EL-SUR

Miércoles 08 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los siglos de Acapulco (VIII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Junio 02, 2016

A la memoria de Eloína López Cano de Morales, amiga, periodista, gran señora. Descanse en paz.

Acapulco, fama y tradición

“De niño yo soñaba con conocer Acapulco y bañarme en sus playas. Hoy, finalmente, lo veo cumplido. El nombre de Acapulco tiene gran resonancia en mi país por su importante tradición turística. He escuchado decir que la fama de Acapulco le viene de 50 años para acá y están totalmente equivocados. Acapulco tiene fama y tradición seculares en todo el mundo. Y muy particularmente en Corea, mi país”.
“Por cierto, el primer contacto entre México y Corea se remonta a 1905 cuando llegaron a Salina Cruz mil 33 coreanos para trabajar en las haciendas henequeneras de Yucatán, movimiento migratorio del que se quedaron aquí de 30 a 40 mil descendientes. Ahora que las relaciones oficiales entre ambos países se formalizaron el 26 de enero de 1962. México y Corea son herederos de civilizaciones milenarias, comparten valores ancestrales y dan gran importancia a la unión familiar, es un gran país”.

Won Jong-chan, embajador en 2006 de la República de Corea en México. De visita en Acapulco en octubre de ese año, entrevistado por una reportera de esta casa.

Un poco de sol

Luego de una larga y penosa trashumancia por Gran Bretaña y Estados Unidos, el poeta sevillano Luis Cernuda llega a Acapulco. Viene en busca de su idioma y el clima de su tierra. Aquí los encontrará. La gente hablando español y el clima cálido añorado de sus días en la playa de Valencia, frente al Mediterráneo. “Un poco de sol puede consolarme de tantas cosas”, confiesa corriendo 1949.
Un año más tarde regresa al puerto y habrá una tercera visita en 1951. Será entonces cuando ya no quiera irse de aquí. Cuando encuentre en La Roqueta el cuerpo del deseo de un joven fisicoculturista llamado Salvador (se conocerá más tarde que respondía al nombre de Salvador Alighieri). Aun cuando Cernuda era un señor de casi 50 años, la pasión por Alighieri lo hizo declarar en Historial de un libro:
“Creo que ninguna otra vez estuve, si no tan enamorado, tan bien enamorado, como acaso pueda entreverse en los 16 Poemas para un cuerpo que dieron expresión a dicha experiencia tardía. Más al llamarla tardía debo añadir que jamás en mi juventud me sentí tan joven como en aquellos días en México”. No obstante, el propio poeta escribirá más tarde en Despedida, uno de sus poemas más célebres:
Mano de viejo mancha
el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
El viejo debe pasar de largo a tentación tardía

Luis Cernuda Bidou (Sevilla 1902-México 1963). Poeta y crítico literario español. Estudia Derecho en la Universidad de Sevilla. Miembro de la llamada Generación del 27. A la muerte de Federico García Lorca escribe la elegía A un poeta muerto, cuyos dos últimos párrafos fueron censurados. Entre sus obras Los placeres del deseo, La realidad del deseo y los citados Poemas para el cuerpo. (El Salvador de Cernuda, por Sergio Téllez-Pon, Confabulario de El Universal) .
Demasiada belleza

“Al otro día de mi llegada al puerto, desde el piso 26 del Crowne Plaza observé por la ventana el paisaje marino y de ciudad balneario y me dije:
–¡Dios mío, esto no puede ser… es demasiada belleza”!
“Acapulco no es una ciudad cara, para nada, mucho más barata que Chile (exceptuando lo electrónico y parte del vestuario). Ciudad que invita al romanticismo. Tiene algo especial, algo mágico, tanto que ni una ciudad tan maravillosa como Río ha podido competir con ella. No por nada se han hecho aquí 440 películas. Los mexicanos son amables, simpáticos, conversadores, sencillos y muy querendones de su tierra. El ¡Viva México! aflora en cualquier momento”.

