EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Mateo García Elizondo: regresar a Pedro Páramo con heroína

Adán Ramírez Serret

Diciembre 06, 2019

 

Entre los habitantes del mundo de la literatura mexicana, la especie que componen escritores, críticos, editores y, sin duda, lectores, hay pocos puntos de coincidencia; son raras las certezas en las que todos converjan; pero me atrevo a decir que con respecto a cuál ha sido el mejor escritor mexicano, una mayoría absoluta concluirá que fue Juan Rulfo.
Sobre quién es el segundo, como dice Juan Villoro, ya nos podremos pelear lo que nos quede de vida.
Sin embargo, nunca me ha dejado de resultar extraño que hagamos de un autor tan lúgubre y solemne, el asignado para definir a un país que es (quizá aparentemente), todo lo contrario.
Yo pensaría que somos lo opuesto: hemos orinado antorchas olímpicas en París y detenido trenes en Japón, porque nos parece chistoso; por lo tanto, que en los autores en donde se observa de manera más fiel la identidad del mexicano es en obras en dónde se ve representado a la perfección, como las de Emilio Carballido o Jorge Ibargüengoitia, en las cuales los personajes son más bien desenfadados, un tanto cínicos y hasta un poco patéticos.
Pensando en esto, el otro día leía a Borges y descubrí que este es un rasgo usual de los escritores que escoge un país. Pareciera que preferimos reflejarnos en un espejo que nos distorsione. Así, dice, los alemanes escogieron a Goethe que tiene muy poco del espíritu ario alemán y los ingleses a Shakespeare, que de inglés, en cuanto a sus pasiones y la explícita expresión de estas en sus personajes, tiene muy poco.
Pienso en esto a partir de la novela de Mateo García Elizondo (Ciudad de México, 1987), quien con su primera obra, Una cita con la Lady, recuerda bastante muchos aspectos de Pedro Páramo, la soledad, el pueblo abandonado, los muertos…, más un elemento que sin duda nunca apareció en Rulfo: la heroína.
Descubro con la lectura de García Elizondo y con la del oaxaqueño Antonio Vázquez, que la obra de Rulfo está mucho más viva de lo que todos pensábamos. Ya que no es solamente un autor cuya obra haya sido fundamento de grandes escritores durante los años 60, sino que lo sigue siendo aún hoy en día.
Mateo García Elizondo tiene una ascendencia difícil, pues su abuelo era nada más y nada menos que Gabriel García Márquez y, por si esto fuera poco, su otro abuelo fue Salvador Elizondo. Así que para él, en un inicio, convertirse en autor no era precisamente una labor fácil.
Se quita el peso de su familia desde la primera página pues es la historia de un joven heroinómano que va en una huida constante de su vida y quien piensa dar el golpe final. Es un libro terrible pues se trata de un joven que tiene como objetivo más profundo en la vida, desaparecer. Lo que busca es dejar de desear, estar en una condición de tranquilidad en donde nada sea necesario más que existir y abrir los ojos.
En las primeras páginas vamos descubriendo las imágenes, las alucinaciones que causa el consumo del opio. Esa extraña felicidad, ese terrible aislamiento en donde se deja de vivir y es entonces cuando vienen las ideas que construyen este libro. “Hazte de cuenta que te dan chance de ver tus pensamientos, y aquello se parece al cielo nocturno, lleno de estrellas. Te quedas ahí viendo cómo se van apagando las estrellas una por una, y cómo se va quedando todo obscuro y vacío. Es espectacular. Se siente muchísima paz”.
Comienza el viaje a las profundidades del opio en donde la historia del personaje se desliza entre goma y mugre, viaja hacia el pasado, el momento en que consumió por primera vez; las razones por lo que lo hizo y la primera experiencia con la droga.
Aparecen también, cada vez más y más, los amigos que han muerto consumiendo. No siente nostalgia sino que entabla un diálogo con ellos y comienza a ver a los muertos del pueblo perdido, El Zapote, que se acercan a él para que le de mensajes a sus familiares del pueblo que aún siguen vivos.
Esto no puede ser más Rulfo, pero no lo es por imitación, sino porque quizá el mundo que vivió Rulfo está sucediendo de nuevo. Y lo más importante de esto es que parece que el autor de Pedro Páramo no sólo es un giro, un fundamento definitivo para el pasado, sino que ha dado un salto de 50 años para influenciar a los jóvenes del siglo XXI.
(Mateo García Elizondo, Una cita con la Lady, Ciudad de México, Anagrama, 2019. 197 páginas).