EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los sobrevivientes de Ayotzinapa (3)

Tryno Maldonado

Abril 03, 2019

A mí me dicen Tona. Es en la semana de prueba cuando se ponen los apodos. Fue por el pueblo donde yo vivo. Se llama Tonalá, municipio de Ayutla, Guerrero.
Cuando regresé a la normal, el día 27 de septiembre por la noche (después de los ataques a los normalistas en Iguala), ya había mucha gente. Estaba mi papá. Me dijo que me fuera con él a la casa. Que no quería que me pasara algo. Le dije que no quería. Ya le había agarrado cariño a la normal. Y a mis compañeros. Las costumbre de ir a trabajar juntos al campo, a la porqueriza, a módulos de producción…, todo, pues. Agarramos aprecio. Fue difícil. Pero le dije a mi papá que no quería dejarlos. Que si yo estuviera desaparecido a él no le hubiera gustado que todos mis compañeros se fueran y que no estuvieran aquí, buscándome, que se hubiera quedado sola la escuela… Me abrazó. Me dijo que me cuidara mucho.
“¿Y mi hijo dónde está?”, me preguntaban los demás padres de familia que sabían que me llevaba con sus hijos. Y no supe qué contestar. Me quedé callado y sin saber qué responder. Ni dónde están, ni qué pasó con ellos. El día 26 nos separamos. Cada quien corrió por donde pudo. Y a los demás sí se los llevaron.
No podíamos dormir. Recordando sólo eso. La noche. La tragedia. Recordar los gritos. Se me viene a la mente todo eso. Entrar al cubi, al dormitorio en donde convivíamos con los compas y recordar que un día antes estábamos echando relajo, riéndonos, diciéndonos de cosas… como adolescentes, pues. Como jóvenes. Nunca pensamos que iba a pasarnos eso.
Giovani Galindez Guerrero. Uno de los 43 desaparecidos. Uno que siempre he recordado. Mi hermano. A él siempre, pues, lo he recordado. Nos llevábamos bien chido. Sus cosas aquí se quedaron. Ahí en las cavernas. Se sentía un gran vacío por ellos. En mi dormitorio además estaban el Reloj, el Oaxaco, Espinoza, uno de Tlapa y el Diablo. Nos hicieron mucha falta. Cuando regresamos no podíamos estar ya ahí. Lo que hacíamos era ir a hacer guardias a cualquier punto de la normal o salirnos de ahí. No podíamos estar con el recuerdo. Viendo sus cosas, que estaban intactas. Nosotros las ordenamos y las guardamos. En mi cubi quedamos tres sobrevivientes.
No quería que mi mamá estuviera llorando. Ella me decía que ya no regresara a la normal. O que me fuera a estudiar otra cosa. Le dije que no, que no podía. Que me comprendiera que no podía dejar esto. Que si sobreviví fue por algo. Que no podía dejar así a mis compas. Que si nos iba a tocar iba a ser en cualquier parte. Que ella lo iba a saber.
Soñaba que andábamos trabajando. Soñaba que estábamos allá en el 26 (de septiembre de 2014). Cuando estábamos gritando. Cuando cayó Aldo (Gutiérrez: herido de bala en la cabeza y en estado de coma hasta el día de hoy) y corrimos a verlo. Todo eso. Desde el principio. Es muy difícil superarlo. Nunca recibimos atención sicológica. Dicen que es bueno escribirlo. O contárselo a alguien para no quedarse con ese recuerdo. Pero fue muy difícil. Es algo que queda marcado. Solamente escribo lo que pasó. Lo que sentí en ese momento. Lo que pasó ese día. A veces no le daba sentido a mis palabras. A pesar de que haya pasado el tiempo. Es difícil sacar tantas palabras para describir lo que pasó… Y el sentir cuando yo estaba allá. Es muy difícil aún.
Venían muchas personas a la normal. Querían nuestros testimonios. Porque nosotros éramos los sobrevivientes y esto y lo otro… Nos presionaban mucho. Sí… y a veces no había confianza. Porque aparte teníamos miedo. El miedo nunca se fue. Ahí estaba. Solamente resistimos. Y aún así, aquí nos quedamos. Tal vez nos cohibían. Nos hacían a veces preguntas incoherentes. Me llegó a molestar que me preguntaran: “¿Ustedes creen que el gobierno tuvo la culpa? ¿Por qué?” Si sabemos claramente que es una escuela de lucha. Que ha tenido bajas anteriormente. Por sólo mencionar el 12 de diciembre (de 2011, en que los normalistas Jorge Alexis Herrera y Gabriel Echeverría fueron asesinados en un desalojo por la Policía Federal en Chilpancingo). El gobierno siempre ha oprimido a los normalistas. No solamente de Guerrero, también de otros estados.
Esta generación es muy diferente a otras. Nos siguen faltando los chavos. De nuestra generación nos quitaron a 43 chavos. Eso siempre va a quedar marcado. No nos olvidamos.
Cambiar lo que pasó la noche del 26 de septiembre no se podría. Solamente decir palabras. Uno no sabe las cosas que van a pasar a futuro. Por eso a veces no dice esas palabras. O por lo que vayan a decir aquí, que uno es gay, por los sentimientos, o que uno tiene que ser muy acá. Se puede decir “compa”, pero no decir “te quiero”. A Giovani se lo hubiera dicho si pudiera regresar. Te quiero. Ese 26 de septiembre yo me subí al tercer autobús. Donde estaba Giovani. El Estrella de Oro de donde bajaron y se llevaron a todos los chavos. Me subí al pasillo y él estaba por entrar a los asientos. Él me dijo: “Tona, ya no te bajes, te van a matar”. Lo que yo hubiera querido decir es que se bajara. Gritarle que se bajara. Él tenía miedo. Miedo de lo que fuera a pasar, porque la policía ya nos iban tirando balazos. Si yo volviera el tiempo le diría que se bajara y se fuera conmigo.
Eso es lo que yo hubiera querido. Pero no le pude decir nada. Me quedé callado. Solamente viéndolo. Y me bajé. Fue cuando nos atravesaron la patrulla, cuando nos colapsaron, cuando llegaron por adelante y por atrás y empezaron los balazos y le dieron el balazo en la cabeza a Aldo.