Pedro Serrazi Ahumada (Chañaral, Chile 1944). Escritor, poeta y periodista chileno. Autor de varias novelas y cuentos premiados en certámenes locales e internacionales. Incluido entre los escritores atacameños (de Atacama, Chile) en la Enciclopedia Británica y antolo-gías estadunidenses. Asistió al XXVIII Encuentro Mundial de Poetas, celebrado en este puerto.

Acapulco, espejismo, seducción

“Durante mi niñez, adolescencia y primera juventud Acapulco fue para mí, como para millones de mexicanos, espejismo, espacio para la seducción y aprender algunas realidades de la vida: contacto con las buenas maneras, advertencia sobre las consecuencias de los abusos”.
“Nunca nadie me solicitó identificarme, ni siquiera en la recepción de un hotel, cuando cesaron las invitaciones a la casa de Enrique Aburto. Jamás sentí temor, salvo por el mar al que es necesario aprender a respetar. No faltaron los revolcones de agua y arena en Puerto Marqués, o mi admiración al ver a los escuincles nadar en Pie de la Cuesta, o La Quebrada y los clavadistas, por ahí inmortalizados en películas mexicanas y estadunidenses”.

Gregorio Ortega Molina. Periodista, ensayista y novelista. Ha colaborado en los más importantes diarios y revistas de México. Director de noticias de TV Azteca y actualmente colaborador de Al Momento, noticias. Autor de Los Círculos del Poder y Crímenes de Familia, entre muchos otros títulos.

Casa en Acapulco

–Sólo nos falta una casa en Acapulco para ser una pareja, además de muy feliz, totalmente internacional –susurra Gloria Rubio Alatorre al oído de su más reciente marido. Éste, no obstante ser un “pinche viejo tacaño”, como ella, veracruzana, lo denuesta en silencio, se dispone solícito a complacerla. “Una casa única para una mujer única”, demanda Loel Guinnes y lo envían con el arquitecto mexicano Luis Barragán. Este no puede complacerlo pero le recomienda a un alumno aventajado, el arquitecto tapatío Marco Antonio Aldaco.
El joven Aldaco acepta el de-safío y para afrontarlo se inspira en las formas escultóricas de su maestro y en las cabañas de palapa características del puerto. “Construye la más fabulosa de las villas nunca antes vista, logrando con ella una merecida fama internacional que reforzará con otra casa en Costa Careyes, Jalisco, que dará nombre a un estilo arquitectónico, Careyes. (El Informador MX de Guadalajara).
Gloria Rubio de Guinness (1912-1980), la mexicana considerada a mitad del siglo pasado como “la mujer más elegante del mundo”, se encargará de decorar su casa de Acapulco, diseñando incluso algunos de sus muebles. “Todo auténticamente mexicano excepto el marido inglés”, aclaraba sonriente. Loel Guinness lo era, efectivamente, ex parlamentario de la Gran Bretaña dedicado a los bienes raíces y a la banca. Pertenecía a la dinastía de nobles irlandeses famosos creadores de la cerveza negra Guinness. Con más de dos siglos de existencia. A partir de aquella su cuarta unión matrimonial, en 1951, la mujer será simplemente Gloria Guinness.

Otras casas

Los otros domicilios de los Guinness se ubicaban en Nueva York (departamento en Waldorf Towers, Manhatan); residencia de siete pisos en París; en Suiza: granja de siglo XVIII cerca de Lausana; Normandía (residencia y criadero de caballos); en Lake Worth, Florida (mansión y campo de golf). La pareja surcaba el Mediterráneo en un yate de 350 toneladas e iban y venían en su flota aérea compuesta por dos aviones y un helicóptero. La señora nunca viajó con maletas pues en cada domicilio guardaba la ropa apropiada para la temporada en curso.

