EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Más educación, menos negocio

Héctor Manuel Popoca Boone

Octubre 29, 2016

A la memoria de Carlos Reyes Romero, amigo. Luchador social. A un año de su fallecimiento

Fueron confirmadas por estudiantes de nivel superior del Instituto Salvador Allende (ISA) de Acapulco, las presunciones de corrupción académica y voracidad económica de parte de directivos de la UAG y de sus prestanombres, los directivos del ISA, que se enriquecen ilegítima e impunemente, escudados en una vilipendiada autonomía universitaria.
De acuerdo con el reportaje de Jacob Morales Antonio, publicado los días 19 y 20 de octubre pasado en El Sur, estudiantes del ISA bloquearon la avenida Wilfrido Massieu. La protesta pública fue por lo siguiente: Despido de maestros en forma arbitraria. Los estudiantes acusan que los directivos del ISA despidieron a siete maestros, porque se negaron a reprobar injustificadamente a alumnos con el objeto de obligarlos a cursar de nueva cuenta las materias y perder así la beca que tenían; todo eso, para que el instituto obtenga mayores ingresos por pagos adicionales de colegiaturas. También repudian los altos cobros por la expedición de documentos académicos.
En el plantel educativo de marras, existe hacinamiento en espacios inapropiados, donde algunos alumnos toman clases hasta en un número de 70 por aula. Siendo un instituto privado, los alumnos de ciertos sistemas semi-escolarizados asisten a sus sesiones educativas en ¡instalaciones de la UAG! El Director del ISA, Fernando Saavedra, es a la vez, director del Sistema Abierto en Bachillerato de la preparatoria 7 de la UAG. Su hermano, el subdirector, Carlos Saavedra Sánchez, es también coordinador administrativo de la Zona Sur de la UAG. Es un rumor fuerte y expandido que el dueño a tras mano del ISA es el actual rector de la UAG, Javier Saldaña Almazán.
Al inicio del ciclo escolar, a los maestros empezaron a pagarles la hora-clase a 100 pesos, pero luego la bajaron a 70 pesos. A los alumnos de nuevo ingreso los obligan a tomar un curso extra de inglés de varios meses con un costo de 24 mil pesos como materia propedéutica. Los que ya dominan la lengua, tienen que realizar un examen de certificación con un costo de 4 mil pesos. Por concepto de inscripción cada alumno paga dos veces al año un monto total de 4 mil pesos. Por concepto de colegiatura mensual, empezaron cobrando mil pesos y después la subieron al doble. Por un certificado parcial de calificaciones el ISA les cobra 16 mil pesos, por un certificado de técnico en enfermería, 20 mil pesos. El certificado de licenciatura cuesta 50 mil pesos.
Los directivos obligan a los estudiantes a comprar su desayuno y comida dentro de la escuela. Lo mismo pasa con la compra del material de prácticas de odontología y química. Es necesario tener en cuenta que la mayoría de los estudiantes son de bajos recursos económicos que no pudieron ingresar a la UAG.
Como el ISA no tiene certificación oficial en algunas de sus carreras de salud, obligan a los alumnos a realizar sus prácticas en hospitales y centros de salud pública como si fueran universitarios de la UAG, es decir, usando gafetes, documentos y uniformes con el logo de la UAG. Al descubrirse tal fraude, los hospitales han tenido que impedir la entrada a los alumnos del ISA que llegan con dicho camuflaje.
Este muy lucrador instituto, ofrece 18 licenciaturas (de las cuales la UAG ha certificado solamente cuatro), tres maestrías y cuatro especialidades sin especificar certificación alguna. O sea, muchas de ellas son carreras académicas “patito”.
Extrañamente, todas las negociaciones con los alumnos inconformes fueron realizadas por funcionarios y directivos de la UAG. Fueron insistentes los negociadores en dejar claro que el rector de la UAG, Javier Saldaña, no tenía absolutamente ninguna relación con ese cuestionado instituto.
Curiosamente al final, los funcionarios de la UAG dijeron que todas las irregularidades serán investigadas y analizadas por el Consejo Universitario, que como todo mundo sabe, está en su mayoría domeñado por preclaros dirigentes universitarios, flamantemente uniformados por la actual universidad-partido; quienes están elaborando sus documentos básicos: Declaración de principios, programa de acción y estatutos. ¡Uf!