EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

LA POLÍTICA ES ASÍ

Mercados

Ángel Aguirre Rivero

Noviembre 19, 2021

La política es así

 

Siempre he pensado que cuando visitas un lugar, ya sea en el estado, el país o en el extranjero, para conocer realmente el carácter de la gente y sus costumbres, tenemos que visitar los mercados tradicionales.
Provengo de una familia que se dedicó al comercio, y tengo vívidas experiencias desde chamaco acarreando con mi hermano por la madrugada, alumbrados por una veladora, piezas de res que transportábamos en burro desde el rastro hasta el puesto que tenía mi madre en el mercado de Ometepec.
Crecí y fui parte de esa experiencia sin igual que se vive en los mercados tradicionales. Nada se puede comparar a ese inolvidable recuerdo.
Hoy, los mercados de las grandes ciudades luchan por sobrevivir ante la llegada de los grandes centros comerciales, los que, con aire acondicionado, grandes estacionamientos y dudosas ofertas, les arrebatan marchantes.
Los mercados vienen desde la época prehispánica, ya son parte de nuestra idiosincrasia, están grabados en nuestra memoria colectiva y representan además de una oportunidad para el comercio, una tradición que sin duda va a sobrevivir.
Pero como decía al principio, si viajas como turista y no visitas los mercados locales, no podrías decir que conoces ese lugar. Así de sencillo.
En los últimos años han sufrido diversas orientaciones para hacerlos también atractivos para el turismo. Cuando uno visita Barcelona el mercado de “La Boquería” es referencia obligada, pues se disfruta de excelentes platillos sin necesidad de acudir a los mejores restaurantes de esta hermosa ciudad.
Lo mismo sucede con el mercado de San Miguel en Madrid, o el Del Carmen en Valencia, entre otros.
Qué decir del mercado de la colonia Roma donde puedes encontrar platillos de Colombia, Venezuela o del hermano país de Cuba; el de Coyoacán o el mercado de La Portales, todos en la Ciudad de México.
Es en la charla con los comerciantes, con las encargadas de la fonda, que conoce uno el carácter de los lugareños, sus historias, tradiciones y leyendas de la región, y hasta se entera uno de lo que piensan de sus gobiernos.
Algunos mercados destacan por su limpieza e higiene, otros no tanto, pero en suma, la experiencia sensorial de olores y colores al recorrer los pasillos, las florerías, la nave de comida, de ropa, la música que ahí se escucha mezclada con el vocerío de las vendedoras para captar tu atención, no la encuentras en los grandes supermercados, tan fríos e impersonales.
Si usted no ha probado “la pancita” en el mercado central de Acapulco, hágalo… Le aseguro que no se arrepentirá, o la barbacoa en el mercado Baltasar R. Leyva de Chilpancingo; y antojitos por la tarde-noche como las enchiladas, los tacos al pastor de carne blanca, los taquitos ahogados y las chalupitas en el mercado de San Francisco, constituyen una experiencia gastronómica inolvidable.
Los bolillos con relleno en Costa Grande o el vaso relleno y los biuches desde las 6 de la mañana en mi tierra, Ometepec… Para qué les cuento.
Ni qué decir de los uchepos, los toqueres y los tacos “arrieros” en mi querida Tierra Caliente, que son verdaderos deleites para el paladar.
En muchos mercados de Guerrero se pueden encontrar espacios donde coexiste el culto a la santa muerte, al santo Malverde, a los santos de la Iglesia católica y a la virgen de Guadalupe, crucifijos, escapularios, veladoras para limpias, amarres, amuletos y yerbas para curar diferentes males. Un encuentro de creencias y cultos que chocan entre sí, pero se explica por lo diverso que somos.
Durante mis dos periodos como gobernador lo mismo construí mercados en Acapulco, Chilpancingo, Iguala, Ometepec, Ayutla, Juchitán, Teloloapan, Azoyú, Tlapa, Chilapa.
También en Tixtla, Cruz Grande y Cuajinicuilapa, así como el mercado de San Francisco en Chilpancingo, de San Marcos (que está a punto de ser concluido) y Coyuca de Benítez.
Había voces que me decían que mi gobierno les vendiera los locales a los concesionarios, sin embargo, siempre me opuse y los entregamos sin cobro alguno.
Tengo confianza en que se dé continuidad a este tipo de obras y aprovecho la oportunidad para invitar a mis amigos los locatarios para que, sin dejar de dejar de cumplir sus funciones de abasto, le den un giro turístico a sus servicios, pues hacia allá caminan las nuevas formas de hacerlos más atractivos.

Del anecdotario:

Aquella vez contendía por segunda ocasión para ser diputado federal por mi región, Costa Chica, después de haber concluido mi mandato como gobernador interino.
En uno de esos días llegué hasta una de las comunidades más apartadas del municipio de San Luis Acatlán.
Río Iguapa es su nombre y es habitada por indígenas mixtecos de esa región.
Eran las 13 horas cuando llegué a este bello lugar, y pude percibir que un día antes habían celebrado al santo de su preferencia, pues varios de ellos aún se encontraban en estado de ebriedad.
Me pasaron a un pequeño salón donde uno de sus líderes con voz autoritaria y hasta intimidatoria soltó: –mira Aguirre, si no te comprometes a construirnos un puente que tantas vidas nos ha quitado no te vamos a dejar ir.
Con toda paciencia y tolerancia escuché a cada uno de ellos pues comprendía perfectamente su malestar y enojo.
Al hacer uso de la voz les expliqué que no podía suscribir ese compromiso, pues yo no era autoridad y era tan solo un candidato, lo que me costó trabajo hacerlos entender.
Para mi buena fortuna, uno de los asistentes a la reunión pidió la palabra para decirles: –compañeros, yo conozco a Aguirre y él ayudó a la Policía Comunitaria, nos dio uniformes, radios para comunicarnos, camionetas y fusiles M-1 cuando fue gobernador.
Lo cual tranquilizó a los asistentes.
Respiré profundo y me dije: de ésta ya me salvé.
Rápido me despedí de ellos con la promesa de ayudarlos.
Cuando asumí mis funciones como diputado federal, fui nombrado presidente de la Comisión de Comunicaciones y luego de la de Presupuesto y Cuenta Pública, en mi memoria estaba viva la petición de los mixtecos de Río Iguapa. Así que incorporé en el presupuesto federal la construcción de su puente.
Pasado algún tiempo llegó una comisión de habitantes de esta localidad hasta la Cámara de Diputados, donde los recibí personalmente, quienes me dijeron: –guirre (no me decían Aguirre, ni diputado, lo cual mucho disfrutaba), venimos a invitarte a inaugurar puente Río Iguapa, queremos que tú inaugures, porque fuiste único que no ayudó.
Sus palabras me conmovieron y lo sellamos con un fuerte abrazo.
–Si tú vas, vamo a matar un chivo y vamo a tomar cerveza y mezcal ­–dijeron.
Les agradecí mucho el gesto a mis hermanos los mixtecos, a quienes tanto amo y respeto, y sólo me dije: ha valido la pena, gracias, mi Dios, por ser un conducto tuyo…
La vida es así.