EL-SUR

Lunes 03 de Junio de 2024

Guerrero, México

Opinión

POZOLE VERDE

Me llaman La Tequilera / 2

José Gómez Sandoval

Septiembre 19, 2018

La vecindad

Mientras solfeaba y se aprendía canciones con su tío, María de la Luz Flores entró a trabajar a una fábrica de cartón, de la que fue rápidamente despedida, por rebelde. Ya entonces, sólo pensaba en cantar. Dejó la escuela, pero una vecina le enseñó las tablas de multiplicar, y cuando en el patio de la vecindad los chiquillos arrancaban con eso de uno por uno, uno, dos por dos cuatro, como si cantaran la lotería, Lucha no se quedaba atrás, porque se le había pegado el sonsonete o porque la música se había apoderado de su oído para no abandonarla más. Tenía 13 años y no se llamaba Lucha Reyes. Le decían María, María de la Luz, Luz o Lucía.

El concurso

A fines de 1920, “ya consolidados los logros revolucionarios”, “basta respirar el ambiente del país para sentir cómo se afianzan los valores nacionalistas” en caminos insospechados. El arte se impregna de lo autóctono, de lo indígena. Grandes creadores se reúnen en tertulias bohemias. Se actualizan melodías del siglo XIX, y aparecen Canción mixteca, Cielito lindo y Borrachita.
Cuando María de la Luz se entera del concurso para entrar como cantante a la carpa Salón Versalles, se entusiasma y decide participar. Concursa, y gana. A los dos meses, cuatro antes de la fecha en que empezaría su contrato artístico por seis meses, enferma de tifoidea o de algo parecido. No pierde la voz, como cuando niña, pero se peló. Su tía la rapa, para ver si así le nace pelo nuevo y parejo, pero como eso lleva tiempo y se acercaba el día de su presentación en público, en ésta María de la Luz tuvo que usar peluca. Después fue fácil, Los Serranillos, “como se hacían llamar los amigos de mi tío, eran músicos buenos y entretenidos: …inventamos muchos arreglos a voces juntos, les aprendía el truco: ¡arriba los duetos, las segundas, las terceras,… y hasta las cuartas voces, me cae de Dios!”.

Las carpas: canta y no llores…

Dice Alma Velasco que las carpas nacieron a partir de un problema laboral entre empresarios y artistas del Teatro Principal, como espacio alternativo del espectáculo. Actores de todo tipo y categoría se juntan para decir chistes pícaros o irreverentes. Y es que “parte de la historia de México se definió bajo la luz nocturna, entre botellas, risas, sátiras políticas, mujeres que fomentaron en los hombres sus delirios de placer y de grandeza, mientras ellas cazaban sus secretos entre los murmullos hipócritas de sus besos… Aquí, donde “las cantantes juegan un papel de engranaje inigualable: inyectan audacia, desenfado, picardía, romanticismo”…, surgen los primeros ‘gorgoritos’ de María de la Luz Flores Aceves. Con un repertorio de canciones campiranas y de salón, de corte refinado, consideradas ‘gratamente aceptadas por el público’, canta el en Salón Versalles durante seis meses. Su voz, comentan, suena pulcramente ‘aflautada’. Lo demás está a ojos vistas: se trata de una arena de box, los artistas amenizan los intermedios entre pelea y pelea”.
Entonces andaba yo por los trece años. Me emocionaba lo apasionado del público. Ahí fui aprendiendo a entender las intenciones de quienes me miraban. También me di cuenta de que yo miraba distinto a cada quien, pero conocí un modito de ver que nunca dejó de estremecerme, que sólo es de cuando cantas… notas que alguien tiene los ojos sobre ti, pero desde sus propios adentros, viéndose a sí mismo… se da una especie de placer compartido…

