EL-SUR

Martes 15 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Maneras de perfilar una sombra

Federico Vite

Septiembre 11, 2018

 

Si usted llega a una librería con calma, se pasea por la serie de novedades y encuentra El viento y la sangre, presuntamente escrita por M A West, (traducción de Thalía Rodríguez Ferrer y de Alexis Ravelo. Navona, España, 2013), tal vez la ignore, pero si le interesa el género de la narrativa negra, seguramente se preguntará, ¿por qué no conozco a este autor? Para algunos obsesos del noir, M A West (Martin Aloysius West) es todo un enigma. Se trata de un escritor estadunidense nacido en Cincinatti. En teoría, publicó en 1950 el libro que hoy comento y el volumen fue arronzado bajo el polvo de las novedades editoriales, el tiempo y la literatura en mayúsculas. Sinceramente me llamó la atención que fuera la obra de un autor olvidado; por lo tanto, nueva para mí (soy proclive a las batallas perdidas y trato de limpiar el nombre de los empolvados que escribieron algo valioso). Es decir: compré el libro de alguien que no pudo ser un autor afamado, pero posee mucho talento, tanto que renació 60 años después en una editorial afincada en Barcelona.
“La encontré después de un arduo trabajo de investigación”, dijo Alexis Ravelo al editor Pere Sureda, de Navona. “Puede valer para la colección de novela negra”, sugirió. Sureda, experto en el tema, la leyó y quedó convencido de la valía del manuscrito. Sin duda pensó que tenía una rareza entre las manos y ese valor de la excentricidad historiográfica era una novedad importante.
Tiempo después, Ravelo habló con Pureda para confesarle que había inventado la biografía de West, las referencias bibliográficas y los diez títulos publicados por el estadunidense; además, mencionó que la novela no había sido escrita en Estados Unidos y la traductora, la periodista Thalía Rodríguez, era cómplice del truco editorial (la novela nació en Las Palmas de Gran Canaria en 2012 y fue escrita por Alexis Ravelo). En suma: Sureda se enfadó, pero admitió la nueva estrategia comercial impuesta por Ravelo.
La novela nació de un ejercicio de estilo y se convirtió en un reto, señaló Ravelo, pues lo complicado era crear desde otra cabeza, con las limitaciones que otorga la ubicación geográfica.
“Después de ser cómplice del autor, se la pasé a grandes expertos y amigos que me devolvieron con un aplauso esta obra sin saber que su autor era canario, consternados por no conocer a M A West”, dice Sureda. La obra es la segunda de una colección, Navona Negra, en la que se encuentran apellidos como Chéjov o Dürrenmatt. De tal forma que el libro se fue avalando porque venía de la mano de expertos, pero no ahondaron en las entrañas de la obra, porque basta con buscar un poco para encontrar el sello vintage de El viento y la sangre.
Martin Aloysius West (M A West) fue un autor norteamericano del que no se sabe prácticamente nada, salvo que nació en 1923 y que publicó una serie de novelas pulp. Al leer eso en el prólogo pienso que algo extraño pasa y el factor verosimilitud se resquebraja. Vayamos a lo importante.
El viento y la sangre narra la travesía de Danny Morton, quien viaja desde Chicago hasta Marksonvile (Dakota del Sur) en busca de Lorna Moore, su viejo amor; intenta una reconciliación. Piensa que para agrandar la estancia amorosa ayudarán mucho los 20 mil dólares que lleva en su maletín. Ese capital lo obtuvo haciendo cosas malas (asesinato y secuestro), así que Morton, obcecado por el deseo de poseer nuevamente a Lorna, va dejando un rastro de sangre ostentoso que Rudy Bambridge sigue, primero, a una prudente distancia; después, cuando es irremediable el encontronazo, todo se convierte en una masacre.
La novela se estructura en capítulos cortos, con múltiples cambios del punto de vista de la voz narrativa, pero sobre todo, destaco la fusión del humor negro con el pulp. Dicho de otro modo, el gag y las escenas hiperviolentas van de la mano. Durante la lectura hay aspectos anómalos, detallitos finalmente que revelan la temporalidad de esta novela. Usualmente este tipo de historias tienen una estructura simple (protagonista, antagonista, enfrentamiento, resolución del enigma, desenlace y final), pero en esta novela hay una vuelta de tuerca que no es característica del género. Se riza el rizo, tal vez, pero es un doble giro en el que la suma de acción, descripción, atmósfera y suspense queda rebasada por una gran revelación. Esa es la única pista grande que otorga a los lectores, a los expertos el autor: un final novedoso para el género en esa época.
Ravelo afirma: “El reto era escribir una novela negra clásica al modo de los autores norteamericanos de los años 50. Por supuesto, no bastaría con que yo quedara contento con el resultado: la novela tendría que publicarse y los lectores habrían de leerla sin notar que había sido escrita en la parte más africana de España por un autor que no había pisado Estados Unidos en su vida. Simplemente quise obligarme a hacer algo distinto mudando de estilo. Escribí una novela pulp fingiendo que se trataba de una de las novelas escritas por un autor olvidado que había sido traducido por Thalía Rodríguez Ferrer (que prestó amablemente su nombre) y por mí. Pronto descubrí que no bastaba con escribir la novela: había que crear una bibliografía esencial, unos cuantos hitos biográficos que sirvieran para perfilar una sombra, una editorial inicial y efímera. Acabé, incluso, escribiendo un prólogo en el que se mencionaban algunos críticos norteamericanos que se habían ocupado de la novela. El prólogo, claro está, forma parte de la novela en otro plano de la ficción, pero supuso, para mí, un problema: me vi a mí mismo escribiendo impúdicos elogios sobre mi propio trabajo. Esto es una confesión. Y una explicación”.
Ravelo decidió publicar El viento y la sangre, como M A West, para tener otra forma de comercializar su libro, para ganar un puesto en el continente literario sin parecer desesperado o hambriento. Decir que hizo esto por pura diversión implica banalidad. El resultado es que las ventas se duplicaron cuando se reveló el verdadero autor de esta novela que cumple las expectativas de un documento histórico. El libro tiene más valor historiográfico que literario, porque difícilmente, insisto, difícilmente se compraría una novela de Ravelo imitando a los canónicos gringos de los 50. Aunque temo que este truco sea una forma de encarar los nuevos tiempos de penuria comercial para los autores de las narrativas policiacas en castellano. También pienso en el caso de Benjamin Black, seudónimo del gran novelista irlandés John Banville; aunque siendo honesto, el éxito en ventas de la obra del señor Black era apabullante y cuando se reveló el nombre del autor se confirmó que la altura del escritor Banville era enorme. No puedo decir lo mismo de Ravelo.