Humberto Musacchio
Marzo 13, 2025
El pasado fin de semana estuvo marcado por la manifestación del Día Internacional de la Mujer, en la que participaron, según cálculo oficial, unas 200 mil féminas que con todo derecho exigen igualdad efectiva, cese de los feminicios y de cualquier forma de agresión contra ellas.
Las autoridades, sin ajustarse a los hechos, declararon que la marcha tuvo un saldo blanco, pese a que, como cada año, las llamadas feminazis –mujeres enmascaradas y violentas– volvieron a hacer de las suyas y vandalizaron mobiliario urbano y un vehículo del Cuerpo de Bomberos, tiraron mesas con pan que se iba a repartir entre las marchistas, intentaron provocar incendios y otra vez agredieron con aerosoles empleados como lanzallamas a las mujeres policías que estaban ahí para protegerlas.
No se informó de aprehensiones porque de alguna manera las autoridades creen que su deber no es aplicar la ley, sino el apotegma pejista de “abrazos, no balazos”, aunque se lesione la nobleza de la causa feminista y se perjudique a los ciudadanos en sus personas y sus bienes. El vandalismo tuvo peores resultados de los que admitió el boletín oficial, pues el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (la antigua Cruz Verde) informó que se prestó atencion a 73 personas, de las cuales 66 eran civiles y siete policías.
Para confirmar las demandas del grueso de las manifestantes, las madres buscadoras decubrieron en Estanzuela, Jalisco, un rancho donde se incineraba a las víctimas del crimen. Cientos de zapatos y otras prendas muestran que ahí se procedió a “desaparecer” seres humanos. La Fiscalía de Jalisco dice que el lugar fue asegurado en septiembre pasado, pero lo cierto es que el sitio siguió funcionando como crematorio ante la abulia o la complicidad de las autoridades tapatías.
Ante tal ineptitud o corrupción de esas autoridades, es más que explicable la indignación de las mujeres que desfilaron, aunque el grueso de ellas no aprueba el despliegue de violencia de las feminazis. Sin embargo, ante la colosal responsabilidad del gobierno jalisciense el gobierno federal no atrajo el caso y se dejó la investigación en manos de las mismas autoridades que ahora están bajo sospecha.
En contraste con la muy explicable inconformidad de las manifestantes e incluso los actos desesperados de los grupos violentos, el domingo se realizó una gran concentración de acarreados en el Zócalo. Inicialmente sería para protestar por la imposición de aranceles a los productos mexicanos que ingresan a Estados Unidos, pero al suspender Donald Trump la medida por un mes, el mitin de la Plaza Mayor se convirtió en una fiesta para los asistentes, quienes por cierto no llenaron la gran explanada, pues en las fotos son visibles los vacíos.
Pero lo más destacado fue el vergonzoso desaire propinado a la mandataria por los líderes de las dos cámaras del Congreso de la Unión, la presidenta de Morena, el líder del partido mercancía (el PVEM) y el hijo del Gran Cacique de Morena, pues cuando la mandataria arribó al templete, los citados se hallaban muy divertidos posando para los fotógrafos.
Los aludidos, salvo el junior del Señor de Palenque, se deshicieron después en disculpas, rezaron un mea culpa y todo lo atribuyeron a la efervescencia del momento, pero no es posible creerles. Cuando está programado que un político participe en un acto junto a quien encabeza el Poder Ejecutivo, toda la atención y el cuidado está puesto en ese momento, pues un olvido, un desaire o una equivocación pueden terminar con la carrera del más pintado.
Pero en este sexenio los rituales del poder parecen haber pasado a segundo o tercer plano, cuando no al arcón del olvido, pues no es un secreto que hay quienes están apostando a la revocación de mandato para que en 2027 se abra la oportunidad a un sucesor de entre los precandidatos desplazados en 2024, ante lo cual no se ha producido hasta ahora el esperado “estáte quieto” y medidas contundentes por parte de quien ocupa la Presidencia de la República.
Ante las intermitentes amenazas de Donald Trump, no es recomendable que se dejen pasar desaires como el citado. México y su Presidenta necesitan la unificación real de sus fuerzas, no la retórica de quienes anteponen su propio interés al de la nación.