A la niña una flor…

Aún gobierna Venustiano Carranza, la Revolución parece no tener término, pero los pudientes refrescan sus problemas importando el fox trot y por el charleston. Los modistas procuran destacar el pecho y las caderas de las damas. Éstas logran autorización social para cortarse el pelo “y entra la divertida etapa de las ‘pelonas’”.
Cuando a Velasco se le dificulta integrar datos históricos en su discurso omnisciente, los distingue por sus letras mayúsculas agrupadas en bloque al centro de la página, como si fueran un paréntesis grandote. En cuanto toca el tema del espectáculo, su prosa fluye con fuertes emociones musicales. No se tarda, que si Joaquín Pardavé, que Guty Cárdenas, que si un tal Agustín Lara paseaba “por las carpas y cabaretuchos de Santa María la Redonda y Bucareli”… María de la Luz hace mancuerna con La Potranca, pero se pelea con La Caballona, y la corren de la arena de box. Con La Potranca, canta en una carpa (un foro “de verdad”), y los periodistas del espectáculo desvían la vista de Celia Montalván, Delia Magaña, Lupe Rivas Cacho y María Conesa, La Gatita Blanca, para elogiar la voz “argentina” de María de la Luz Reyes, a quien ya llaman La Reina del Mariachi. En la carpa aprendió muchas mañas… y a beber alcohol. ¡Llegaba apenas a los trece años! Con el trago me aflojaba, se me quitaba el miedo… ¿Desde cuándo las niñas se emborrachan? Yo, desde entonces… me lleva…
En el tronco de un árbol una niña, / grabó su nombre henchida de placer, / y el árbol conmovido allá en su seno, / a la niña una flor dejó caer…

Debut, matrimonio y despedida de Los Ángeles

Su madre reaparece en su vida y a golpes la obliga a irse a vivir con ella. La esclaviza y le “administra” lo poco que gana cantando. Huye a la vecindad, con sus tíos, pero como su madre puede llegar a jalarle los cabellos en cualquier rato, decide aceptar una oferta de trabajo en Estados Unidos. Es 1922; ella tiene 16 años.
En México se quedan Álvaro Obregón y Francisco Villa peleando el cadáver de Emiliano Zapata. En el Teatro Lírico triunfa Mimí Derba y Rodolfo Gaona y Juan Silvetti en la plaza de toros. En Estados Unidos se habla de Rodolfo Valentino, Mae West, Chaplin y Harold Lloyd. María de la Luz llega a Los Ángeles, donde la demanda de música mexicana es extraordinaria. Debuta en un “cabaret folclórico”, con el nombre de Luz Reyes, y casi inmediatamente conoce a Gabriel Navarro, el periodista que iba a entrevistarla y se enamoró de ella.
Se casan y durante un tiempo son felices. Luz se siente completa: bien casada, con “suficientes dólares” y aplausos por montones. Forma parte de la Compañía Arte Nuevo Teatro Hidalgo de Los Ángeles, donde, estudiando, le entra “a la zarzuela y hasta a la opereta”. A los 17 años, debuta como solista en el Teatro Principal. Luz se embaraza, pero, como no ha dejado la antigua costumbre de beber, aborta. La prensa liga su ingreso al hospital “con los escándalos de sus borracheras”, y “el gozo que vivía con Gabriel se quiebra, como un arcoíris que se parte: imposible volver a unirlo”.
Luz se guarda la verdad de sus asuntos. Gabriel termina el libreto de La maldita guerra, una obra de teatro que escribió para Luz, y, para “cerrar su relación con un buen recuerdo”, le pide que sea su protagonista, y ella acepta. En octubre de 1924, la obra se presenta en el Teatro Hidalgo, y mientras Luz “vuelve a triunfar, Gabriel… ve su victoria, se deslumbra… y desaparece” de su vida para siempre.

De la vecindad a Europa

Luz aprovecha que en México hay un fuerte impulso para propagar la música popular para regresar. Agobiada, triste, ofuscada, “espera que emigrar le ayude a sellar la cáscara de huevo que se despedazó”. Promete no tomar un solo trago, incluso se somete a tratamientos antialcohólicos.
Pronto, comencé a hacer temporadas en los teatros importantes, el Teatro Lírico… y el Teatro Iris, con el nombre de Luz Flores. Luego va a trabajar con el “famoso señor Campillo”; se hará llamar Luz Reyes. No hacía mucho que se había instalado en la capital la primera radiodifusora local (que años después devendría en la XEW), y la industria de los discos cobraba fuerza.
En 1926 formó el Dueto Anáhuac con Margarita del Río. Las acompañaba la Orquesta Típica que dirigía el maestro Esparza Oteo. Le va bien, pero sigue bebiendo y da mucho qué hablar a los periodistas, que acababan de elevarla de “jilguero” a “ruiseñor”.
Con las hermanas Ascencio formó, a mucho orgullo, “el primer trío de México”, el Reyes-Ascencio, con quienes tuvo problemas y no duró mucho. El “famosón señor Torreblanca” la integra al Cuarteto Anáhuac, y (hasta las muchachas decían que tenía una voz escalofriante) triunfa.
En 1927, la guerra cristera se apacigua y mientras Diego Rivera pinta murales en Chapingo, en el radio suenan melodías de Lara, del treceañero Ruiz Armengol, de Ricardo Palmerín, de María Grever. Hace dueto con Margarita del Río, pero no deja de formar parte del Cuarteto Anáhuac. La invitación de un director de orquesta para cantar en Europa, empezando en Alemania, la pone de cabeza. El miedo de perder la voz, como le pasó de niña, la sigue aterrorizando, pero acepta: Borrachita me voy / para olvidarte…

