EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Marco Mundial Kunming-Montreal

Octavio Klimek Alcaraz

Diciembre 23, 2022

 

La biodiversidad del planeta está en riesgo y muchas de las posibilidades de frenar su destrucción e impulsar su regeneración han pasado por la cumbre del Convenio sobre Diversidad Biológica, en su Conferencia de las Partes 15 (COP15), que se inició el 7 de diciembre y concluyó el pasado 19 del mismo mes en Montreal, Canadá. La COP 15 se realizó tres años después de lo previsto, pero fue interrumpida por la pandemia de Covid-19, originalmente se suponía que tendría lugar en China en 2020, ahora Canadá fue el anfitrión.
En la COP 15 se adoptó una nueva directriz para la protección global de las especies y la naturaleza y la preservación de la biodiversidad, el denominado Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica (https://www.cbd.int/doc/c/2c37/244c/133052cdb1ff4d5556ffac94/cop-15-l-25-es.pdf.).
No es similar al Acuerdo de París, de la biodiversidad, de tratar de que no aumente la temperatura del planeta 1.5 grados centígrados, ya que infortunadamente no existe un objetivo vinculante para la naturaleza, en términos de reducir el ritmo actual de extinción de especies para los próximos años, lo más cercano es la meta 30 al 30, que a continuación se comenta. Aunque posiblemente el Marco Global tenga una ventaja decisiva sobre el Acuerdo de París: aún está a tiempo. Si bien la ciencia ya no asume seriamente que el calentamiento global puede limitarse a 1.5 grados, el acuerdo sobre la biodiversidad aún tiene posibilidades de éxito.
Recuérdese que, en 2010, en Aichi, Japón, los estados contratantes de la Convención de la ONU sobre Biodiversidad establecieron un Plan Estratégico y 20 metas concretas para el año 2020 (Metas de Aichi). Pero como ocurre con las metas globales, ninguna de ellas se cumplió por completo. Hubo éxitos parciales individuales, pero en general el estado de la naturaleza y su biodiversidad se deterioró dramáticamente.
El escenario es preocupante, ya que el planeta está presenciando la mayor extinción de especies desde que desaparecieron los dinosaurios. Alrededor de un millón de especies animales y vegetales están amenazadas por la extinción al final del siglo. Ya la mitad de los arrecifes de coral han desaparecido. Grupos taxonómicos como los insectos, anfibios y peces de agua dulce, entre otros, están en grave riesgo de desaparecer en los próximos años.
Los informes de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) señalan que los impulsores directos a nivel global de esta extinción acelerada son, en orden decreciente,: el cambio de uso de la tierra y el mar, la explotación directa de los organismos, el cambio climático, la contaminación y la invasión de especies invasoras. Por ello, se puede considerar que la extinción actual de las especies es causada por los humanos.
Pero este acelerado proceso de extinción de la biodiversidad pone también en peligro al propio ser humano, dado las profundas interrelaciones de la biodiversidad en la trama de la vida: los bosques y selvas nos proporcionan múltiples servicios ecosistémicos, un suelo saludable permite que crezcan los alimentos; las turberas almacenan carbono, entre tantos valores no sólo económicos, sino también intrínsecos a la biodiversidad.
Por eso, la COP 15 de Montreal a través de este nuevo Marco Mundial busca convertirse para la biodiversidad en lo que fue París para la protección del clima en 2015: una hoja de ruta para salir de la crisis, una señal de que las negociaciones globales siguen siendo sólidas y vinculantes según el derecho internacional. Así, el Marco Mundial incluye cuatro grandes objetivos hacia el 2050 y 21 metas a cumplir en el 2030, algunas metas son el centro de atención y son objeto de debates particularmente acalorados, se presentan ejemplos de ellas:

Lograr la planificación espacial participativa integrada en el 2030

La Meta 1 del Marco Mundial busca lograr para el 2030 que todas las zonas estén sujetas a planificación espacial participativa integrada, la finalidad sería acercar a cero la pérdida de superficies de suma importancia para la biodiversidad, incluidos los ecosistemas de gran integridad ecológica.
Este sería un enorme esfuerzo de ordenar los territorios, tanto a nivel global como del país. Se observa difícil, pero no imposible.

