EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas en el Congreso del Estado

Arturo Martínez Núñez

Marzo 04, 2020

 

México ha ingresado en una nueva fase de su historia política, económica y social. Concluye un régimen y pretendemos construir uno diferente, sustentado en un nuevo tejido social que refuerce la soberanía popular, el poder de la sociedad; que cancele la dominación y los métodos y formas autoritarias de ejercer el poder. Intentamos construir ciudadanía, instituciones participativas, recrear la igualdad de poderes, el federalismo democrático y cancelar para siempre las oprobiosas formas de represión. En la convivencia y la pluralidad creamos y renovamos una dinámica social e institucional que poco a poco va reconsiderando los referentes ideológicos del ejercicio de la política; de la orientación institucional, de la manera de gobernar; y del papel de la participación social a lo largo de la historia.
El 1 de julio de 2018 marcó el momento de un cambio que cimbra las bases estructurales de la relación entre autoridades y ciudadanía, cuestiona el objeto y uso del poder público, y ubica a la ciudadanía como protagonista en un proyecto de construcción que tiene como columna vertebral el ejercicio pleno de las libertades y los derechos humanos, en la perspectiva de la construcción de una sociedad igualitaria.
Este proceso, que será largo y arduo, se encuentra marcado –entre otros aspectos no menos importantes– por la revisión y reconsideración de la historia oficial; de la revisión de los hechos, que nos permita a la sociedad en su conjunto reencontrarnos con la verdad a través de una visión objetiva y científica de una realidad que en mucho ha sido tergiversada por la visión de quienes ostentaban el poder para dictar su interpretación.
En esta tesitura, hoy toca honrar la memoria de dos luchadores sociales –como lo fueron Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos–, que afrontaron y confrontaron en Guerrero un estado de excepción durante la llamada guerra sucia; cuyo legado debe ser reconocido y valorado como elemento fundante en el proceso contemporáneo de democratización del país y particularmente de Guerrero.
Para entender el significado de estos movimientos armados, vale la pena recordar al gran Carlos Montemayor a diez años de su muerte cuando afirmaba: “Pensamos que cuando un grupo toma las armas la violencia se desata. Se nos olvida que hay una violencia anterior, una violencia que se ejerce de manera despiadada; es la violencia del hambre, la violencia del despojo, la violencia de la represión y la explotación, la violencia de la falta absoluta de justicia, la violencia de la corrupción, la violencia de los asesinatos y las desapariciones políticas. (…), la inconformidad social no inicia la violencia; por el contrario, surge para que esa violencia previa cese. (…) Los movimientos armados son solamente la fase final de una despiadada violencia social; por lo tanto (cuestionar) la etiqueta de legítimo o ilegítimo sirve para instrumentar políticas represivas de corte policiaco o militar, pero no sirve para los cambios que se requieren para impedir el estallido de esos conflictos sociales”.
La respuesta del Estado fue la contrainsurgencia constituida bajo los principios de contención y aniquilamiento de los grupos insurgentes a través del combate directo, sin tener que establecer un debate ideológico. Sistemáticamente, el Estado se refería a esos grupos armados con el calificativo de “fascinerosos”, “robavacas”, “forajidos” y “vulgares delincuentes”, dándoles de entrada una connotación negativa que le permitía justificar la acción contrainsurgente. “No había en el México de ese momento la cultura de los derechos humanos, menos aún se había configurado organización o grupo que realizara labor en esta materia; es decir, el Estado le dio a su Ejército vía libre para cometer toda clase de excesos, y con la asistencia de altos mandos de corporaciones policiacas se llevaron a cabo detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas”.
De esta manera, la narrativa oficial en México y en Guerrero en particular, ha negado el registro histórico de un capítulo de suyo vergonzoso. No obstante, bajo una revaloración de la historia, desde una mirada con estricto rigor objetivo, tenemos que reconocer que los movimientos de masas de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, sumados en su momento al contexto nacional protagonizado por la lucha magisterial, la lucha ferrocarrilera y por el movimiento estudiantil de 1968, entre otras, fueron clave en la conformación de la memoria colectiva de los grandes movimientos sociales que han dado lugar a la transformación democrática que hoy vivimos en el país. Las luchas sociales y las amplias movilizaciones ciudadanas –impulsadas desde la Izquierda– de principios de siglo que empujaron los cambios democráticos que hoy vivimos, sin duda han tenido su asidero libertario en el espíritu infranqueable de rebeldía de Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas.
Bajo esta perspectiva, en el marco de un proceso de transformación social destinado a la construcción de un nuevo régimen para el país, no se puede menos que reconocer el papel fundacional que históricamente cumplieron estos dos importantes personajes en la construcción de la democracia en México, por lo que resulta necesario honrar su memoria inscribiendo en el muro de honor del Congreso del Estado de Guerrero sus nombres.