Un barco a la deriva

En el barco, Luz establece una relación con el director, pero coquetea con el violinista. Llegan a Berlín a mediados del 27. Se enteran de que la economía de Europa está en crisis y, para su sorpresa, sus presentaciones se cancelan por la baja venta de boletos, y tienen que aceptar contratos en restaurantes “de segunda”. El frío es intenso, “el dinero ya no alcanza para comidas decentes”, la cruda alcohólica los noquea y el grupo se deprime. El director descubre a Luz con el violinista, y, tras agarrarse a golpes con éste, decide abandonar a Luz, al violinista y a toda la orquesta, que queda, en Europa, como barco a la deriva. Trabajaron en restaurantes y cafés alemanes, “pero como lavatrastes por un poco de comida”.
Si algo bueno salió de ese viaje, fue que Margarita del Río la bautizó como Lucha Reyes. El nombrecito le sonó bien a Luz, y así se le quedó. Lo peor, es que empezó con sus “ronqueras”.
El cónsul mexicano en Berlín los sacó del marasmo: arregló sus papeles y les acompletó para el pagar el pasaje del barco de tercera que los traería de regreso a México.

Mientras recupera la voz

Ya aquí, el Cuarteto Anáhuac, conformado por Lucha Reyes, Margarita del Río, Juan Martínez y José Pantoja, consigue grabar un disco. “En él –apunta Alma Velasco– queda guardada para siempre la primera voz del ruiseñor Luz Reyes…, con temas como ¿Dónde estás corazón? y La potranca.
En un país que vive “entre riñas y rivalidades” políticas, asesinan al general Álvaro Obregón. Luz cae enferma; en su fiebre, elucubra: …Me fui a Alemania montada en la fantasía, …y me regresé peor que perro con la cola entre las patas… Llegué directo a la vecindad… buscando el refugio de la cueva propia…, como cuando empezó, incluyendo la agria y abusiva participación de su mamá.
Además de la infección, tiene nódulos, especie de callos, en las cuerdas vocales. El diagnóstico es tan severo que el médico “se ve obligado… a pronosticarle que de hecho será muy afortunada si vuelve a hablar normal, pero de cantar, opina, puede irse olvidando…” Dejó de hablar un tiempo, utilizando papel y lápiz cuando quería decir algo.
En cuanto pudo ponerse de pie, decidida a ganar unos pesos, regresó a la farándula, como rumbera, en un cabaretucho. “Los ritmos ‘cachondos’ le dieron cabida a una Luz bailadora que peleaba en lo privado por recuperar una voz que nunca más tendría”. Luz recuerda al maestro que le decía: piano, piano, se va lontano, y se arma de voluntad y paciencia, con tal de recuperar su voz.
Mientras la recupera, en la capital está de moda el jazz-dixie y el nombre de Greta Garbo suena por todos lados. Comenzó a salirle algo distinto, una voz rara, más grave, nueva… De a poco, fui agarrándole confianza otra vez al canto. Ya no me acomodaba bien con las canciones de antes, las finas, las agudas, pero había tanto repertorio original nuevo…
Dejamos a la afamada cancionera preparando su vestuario…, los trajes elegantes para pasar tarjeta con los empresarios, revelando que en esos días nació su afición por los perfumes, a los que considera amuletos para buena suerte. Con suerte, en el próximo Pozole Verde volverá a cantar, con su nueva voz. El capítulo que sigue se titula: El pájaro canta aunque la rama cruja.