Las metas 3 y 2, de “30 al 30”

La Meta 3 estuvo en el centro de las negociaciones: busca para el 2030, la conservación de al menos 30 por ciento de las zonas terrestres, de las aguas continentales y costeras y marinas del planeta (especialmente las de particular importancia para la biodiversidad y sus contribuciones a las personas) a través de un sistema de áreas protegidas ecológicamente representativo, bien conectado y y gobernados manejado de forma equitativa, y otras medidas eficaces de conservación basadas en zonas geográficas específicas.
En la actualidad, el 17 por ciento de las zonas terrestres y el 8 por ciento de las zonas marinas han sido declaradas áreas protegidas. Sin embargo, para México es un enorme reto lograr esto hacia el 2030, en sólo 8 años. ¡Se necesita triplicar la superficie de las áreas terrestres bajo conservación! Ya que actualmente se estima que sólo el 10.9 por ciento de las áreas terrestres y el 22.1 por ciento de las áreas marinas de México se encuentra como áreas naturales bajo protección.
Se estima que los pueblos y comunidades indígenas son sólo un 6 por ciento de la población mundial. Sin embargo, más del 80 por ciento de la biodiversidad del planeta se encuentra en sus territorios. Es decir, los compromisos de la conservación de la biodiversidad requieren del apoyo de estas comunidades. El caso es similar para México.
Por ello, esta meta para las zonas terrestres sólo se podrá lograr con el apoyo de los pueblos indígenas y las comunidades campesinas que viven en las áreas más biodiversas del país (ese es el caso de Chiapas, Oaxaca y Guerrero). Es conocido que los pueblos indígenas y las comunidades locales han logrado conservar sus ecosistemas naturales. Porque dependen de la naturaleza, los protegen, como tienen un gran conocimiento tradicional acumulado, manejan a la biodiversidad de manera sostenible, realizan así la conservación de facto. Ellos defienden sus territorios con alta biodiversidad de las grandes empresas extractivistas, como las mineras y las petroleras, del avance de la ganadería o de los grandes monocultivos de la gran agricultura industrial, también del saqueo forestal, entre tantas presiones en contra de la conservación de la biodiversidad. Se necesitan programas y proyectos con los consecuentes recursos financieros en suficiencia para impulsar la conservación comunitaria que pueblos indígenas y las comunidades campesinas realizan, los modelos tradicionales de áreas naturales protegidas no podrán por sí solos cumplir esta meta 3.
En el periodo previo y durante la COP 15, muchos de los representantes indígenas y campesinos manifestaron su temor por sus derechos, si se adopta la meta de “30 al 30” sin que se fortalezca su papel. Este temor está justificado, en muchos países en vías de desarrollo se intenta proteger a la naturaleza, pero a la gente que ahí vive se les excluye. Por eso, metas ambiciosas de conservación de la naturaleza podrían reforzar esta tendencia. En México se debe cuidar que esto no suceda, conservar con consentimiento libre, previo e informado es un requisito para cualquier compromiso de conservación.
Similar sería el caso de la Meta 2 de restaurar de manera efectiva el 30 por ciento de los ecosistemas terrestres, costeros, marinos y de aguas continentales degradados hacia el 2030. Sólo con el apoyo de los pueblos indígenas y las comunidades campesinas se puede lograr esto.

Reducir las invasiones
de especies

La Meta 6 busca eliminar o reducir al mínimo las especies exóticas invasoras o mitigar sus efectos en la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas mediante la detección y la gestión de las vías de introducción de las especies invasoras, impidiendo la introducción y el arraigo de otras especies invasoras prioritarias, reduciendo en un 50 por ciento para 2030 las tasas de introducción y el establecimiento de otras especies invasoras potenciales o conocidas, erradicando o controlando las especies exóticas invasoras, en especial en sitios prioritarios, como las islas.
Seguramente para México esto puede ser posible, pero habrá que revisar su implementación.

Lograr el consumo sostenible

La Meta 16 busca velar por que se anime y se capacite a la población para tomar decisiones de consumo sostenible, entre otras formas, estableciendo marcos normativos, legislativos y reguladores complementarios, mejorando la enseñanza y la disponibilidad de información precisa y alternativas, y, para 2030, reducir la huella mundial del consumo con equidad, reducir a la mitad los desechos de alimentos en el mundo, reducir significativamente el consumo excesivo, y reducir sustancialmente la generación de residuos, para que todas las personas pueda vivir bien y en armonía con la Madre Tierra.
¿Será posible lograr reducir a la mitad los desechos de alimentos en el mundo en el 2030?

