una corrida de toros en la Plaza México, a pesar de que ahí solo se lidian novillos engordados y despuntados con el beneplácito de las autoridades. Y lo mejor: decir que los tacos de cochinita pibil que se vendían afuera del Parque del Seguro Social –que ya no existe–, eran más sabrosos que los de La Chaya Maya, de Mérida, Yucatán.
De cómo convertirse en un chilango de pura cepa (selección)
Marcial Fernández, El Econo-mista.

La Flor de Acapulco

“Ese año comenzó mal para los niños. Habían iniciado apenas las clases cuando entendimos que rozábamos nuestra permanencia en la Argentina. El país chorreaba sangre y mugre por todos sus agujeros y se hacía difícil comer, dormir, respirar incluso, sin sentir palpitar el horror en las sienes….
En octubre salimos para México. Carlos, arriesgada y generosamente, había marchado quince días antes para buscar un lugar donde hacer recalar a la familia, mientras se desplazaba con un Volkswagen rentado para realizar las cincuenta y dos entrevistas laborales que nos garantizaran las visas de permanencia.
Parias absolutos, perdidos en el espacio, llegamos al apartamento transitorio en el cual nos instalaríamos, comencé a desarmar las valijas. Saqué de ellas la ropa, los tres tomos de Freud, dos cuadritos, un manojo de espigas de la última cosecha que mi padre había realizado en el campo antes de morir, los juguetes y, por ultimo, la ropa.
Entre sacos y pantalones, faldas y vestidos, suéter y medias, una flor de organza celeste, extraño objeto insospechado emergió imprevistamente del bolsillo de la valija. Carlos se demudó, y demandó, con tono contenido, qué era esa extraña cosa inesperada, en medio de tanto gris, azul, marrón y blanco… Respondí con absoluta inocencia y una cara falsamente radiante: “es por si algún día íbamos a Acapulco… quería tener algo bonito para ponerme”. Desencajado me respondió que aun no teníamos visa ni trabajo ni casa ni medios para sostenernos, y cómo se me ocurría tamaño despropósito… Terminamos llorando, los dos abrazados.
Un año después usé mi flor en Acapulco, y Carlos se puso un saco blanco de verano que habíamos traído de Buenos Aires. El exilio se convirtió, por esa anoche, en una película del cincuenta, en la cual Jorge Negrete y María Félix, exiliados y psicoanalistas, tomaron sus margaritas con velas y mariachis a la orilla de un mar que no reflejaba la Cruz del Sur.
Mis hijos, ya adultos, siguen llamando “la flor de Acapulco” a todo proyecto que aun pareciendo inviable, permite sostener el optimismo ante la adversidad.
Silvia Bleichmar, (Argentina, Bahía Blanca 1944-Buenos Aires, 2007) doctora en psicoanálisis, psicóloga y socióloga, escritora y ensayista. Recibió el premio Koner 2006 “A lo mejor de Argentina”. Además de una docena de obras sobre sus especialidades, escribió Dolor de país y No me hubiera gustado morir en los noventa. La familia permaneció en México hasta 1984. Fragmentos del texto La Flor de Acapulco, publicado en el libro Escritoras argentinas entre límites. Ediciones IMFC, Buenos Aires 2007.

Todos queremos a Acapulco

Acapulco no es nada más de los guerrerenses. La inmensa mayoría de los mexicanos queremos a este puerto, nos gusta, tenemos recuerdos maravillosos. Yo soy de una parte semidesértica, yo nací en Saltillo, y la primera vez que vi el mar lo vi aquí. En Saltillo no hay mar pues p’a que me entiendan, pero la primera vez que lo vi lo vi aquí.
Tengo un recuerdo extraordinario de cuando yo era adolescente y conocí el mar. Y el número de veces que he estado aquí es extraordinario, y yo puedo decir, sin dejar de reconocer los problemas que vive Guerrero, que es un estado y una ciudad maravillosa.
Dr. José Narro Robles (Saltillo, Coahuila, 1948), secretario de Salud del gobierno de la República, ex rector de la UNAM. Palabras pronunciadas durante la apertura de la 27ª. Sesión del Consejo Mexicano de Arbitraje Médico, celebrada aquí este 20 de mayo pasado.

Una noche en Acapulco. Linda flor tropical

La obra musical de Pedro Galindo va del más exaltado nacionalismo patriotero con Viva México (¡Soy puro mexicano…) a la religiosa imploración amorosa de Virgen de Medianoche. Hecha para El Jefe, Daniel Santos, y para nadie más… El también autor de Mi Preferida, interpretada por él mismo en Juan Charrasqueado, tomará actualidad en 2003. Cuando Quentin Tarantino, “guerrerense honoris causa”, use su Malagueña (en coautoría con el veracruzano Elpidio Ramírez), para fondear las escenas sangrientas de la cinta Kill Bill 2.
El capitalino Galindo produce en 1951 la película Serenata en Acapulco, dirigida por Chano Urueta, encargándose él mismo de musicalizarla. Serán dos temas, uno con el mismo nombre de la cinta y otra titulada Linda flor tropical. Ambos interpretados por el galán Raúl Ramírez, un tenor francamente desangelado y por ello sin suerte. Actúan, también, Martha Roth (“en Acapulco una se queda muda frente a tanta grandeza”, ella lo dice), Andrés Soler, Roberto Romaña (Carta Brava), Óscar Ortiz de Pinedo y Borolas.
La película se desarrolla en el Hotel Casablanca, en cuyo cabaret tiene lugar la “serenata en Acapulco” con la presencia de los tríos Los Calavera (Acapulqueña y Caleta) y Los Diamantes (Vereda Tropical). María Victoria, Pérez Prado, el ballet de Chelo Larué y las Dolly Sisters.

Una noche en Acapulco

Acapulco luminoso / donde yo vengo a soñar / al embrujo de tus playas / la luna y el mar
Las palmeras cadenciosas / con la brisa tropical / y la luz de los luceros / yo te vengo a esperar/
Una noche en Acapulco / serenata entre tu y yo / juntaremos nuestra almas / a solas los dos /

Linda flor tropical

Ven, linda flor tropical / ven muy juntito de mí / a escuchar mi cantar /
Ven, en el fondo del mar / una perla encontré / y la pesqué para ti/
Oye como cantan las olas / oye mi amorosa canción, /
Linda flor tropical / eres reina del mar / eres mi inspiración.