EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Mamá, ¡se está saliendo el mar!

Efren Garcia Villalvazo

Junio 24, 2006

Una vez más, con su regularidad anual –aunque no recuerdo si en esta época– el mar “se volvió a salir” de su vaso. Es un fenómeno alarmante para quien no lo haya visto anteriormente, sobre todo después de haber alimentado la imaginación con las pavorosas imágenes del tsunami de Bandar Aceh de diciembre de 2004. Olas gigantes devorando gente y ciudades. Medio millón de muertos, millones de afectados y miles de millones de dólares en daños. ¿Cómo olvidarlo?
Resultó interesante ver por televisión la mirada de la gente hacia el mar, preocupada, como queriendo reconocer algun parecido a situaciones similares pero sin llegar a hacer el click del recuerdo atrapado. Los automovilistas disminuían la velocidad al pasar frente al hotel Emporio –que por cierto, siempre se ha inundando, ya sea por influencia del mar o por arreadas provenientes del arroyo de La Garita– y de alguna forma creo no pocos pensamos que se parecía a las imágenes aquellas de Indonesia, la India y anexas, pero en chiquito.
Para los que me llamaron por teléfono –gracias– pensando confiadamente que yo les podía dar una explicación, me debo a ellos asi que aquí la proporciono.
El viento sopla sobre la superficie del mar y “la arruga” empujando el agua hacia el frente. Ese es el origen de casi todas las olas. Si el viento es ligero, es una arrugita. Si el viento es fuerte, es una arrugota. Si el viento sopla fuerte durante mucho tiempo, las arrugitas se empiezan a organizar y forman una gran onda con mucha energía que es capaz de atravesar oceános enteros sin apenas perder nada de su fuerza.
Generalmente son grandes tormentas en mar abierto las que las producen estas olas y se caracterizan por ser muy largas y al llegar a la playa reventar con mucha fuerza. Se les conoce como marejadas. Este es el caso del “mar que se sale” en Acapulco. Grandes tormentas en la porción media del Pacífico Sur están generando la mar de fondo que se extiende en grandes círculos concéntricos a partir del orígen –como las ondas que se forman cuando uno tira una piedrita en una cubeta de agua– y llegan a costas lejanas sorprendiendo a la gente por su potencia.
Una vez con la tranquilidad que proporciona el saber de dónde salen las cosas, hay que buscar sacar provecho de la pequeña lección-aviso muy adelantada que da la naturaleza. Me ha tocado toparme con gente con miedo –disfrazado de optimismo exagerado– diciendo: “Uuuuh… no, aquí no entra un tsunami, nos protege la bahía”.
Tenemos la fortuna de poder contar con un aviso oportuno. Registremos con cuidado los lugares a donde con mayor fuerza se estrella el oleaje, por donde invade el mar la avenida Costera, hasta donde llegan las olas en el Revolcadero, Puerto Marqués y rumbo a Barra Vieja, y descubriremos la vía probable de ingreso de un tsunami a nuestro acapulquito. Digan lo que digan los optimistas-oceanógrafos arriba mencionados.
Es de entenderse que no se anuncie con bombo y platillo estas zonas de riesgo evidentes. Acapulco está siempre en el centro de la atención pública y cualquier cosa, generalmente mala, invade instantáneamente la prensa y baja nuestros bonos ante otros centros turísticos. Vean si no: en lugar de ofrecer a nuestro puerto como un lugar ideal para la práctica del surf con olas muy a propósito, ¡se presenta como el centro de un extraño fenómeno oleográfico que compite en los espacios de prensa con las matazones que ahora ya son lo normal en Guerrero! No se vale. Algo bueno debemos tener, aunque sí es evidente la falta de preparación para cuando ocurra un fenómeno tipo tsunami, evento catastrófico que tarde que temprano se tiene que presentar.
Por otro lado, interpretemos el asunto de manera romántica. Después de una explicación técnica que puede ser satisfactoria para nuestro ego científico, quizá el asunto apunta por otro lado: ¡Hemos hartado al mar! Llegamos al punto de exasperarlo tanto, que de esta manera escupe sobre nosotros su coraje y su impotencia de estar encadenado gravíticamente a la cuenca en la que todos vertimos nuestros desechos. Basura, aceites, pesticidas, muertos e innombrables etcéteras. ¡Tomen, llévense de vuelta toda su basura! ¡Dejen de desechar sobre mis aguas todos sus desperdicios para mantener, eso sí, muy limpias sus casitas! Ya me tiene harto su cinismo de venir aquí a tirar su basura y después pretender a venir a pescar sus frutos y quejarse de que ya no se pesca como antes. ¡Evolucionen ya!
Tomémoslo como un regaño suave, cariñoso, el tradicional “enseñar machete” costeño. El tsunami será una nalgada bien puesta en las dos pompas.