Así era ella

Morena, alta, delgada y hermosa, Gloria Guinness se dejaba vestir únicamente por Dior, Chanel, Saint-Laurent, Valentino, Halston y Givenchy, aunque sus preferidos eran los españoles Antonio del Castillo y Cristóbal Balenciaga. “La mujer – decía ella, a propósito–, no siempre debe vestirse para levantar envidias en otras mujeres, debe hacerlo para sostener la atracción de su marido”. Y remataba:” El trabajo de la mujer es complacer a su hombre”. La señora Guinness no estaba reñida con el vestido casual y lo demostrará usando los pantalones Capri de Emilio Pucci. Eso sí, será intransigente en cuanto a los hot pants: “Odio esas malditas cosas, excepto en Brigitte Bardot”
Mujer de su época, la Gloria periodista abordó en su columna de Harper’s Bazaar temas del momento, siempre con actitud liberal, de avanzada. Temas como el de la mariguana, la guerra de Vietnam y la demonizada reunión juvenil de Woodstock. Sabía bien diferenciar lo elegante de lo chic. “La elegancia – escribió–, es un regalo de la naturaleza, lo chic es una moda, una actitud bien estudiada, un arraigado sentido del exhibicionismo. Ambas cosas soy yo”. Su rostro sereno será portada frecuente de revistas femeninas, particularmente Vogue. Su amigo el novelista Truman Capote (“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”) la consideraba una de sus tres cisnes: “por su cabello negro como la seda, sus cejas bien delineadas y su largo y esbelto cuello”. Los otros dos eran la estadunidense Babe Paley y la italiana Marella Agnelli.
El autor de A sangre fría y Desayuno en Tiffany’s reunirá a sus tres cisnes en su famosa fiesta anual, en el Black & White Ball del hotel Plaza de Nueva York, que convocaba a la crema y nata de la high society neoyorquina y particularmente a su refinada jotería. La grande entree de Gloria al recinto enmudece a la concurrencia quedando arrinconadas sus rivales. Ella lucía un vestido muy sencillo pero de su cuello de cisne colgaba un collar cuajado de diamantes y esmeraldas y sus ojos escondidos tras un antifaz negro. Será la reina indiscutida de la noche.

Nada que ponerse

Los Guinness están invitados a cenar con amigos. El hombre apresura a la esposa porque están citados a las 9 y ya son pasadas.
–¡Si no estás listas ahora mismo me voy solo –amenaza Loel.
–Paciencia, Lo –le responde. Y es que por más que busco no tengo materialmente nada que ponerme.
El parlamentario inglés lanza un ¡joder!, aprendido seguramente en Acapulco, para echarle en cara a la mujer que los closets de sus cinco residencias están repletos. ¿Por qué todas las mujeres dicen que no tienen nada que ponerse? ¡Vas o no vas!, lanza un ultimátum ahora desde la salida.
Ella lo alcanza cuando el auto ya está en marcha. Va envuelta totalmente en un abrigo de mink. El furfulla algo ininteligible.
Llegan a su destino y el criado de la casa procede a tomar el abrigo de la dama. Pero ¡oh, sorpresa!, ella viste únicamente ropa interior, eso sí, finísima. El marido, a punto del soponcio; los anfitriones e invitados festejan la puntada a los que los tiene acostumbrados Gloria.
–¿Pero es que te has vuelto loca, mujer? La flema del inglés lo atraganta y en aquel momento lo único que desea es ponerle, además del abrigo, la mano encima. El se contiene. Ella insiste en su reproche que ya desde entonces era universal.
–¿No te dije que no tenía nada que ponerme?