El financiamiento

El requerimiento financiero para la conservación efectiva de la naturaleza se estima en 700 mil millones de dólares anuales. Mucho dinero, por un lado. Por otro lado, no hay nada en el mundo que no dependa de procesos naturales: el aire que se respira, el agua que se bebe, entre otros aspectos. La contribución de polinizadores como mosquitos, abejas, moscas o abejorros se estima entre 235 y 577 mil millones de dólares estadunidenses anuales. Económicamente, proteger la biodiversidad es más que un buen negocio. Y también hay suficiente dinero, que debe ser redirigido, ya que se gasta demasiado dinero público en subsidios dañinos para el medio ambiente.
En respuesta a lo anterior, la Meta 18 del Marco Mundial señala que a partir del 2025 se deberán eliminar gradualmente o reformar los incentivos perjudiciales para la biodiversidad reduciéndolas progresivamente en al menos 500 mil millones de dólares estadunidenses al año para 2030, al tiempo que aumentan los incentivos positivos para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad.
En la Meta 19 se acuerda movilizar al menos 200 mil millones de dólares estadunidenses para el 2030 de fuentes públicas y privadas para la financiación de la ejecución de planes y estrategias relativas a la biodiversidad. Así se acuerda aumentar el total de flujos financieros internacionales procedentes de los países desarrollados hacia los países en desarrollo a 20 mil millones de dólares anuales para 2025 y a 30 mil millones anuales para el 2030.
Estos recursos serán seguramente insuficientes para convertir el equilibrio ecológico de la tierra en positivo lo suficientemente rápido. Incluso si se ha decidido reducir los subsidios nocivos para el medio ambiente que todavía fluyen hoy en 500 mil millones de dólares estadunidenses anualmente desde 2025 hasta 2030. Incluso si los países ricos quieren pagar a los más pobres 30 mil millones de dólares estadounidenses cada año hasta el final de la década para la protección de especies y ecosistemas.
Pese a todo se debe buscar que México acceda a este tipo de recursos en los próximos años. Obvio, se requieren buenos programas y proyectos para ser exitosos.

El uso de bases de
datos genéticos

Se está librando un feroz debate sobre la cuestión de si la información genética de animales, plantas y microorganismos debería seguir estando disponible gratuitamente. Muchos países en vías de desarrollo están a favor de las restricciones. Se ven engañados cuando, por ejemplo, las empresas de países desarrollados obtienen grandes ganancias con el conocimiento de las secuencias genéticas de las plantas resistentes a la sequía y no las comparten con los países de origen. Esta forma de explotación poscolonial debe llegar a su fin. Por su parte, los países desarrollados temen que esto tenga un impacto negativo en la ciencia, ya que argumentan que la investigación en biodiversidad se vería afectada negativamente si se restringiera el acceso a la información genética. Se esperaría en avanzar hacia un sistema que permita asegurar el reparto de beneficios que genera el uso de las secuencias digitales de los recursos genéticos de la naturaleza (fundamentalmente, para uso médico y farmacológico).
Seguramente la vaguedad del Marco Mundial en muchas de sus metas se refleja en la meta 13 de los recursos genéticos. La Meta 13 indica que se tomará medidas jurídicas, normativas, administrativas y de creación de capacidad a todos los niveles, según proceda, con miras a lograr la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y de la información digital sobre secuencias de recursos genéticos, así como de los conocimientos tradicionales asociados a los recursos genéticos, y a lograr que para 2030 se haya propiciado un aumento significativo de beneficios compartidos, de conformidad con los instrumentos internacionales aplicables para el acceso y la participación justa y equitativa de los beneficios.
Qué significa aumento significativo de beneficios compartidos, los negociadores sabrán.

Colofón

Por supuesto, uno puede quejarse de inmediato, enojarse por todas las cosas que no se han logrado en este Marco Mundial. En especial, falta el asegurar los cómos para lograr esos compromisos y muchos pasajes dejan espacio para la interpretación y, por lo tanto, también para el engaño de los estados que se supone que los implementarán.
Sin embargo, este acuerdo tenía que ser concluido, se necesitaba. La implementación finalmente puede comenzar. El Marco Mundial puede ser el mínimo común denominador para muchos de nosotros. Sin embargo, no impide que ningún estado exceda los objetivos de conservación de la naturaleza establecidos en el mismo. Ojalá así fuera con México. Quizás entonces se haga realidad lo que los estados han formulado como una visión: una humanidad que existirá en armonía con la naturaleza para el año 2050.