Federico Vite
Abril 25, 2017
Bajo la tesis de que mientras más vida hay, más amor y más desacuerdo tenemos, el novelista británico Ian McEwan publicó hace 16 años una gran novela, un texto que lejos de ocultarse entre los pilares de novedades candentes y transgresoras de las temporadas editoriales (una locura pensar en temporadas para quienes toman en serio el oficio de contar historias), lejos de ser el tópico actual en las cafeterías de universitarios que pretenden ser terriblemente innovadores, lejos de lo que no importa, pero cada vez más y más cerca de la literatura en mayúsculas.
Atonement (Expiación) fue publicada por primera vez en 2001 por la editorial Jonathan Cape, Gran Bretaña. Lejos de que este libro se volviera una moda pasajera o un terrible tópico literario en Facebook, McEwan nos cuenta en 372 páginas una historia de amor, aunque no lo parezca, apuntalada sobre varios pilares que otorgan densidad y peso a la historia central del documento. Apoya la trama en dos rasgos esenciales, normal para un narrador que se toma muy en serio el proceso artesanal de contar una historia. Insisto, se apoya en dos rasgos esenciales: el entorno (social político y cultural de la vieja burguesía inglesa) y la elección de la voz narrativa, nacida desde ese entorno. Crea un monstruo que muta y renueva la forma de observar los hechos en ese relato. Se trata de una novela de amor dividida en cuatro grandes bloques narrativos que abarcan desde los años 30 hasta el Londres de los años 90. McEwan narra el drama de Cecilia y de Robbie, separados primero por Briony, la hermana pequeña de Cecilia, después por un conflicto bélico.
La primera parte de la novela facilita la presentación de los personajes y los conflictos nacidos de su diferente condición social, transcurre durante un caluroso verano en la mansión Tallis. El ambiente veraniego se incrementa con la llegada de León Tallis, primogénito de la familia, y su amigo Paul Marshall; así como de los primos de Briony, la genial Lola y sus hermanos gemelos, Jackson y Pierrot. También aparece Cecilia Tallis y Robbie Turner, hijo del ama de llaves familiar, cuya relación nos muestran los prejuicios existentes en esa familia.
McEwan apuesta en esa parte del libro por el tono de las clásicas novelas góticas, por descripciones exhaustivas, recurre a los bocetos estructurales en las novelas de Jane Austen; es decir, crea intrigas con sutileza que sirven de engranes para una intriga mayor. Así que desde los ojos de la infantil Briony, quien culpa a un inocente por un crimen horrendo, clausura una época de la familia Tallis.
En la segunda y tercera parte, McEwan brinca temporalmente, narra las horrendas experiencias de los soldados, emula un estado de shock para reforzar la sensación de desamparo de las tropas inglesas que luchan contra los alemanes. Narra de otra forma estos segmentos, con un estilo más sobrio, pero efectivo para dotar emocionalmente a los personajes de la ruptura amorosa, primero propiciada por Briony; después, por la guerra. Notamos los huecos en la narración, los cuales corresponden con las recaídas de Robbie, reforzando la percepción de desapego de la realidad y convirtiendo los recuerdos de Cecilia en el único elemento real, porque para muchas personas, especialmente las enamoradas, el mundo se reduce al otro, el amado o la amada.
Briony intenta expiar su culpa trabajando como enfermera en Londres. Es una mujer atormentada por el remordimiento de haber culpado a Robbie de una vejación. Intenta pues compensar sus faltas haciendo un trabajo muy ingrato. Sin embargo, los esfuerzos por curar las heridas de los demás no sirven para mitigar el dolor y, para huir de la realidad, sigue escribiendo y en esta honda y ardiente preocupación por la escritura, Briony formula la enunciación de Atonement: “La novela del futuro podría ser algo diferente a cualquier cosa del pasado. Ella leyó Las olas, de Virginia Woolf, tres veces y se dio cuenta que la gran transformación fue trabajada por la misma naturaleza humana; y esa sola ficción, una nueva forma de ficción, podría capturar la esencia del cambio. Entrar a una mente y mostrarla en el trabajo, o mostrarla en pleno trabajo, y hacer esto dentro de un diseño simétrico podría ser realmente un triunfo estético”.
Briony recibe una carta enviada por una editorial, rechazan su manuscrito, pero la incitan a seguir escribiendo, a esforzarse para conseguir sus propósitos. Es decir, Briony debe aceptar sus errores y escribir su propia historia. Lo curioso, lo atractivo y poderosamente evocado por McEwan es que esa historia, nacida del rechazo editorial de Briony, es justamente un acto de expiación que formalmente busca redimensionar, desde la literatura, los hechos de ese verano, cuando evitó que Cecilia y Robbie estuvieran juntos.
Esta parte del libro, la cuarta, también cambia estilísticamente, la prosa es más reflexiva y anticipa el fin de novela. El autor vuelve a hacer un salto temporal. Narra desde Londres, en los años 90 del siglo pasado. Briony es una escritora de éxito y confiesa que todo lo leído anteriormente en Atonement es el relato de los acontecimientos escritos por ella para enmendar su injuria recurriendo a la literatura. Se analiza desde ese voz, la de la narradora exitosa pero culpable, lamenta el estilo pretencioso de sus primeros textos, las falsedades. Acepta sus actos y sabe, hasta el final de una vida, que fueron motivados por celos infantiles. Acepta que trata de enmendar su error con una novela, ahí ofrece la unión feliz que ella evitó, ahí ofrece la posibilidad de lo eterno.
Cuando releo este libro noto la madurez narrativa de McEwan; veo cómo rescata la interioridad de los personajes usando una voz expresiva muy cercana a la tercera persona. Algo muy, muy difícil de hacer. Veo personajes profundamente consientes de sí mismos, de su importancia en esa historia y destaco la autoconsciencia escritural y ética de cada uno de los actantes de este libro. Sólo alguien que ha trabajado tanto y tan duro puede ofrecer a los lectores un artefacto poderosísimo. Es un libro que con el paso del tiempo se agranda. Que tengan un sabroso martes.