EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Maggie O’Farrell: un retablo renacentista

Adán Ramírez Serret

Marzo 15, 2024

Una de las maravillas de un retrato es perderse en él, en las líneas de un lienzo para descubrir las pinceladas que se transforman en significado. Dentro de la pintura el retrato es un género que plantea el enigma del rostro humano, de ese conjunto de piel, nervios, venas y músculos que describen nuestros sentimientos para los demás; que expresan la esencia de nuestra personalidad: la alegría, tristeza, frustración, coraje… casi siempre inasible para nosotros mismos y enmarcada en bandeja de plata para propios y extraños. Gracias al rostro, los otros saben todo sobre nosotros.
Pienso, por supuesto, en los retratos de Egon Schiele, Modigliani, en Rembrandt… pero ahora me gustaría sumergirme en algunos retablos renacentistas, en los italianos en particular, porque esos rostros son un mundo completo, rodeados de pequeños poblados, de castillos que se pierden en la lejanía; de riachuelos y montañas por los que es posible sumergirse durante un buen rato para después volver a esos ojos y mejillas únicas pintadas durante el Renacimiento en Italia. Una caminata por el índice de Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, de Giorgio Vasari, llena el paladar e ilustra una serie de nombres maestros como Leonardo da Vinci, Pietro Perugino o Tiziano de Cadore.
Pasearse por museos o ver libros en donde aparezcan obras de los autores citados deja un estado de ánimo particular, el talento sensibiliza al ver cada rostro, árbol o cielo y también se tiene la sensación de haber viajado en el tiempo. Es lo que me sucede cuando leo Retrato de casada, de Maggie O’Farrell (Coleraine, Irlanda, 1972) quien saltó a la fama hace pocos años con la novela Hamnet, que ganó la admiración y el aplauso de la crítica y se hizo de lectores por todo el mundo; en la obra habla del hijo de Shakespeare, que lo inspiró para escribir Hamlet. O’Farrell utiliza al personaje histórico de Shakespeare, pero no es una biografía sobre él, más bien recrea su mundo, la Inglaterra isabelina y sobre todo escribe sobre la familia, sobre las mujeres y niños y sobre las vidas sufridas, ampulosas y felices que llevaban.
O’Farrell tenía el reto enorme de volver después de una obra de mucho éxito, y lo hace de manera brillante. El retrato de casada es la oportunidad de dar un salto dentro de un lienzo italiano. Sumergirse de lleno en las líneas de un rostro para ver con el mayor pormenor posible a un personaje a la vez que se explora su entorno de ciudades como Florencia o Ferrara entre sus palacios, ropajes y obras de arte.
La novela cuenta la historia de una joven, Lucrezia, que en los inicios de su adolescencia es comprometida con un hombre mayor, de 28 años, pues la hermana que se casaría con éste muere de una enfermedad.
La novela se va moviendo en dos tiempos, uno, cuando Lucrezia se enfrenta a los primeros días con su esposo, y el otro, cuando era una niña, curiosa, dibujante y con la sensibilidad para sentirse extraña en su cuerpo; confrontando los roles que le toca vivir.
En El retrato de casada sucede lo mismo que con los lienzos italianos del Renacimiento, cuando por medio del arte, de líneas y colores, es posible distinguir las partes más privadas del ser humano: su esencia. Así, O’Farrell por medio de la literatura se sumerge en los años de la cúspide de Florencia, en donde vemos a seres humanos de carne y hueso como si estuvieran frente a nosotros y pudiéramos saber sus secretos más profundos; tocar su experiencia, aunque sean palabras, personajes históricos que se vuelven ficticios y que vivieron hace más de quinientos años, pero, podemos tocar su carne, oler su mundo y descubrir sus secretos, amar sus vidas, por breves que fueran, en El retrato de casada.
Maggie O’Farrell, El retrato de casada, Barcelona, Libros del Asteroide, 2023. 392 páginas.