EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Mal comienzo

Abelardo Martín M.

Enero 16, 2018

La fiesta de decembrina  se acabó y volvemos a la realidad. Los fieles turistas acapulqueños de fin de año volvieron a sus lugares de origen y Guerrero recuperó su normalidad: gobierno fallido, violencia desatada, desaceleración económica y miedo, mucho miedo en todo el estado.
No es casualidad que apenas la semana pasada, Guerrero haya ocupado la noticia principal del periódico Reforma, uno de los más destacados medios de impacto nacional y también uno de los más acreditados a nivel internacional.
Guerrero en la mira por la violencia desatada y un gobierno ausente de la realidad. Tanto así que el “ajuste” al gabinete del gobernador, Héctor Astudillo, se produce por razones electorales y no por la ineficacia de sus integrantes. No es lo mismo ajustar para mejorar o para remediar errores, omisiones o ineficacia, que hacer cambios para que los funcionarios se reciclen y ocupen sitios políticos para ampliar y prolongar el “más de lo mismo”, que todo siga igual o vaya a peor.
Guerrero es causa y efecto, ejemplo y testimonio del grave y creciente proceso de descomposición política, económica y social que padece el país, con el agravante de que la miseria de la gran mayoría de la población guerrerense es cada vez más difícil de ocultar y también, porque no decirlo, de manipular con fines político-partidistas. En primer lugar porque el gobierno no tiene ingerencia ya en la gobernanza  de amplios territorios. Esto ocurre a nivel estatal y también federal. El debilitamiento de la “autoridad” frente a los grupos de poder es también cada vez más notorio, más ofensivo, más alarmante.
Pero a los funcionarios la realidad les produce alergia, o repelús como se dice en España. Se sienten incómodos cuando alguien ve las cosas desde otra perspectiva o desde diferentes ángulos. Los gobernantes prefieren el aplauso y el reconocimiento, huyen de la crítica, así sea bienintencionada o constructiva. Prefieren acallarla con cascadas de spots por radio y televisión o por elogiosas notas y comentarios pagados en la prensa nacional. Eso es lo que ven, eso es lo que oyen. Esa es la fantasía que les gusta vivir. Pero están ocurriendo otras cosas, por ejemplo:
Recientemente en sus “recomendaciones de viaje”, el nuevo sistema de alertas del Departamento de Estado de los Estados Unidos, “desaconseja” a sus ciudadanos viajar a Guerrero y a otras cuatro entidades de nuestro país, por la alta probabilidad de riesgos para la vida.
Pese a las protestas oficiales del gobierno mexicano, estas reservas para ciertas zonas del territorio nacional se han mantenido aunque con algunas variantes en los reportes que periódicamente emite la dependencia estadounidense citada.
Esta calificación reprobatoria y persistente es sólo uno de los factores que ha abatido la presencia de turismo proveniente del país vecino y de otros orígenes extranjeros en Acapulco y en otros destinos guerrerenses desde hace ya varios lustros.
No podría ser de otra manera ahora que el año pasado cerró con cifras que lo muestran como el periodo más violento en la historia reciente de nuestro país, y a Acapulco como el lugar con mayor número de homicidios en el territorio mexicano.
Recientes casos difundidos por los medios de comunicación dan cuenta de que es imposible contener y disminuir la violencia porque los ayuntamientos y el gobierno estatal han fracasado en la tarea de tener policías profesionales, eficaces y confiables, y por otro lado el esquema de las policías comunitarias es un recurso irregular que genera más conflictos de los que resuelve.
A lo largo de la última semana del año pasado, causó alarma social la desaparición de siete jóvenes detenidos según diversos testigos por policías de Chilpancingo, más aún cuando dos de ellos aparecieron sin vida, otros dos continúan en calidad de desaparecidos y tres más fueron abandonados en la capital estatal luego de ser sometidos a abusos y torturas, aunque dos de éstos ahora son acusados de robo, por lo que están de nuevo presos. En estos últimos casos además se menciona para el virtual secuestro y el maltrato denunciado, la intervención de la policía ministerial con sede en Acapulco.
Más recientemente sucesivos y confusos enfrentamientos en la comunidad de La Concepción, en la zona rural de Acapulco, tuvieron como resultado el fallecimiento de once personas, entre integrantes de la policía comunitaria del lugar y un grupo armado no identificado, aunque algunas de estas muertes se originaron cuando un operativo de policías y militares intentó desarmar a los comunitarios.
La intervención oficial derivo incluso en observaciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pues ambos organismos advierten sobre posibles violaciones en la materia, y sobre todo el hecho de que al producirse decesos como resultado de la actuación de servidores públicos, debe darse una investigación que aclare completamente lo sucedido.
En un caso y en otro, el común denominador es la impreparación de los cuerpos de seguridad y una torpe actuación, agravada en el caso del secuestro de los jóvenes desaparecidos en Chilpancingo,, por una posible colusión policiaca con las bandas del crimen organizado.
Mal comienzo tiene este año, cuando los primeros indicios en materia de justicia y seguridad es que se agravan los problemas y que las fuerzas encargadas de garantizar el cumplimiento de la ley son las primeras en violarla.
Por eso también el arzobispo de Chilpancingo, monseñor Salvador Rangel, dijo al periodista José Luis Camacho, que “ni bajando al arcángel San Miguel, se resolvería la crisis de violencia que vive Guerrero”. El arcángel San Miguel, por cierto, es el jefe de los ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana, protector de la iglesia y abogado del pueblo elegido de Dios.
La invocación del prelado Rangel es relevante porque si ni el arcángel de la espada podría con el clima de violencia en Guerrero, muestra la dimensión del reto para el gobernador Astudillo. “Las denuncias sobre lo que sucede en el estado han molestado a ciertos políticos… Estamos luchando por La Paz, porque haya tranquilidad”, dijo el obispo de Chilpancingo.
Esa inercia perversa de inseguridad, violencia, ingobernabilidad, frustración y gobierno fallido, desata la preocupación de entidades nacionales e internacionales, pero al gobierno de Héctor Astudillo parece no preocuparle. No mucho, en todo caso. Es mejor dejar al estado y sus problemas con su realidad y dedicarse, ya de lleno, a palomear candidatos del PRI y de los partidos satélites en los que manda el gobernador. Así, para que no nos hagamos bolas.