Las más elegantes

La estadunidense Eleanor Lambert, imparcial árbitro de la moda y creadora de “la lista de las mejores vestidas”, incluirá a Gloria en ellas entre 1959 y 1963. La llamará, incluso, “la mujer más elegante del mundo”. La propia Guinness integrará más tarde, con la duquesa de Windsor y Jacqueline de Onassis, el trío de socialités declaradas por la revista Time “las tres mujeres más elegantes del mundo”. En rigor, la veracruzana será ubicada atrás de Jacqueline.
En Acapulco, vistiendo ligera bata amuzga, Gloria se dará tiempo para preparar algunas donaciones para el museo londinense “Victoria y Alberto”, dedicado a las artes decorativas y bellas artes. Entre la ropa, sombreros y zapatos destinados a esa institución, figura un vestido de noche de Marcelle Chaumont. El diseñador francés, que tuvo como cortador a Pierre Cardin, cerró su establecimiento a finales de los 40 por lo que no participará en el Olimpo de la costura del medio siglo. Trajes de Balenciaga y Elsa Schiaparelli destinará Gloria al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

El vestido de Chaumont

Vestido de noche de organza blanca. La falda del talle está pintada completamente a mano por el propio Chaumont, con un diseño de oro de cintas y lazos. El corpiño finamente escondido, deshuesadas las costuras, con un volante recogido en la parte superior. Tiene un cierre de cremallera lateral. Lleva una falda de organdí blanco adjunta a la vestimenta, en la punta de la blusa también deshuesada. Cinturón de organza blanca. Sus medidas en centímetros: busto, 88; cintura, 69, circunferencia con dobladillo, 250.

Los matrimonios

Gloria Rubio se casa a los 20 años con el holandés Jacob Hendrik Scholtens, de 47, superintendente de un ingenio azucarero, con divorcio casi inmediato. Pasados dos años contrae matrimonio con el príncipe Franz Egon Von Fustenberg, con quien procrea a sus dos únicos hijos, Franz y Dolores. Se divorcia para casarse con el príncipe Ahmed Abu-El- Fotouh Farky Bey, nieto del rey Fuad de Egipto y sobrino de la princesa Fawzá, primera esposa del Sha de Irán. Amigos de la veracruzana bromeaban con ella encontrándole enorme parecido con Nefertiti, la reina egipcia. Y sí. Vendrá el cuarto al bat y pegará de jonrón. Su nombre, Loel Guinness, banquero inglés, a quien se une en Antibes, Francia, en 1951.

Gloria, espía

La modelo neoyorquina Aline Grifith es reclutada por la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), para espiar en España a los alemanes moviéndose como en casa. La gringuita se echa al plato, llegando llegando, al conde de Romanones, de quien hereda fortuna y título de condesa. Conoce necesariamente en aquel ambiente a Gloria Rubio, casada entonces con el príncipe Von Fustemberg, a quien liga, cierto o no, con el espionaje alemán. La condesa de Romanones escribe por lo menos tres libros sobre sus aventuras como espía aliada. Menciona en alguno de ellos a Gloria como espía al servicio de la Alemania nazi, llevándose incluso de piquetes de ombligo con el gordo Goering. Nunca nadie tomará en serio a la prolífica señora Grifith.

El final

Poco antes de morir, Gloria Guinness concede una entrevista a la revista Woman Wear Daily y en ella se declara ajena al mundo que vive. Se manifiesta, además de cansada, desencantada de esta vida. Sus querellas: “Esta vida ya no es como la de antes… nadie hace grandes entradas a un baile o a un restaurante… todo mundo grita y no platica… en las discotecas todo es oscuro… ya nadie practica el arte del flirteo… de ver y ser vistos… ya nadie nota siquiera qué diseñador de alta costura realizó tu vestido… esta ya no es la vida que yo deseo seguir viviendo”.
Gloria Guinness muere a los 67 años el 9 de diciembre de 1980, en la villa Zanroc en Epalinges, Suiza. Por su parte, Loel Guinness fallece a los 82 en Houston, Texas, infartado como su esposa, el 31 de diciembre de 1988. Ambos descansan en el cementerio de Bois de Vauz de Lausana, Suiza.
No faltarán, en el caso de Gloria, quienes hablen de suicidio. Ello habida cuenta de que la mujer declaraba insistentemente no estar dispuesta a soportar tres cosas: envejecer, engordar y perder al tacaño de su marido.