Gaspard Estrada
Enero 09, 2019
El pasado sábado se llevó a cabo la octava jornada de protesta de los “chalecos amarillos” en París y en provincia. Entre las múltiples acciones violentas que se produjeron en las calles, dos alcaldías, una prefectura de región (el equivalente a la delegación del gobierno federal en un estado) y la sede del ministerio a cargo de la vocería del gobierno fueron objeto de ataques por parte de los manifestantes. Lo interesante de estas protestas es que si bien el número de personas movilizadas ha ido a la baja semana tras semana, su intensidad no ha cesado: más bien, está a la alza, y nada dice que desaparezca en el corto plazo. El problema desde el inicio de este movimiento ha residido en la ausencia de liderazgos que le den cuerpo a sus demandas, que siguen siendo múltiples, a pesar del hecho que su cercanía con la extrema derecha se ha acentuado en las últimas semanas. En efecto, durante las últimas protestas, ha sido posible escuchar palabras de orden claramente antisemitas, y en contra de la democracia representativa francesa. Para el presidente Emmanuel Macron, esta multiplicación incontrolada de protestas sin líderes definidos y sin una agenda política clara no podría caer en un peor momento.
Desde su llegada al poder, en junio del 2017, Macron había hecho de la agenda de reformas el corazón de sus batallas. Estas reformas debían llevarse a cabo simultáneamente en Francia como en el seno de la Unión Europea, para que se retroalimenten y permitan darle un giro a la conducción política y económica del país y del bloque. En ese sentido, Macron llevó a cabo una serie de reformas económicas, en aras de ganar credibilidad frente a sus socios europeos, en particular Alemania. Gracias a estas iniciativas, que le permitirían a Francia reencontrar su dinamismo económico y político en la región, París podría proponer a Berlín una serie de iniciativas de reforma del bloque comunitario. Estas propuestas se materializaron a mediados del 2017, en una serie de discursos pronunciados pocos meses después de su toma de posesión. El primero se llevó a cabo en Grecia frente a la Acrópolis, donde se expresó en favor de una reestructuración de la deuda de ese país. El segundo, se realizó en el gran anfiteatro de la Universidad de la Sorbona de París, donde el jefe del Ejecutivo francés enunció una serie de propuestas para relanzar a la Unión Europea y la zona euro. Si bien en un primer momento estas medidas fueron aprobadas por el Congreso francés, dándole un impulso al discurso de Macron, los problemas internos de Angela Merkel, ligados al crecimiento en las urnas del partido de extrema derecha, AfD, y la disminución de la intención de voto del partido de la canciller, y del Partido Social Demócrata alemán, SPD, impidieron que éstos se volvieran realidad. Unos meses después, Macron decidió doblar su apuesta por una reforma de Europa y más generalmente, a favor del multilateralismo, al organizar a mediados de noviembre del año pasado el foro de París sobre la Paz y las conmemoraciones del centenario de la Primera Guerra Mundial. En esa ocasión, más de 70 jefes de Estado se desplazaron a París, incluyendo los presidentes de Estados Unidos y Rusia y la canciller de Alemania. Estos últimos se dieron cita en los Campos Elíseos, abajo del Arco del Triunfo, y le permitieron a Macron obtener una imagen de fuerza en la prensa internacional.
Es justamente esa imagen de fuerza que se vino abajo con la irrupción de los “chalecos amarillos” a mediados de noviembre. En un primer momento, Macron, al estar totalmente dedicado a su agenda presidencial, que incluía su primer viaje a Latinoamérica (Argentina) desde el inicio de su gobierno, menospreció al movimiento. La vandalización de los Campos Eliseos y del Arco del Triunfo durante la reunión del G-20 en Buenos Aires, cambió la correlación de fuerzas. El impulsor reformador del gobierno desapareció, y Macron perdió buena parte de su estrategia política. Veremos en los próximos meses si el joven presidente francés es capaz de revertir esta tendencia, o si la inercia lo conduce a disminuir aún más su crédito político y económico.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter: @Gaspard_Estrada