EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Más allá de lo electoral

Humberto Musacchio

Julio 20, 2006

A juzgar por las reacciones de los actores políticos, más de una duda deben suscitar los resultados electorales. Las fuerzas agrupadas en torno a Andrés Manuel López Obrador afirman que hay irregularidades en decenas de miles de casillas y el PAN ya solicitó que se abran los paquetes de votos de 500 secciones electorales.
Es muy explicable que un partido que se dice despojado, en este caso el PRD, denuncie que se trata de una elección fraudulenta y exija que se revise de principio a fin. Lo que no parece muy lógico es que el presunto ganador –suposición que se hace sin conceder, pues falta todavía que el Trife diga la última palabra– presente también un recurso de inconformidad.
La situación no es de modo alguno tranquilizante. La muchedumbre que se manifestó a favor de López Obrador representa una fuerza social considerable. De alguna manera habla por 14 millones de ciudadanos que votaron por el candidato perredista o, más precisamente, por una visión de país. Esa gente ha mostrado, y no de ahora, una ejemplar disciplina y un decidido acatamiento de las instrucciones de su líder. Pero nadie se engañe: estamos ante una multitud dispuesta a seguir a su dirigente, pero que rebasará al caudillo si éste se detiene.
López Obrador es por ahora un símbolo electoral y qué bueno que así sea. Pero más allá de su voluntad y aun contra ella representa sueños, esperanzas y demandas sociales pospuestas una y otra vez en nombre de la estabilidad, en obediencia de los dictados del capital financiero internacional o sencillamente para favorecer aún más a los privilegiados dizque para salvaguardar el orden.
Detrás de AMLO marchan desde luego los miembros de su partido y sus aliados, pero caminan también los insatisfechos, los marginados, los burlados de siempre. Es de suponerse que les interesa el resultado electoral, pero ése no es el fin último de su participación.
El millón y pico de asistentes a la marcha del domingo 16 de julio es la punta del iceberg. Se trata apenas de la parte movilizable de los inconformes, pues asistir a mitin como ése representa ciertamente un sacrificio, hay que dejar a los hijos en domingo, dedicar el descanso a una actividad política y de paso gastar en transporte, bebidas y algún alimento para aguantar tantas horas a la intemperie, lo que resulta más difícil y oneroso para quienes viven fuera de la capital. Por eso puede afirmarse que en esas concentraciones hay algo más que convicción ideológica. También está de por medio el hartazgo, la frustración y la permanente posposición de respuestas a los problemas de la gente común. Ojalá que esa multitud no rebase a López Obrador.
Está claro que si llegara a la Presidencia Felipe Calderón, desde luego no gobernaría para esa multitud harta de engaños y decepciones. El martes 18, cuando Calderón salía de una reunión con sindicatos blancos, le fue recriminada su guerra de lodo por un grupo de ciudadanos, para quienes no es ni será presidente. Lo anterior motivó una feroz campaña mediática que piadosamente omitió que el hombre de la derecha, ese mismo día, se reunió con la plana mayor del viejo y más corrupto sindicalismo priísta. Sin rubor alguno, Calderón compartió la mesa “de honor” con Elías Morales, el charrito que el gobierno le quiere imponer al sindicato minero. El orador principal fue, para mayor vergüenza de los panistas, el inefable Víctor Flores, a quien los ferrocarrileros acusan de varios delitos. Cada quien escoge sus compañías.
En espera de las decisiones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el Trife, la gente que sigue a López Obrador ha guardado la compostura. Más aún: ha resistido provocaciones que el bando de enfrente lanza sin medir las consecuencias. La televisión mercantil demanda a López Obrador y a sus seguidores que no ejerzan los derechos de manifestación y expresión y que renuncien a echar mano de los recursos que le ofrece la ley; un periódico pinta a AMLO como nazi –el pollino hablando de extremidades auditivas–; y en las calles, el domingo pasado, desde automóviles que llevaban pegadas calcomanías del PAN se gritaba a los manifestantes “nacos”, “muertos de hambre”, “indios” y otras lindezas que expresan sin rodeos el racismo de la derecha y su desprecio por los pobres. Juegan con fuego.
No deja de ser curioso que quienes llaman “violentos” a los perredistas y a sus aliados y seguidores, estén tan empeñados en provocarlos. Lo hacen con la infame guerra de llamadas telefónicas insultantes o mediante el envío cotidiano e intensivo de correos electrónicos en los que hacen escarnio de 14 millones de ciudadanos que votaron por López Obrador.
Y mientras tanto, Manuel Espino y otros dirigentes del PAN van a Compostela dizque a dar gracias por lo que todavía no tienen, visitan en Madrid a Mariano Rajoy, líder del neofranquista Partido Popular, y muy bien podrán aprovechar para ir al Valle de los Caídos, uno de los sitios sagrados de los fascistas.