EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Concejo Indígena de Gobierno, el día más grande de nuestra historia

Tryno Maldonado

Septiembre 26, 2017

Día 1. Cideci Unitierra, San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Del 26 al 29 de mayo pasados se reunió el Congreso Nacional Indígena (CNI) y se instauraron tres mesas de trabajo para lograr los resolutivos del primer Concejo Indígena de Gobierno. Delegados de todas partes del país iban y venían por las instalaciones del Centro Indígena de Capacitación Integral Fray Bartolomé de Las Casas AC-Universidad de la Tierra (Cideci-Unitierra). Wixárikas, chontales, cocas, rarámuris, yaquis, sioux, zapotecos, nahuas… Entre todos ellos y ellas, eran, sin embargo, los rostros encapuchados del EZLN los que atraían las lentes de las cámaras. En los siguientes días, los medios reproducirían el error de referirse a María de Jesús Patricio –vocera del Concejo Indígena de Gobierno (CIG)–, como la “vocera del EZLN”.
Durante un fin de semana en el Cideci se congregó una de las mayores reservas morales en resistencia de México. Llegaron, poco a poco, adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, delegados, zapatistas y representantes de otras luchas en apoyo al CNI, como Atenco, Los Pedregales y las familias y alumnos de Ayotzinapa.
La de los pueblos indígenas es una lucha a contrarreloj frente al despojo neoliberal que asume diferentes formas de necropolítica, pero a las que ellos llaman con un mismo nombre: capitalismo. Es una lucha a contrarreloj, por tanto, por la vida.
“No vamos con el fin de llevar votos, de ir a sentarnos allá, a la silla maliciada. Más bien nuestra participación es por la vida, es por la organización, es por la reconstrucción de nuestros pueblos que han sido golpeados por años”, dijo María de Jesús Patricio Martínez, recién nombrada vocera del Concejo Indígena de Gobierno.
“El CIG será el que en realidad encabece esta campaña. Como la ley no permite que se pueda registrar un concejo, vamos a presentar a nuestra vocera”, intervino Mario Luna, concejal yaqui. “Éste es un proceso que no empieza con el Concejo Indígena de Gobierno y que tampoco termina con el proceso electoral. Esto es una invitación a la sociedad para organizarse”.
Tomó la palabra después Filo, concejal nahua de la mixteca poblana: “En el mundo nahua hay una escena en la que un abuelo, antes de morir, le dice a su nieta: ‘Nuestro día tú sí lo verás, tú sí lo vivirás’. Pues de eso trata todo esto. Ese día llegó. No se confundan: ésta no es una vulgar lucha por el poder; es un asunto civilizatorio”.
“Quinientos años hemos vivido en un sistema de castas. Queremos sustituir ese sistema de castas por una sociedad igualitaria”, dice Mariela Vázquez, concejal tzeltal. “En tzeltal, respeto se dice yich’el ta muc’: hay que aprender a mirar la grandeza del otro.”
“Les cuesta trabajo creer que, a partir de hoy, nosotros somos los protagonistas de la historia nacional –siguió Filo–. No lo creen. Pero nuestro objetivo es claro: queremos acabar con el sistema capitalista. Porque es el único responsable de toda esta guerra, de toda esta muerte, de toda esta destrucción, de todos los desaparecidos… Y no vamos a detenernos hasta que el CIG esté parado sobre el cadáver de la hidra capitalista. Es entonces cuando vamos a poder decir: hemos cumplido, hemos vencido”.
Día 3. Después de largas horas de espera, los invitados fuimos convocados al auditorio del Cideci.
“Apaguen sus cámaras. Éste será un momento que deben guardar sólo en sus corazones”, fue la petición que nos hizo el representante del pueblo tohono o’odham al dirigir el ritual ceremonial de presentación y la entrega del bastón de mando a María de Jesús Patricio, Marichuy, la vocera del recién instaurado CIG, ante los casi mil 500 invitados. En torno  a Marichuy, los 71 concejales indígenas presentados minutos antes. El auditorio se puso de pie y el tambor ritual empezó a percutir como un corazón batiente al mismo ritmo que los nuestros.
Por las miradas de los subcomandantes Galeano –antes Marcos– y Tacho, han pasado los años: atentos a la ceremonia desde un discreto segundo plano, en un rincón del auditorio, muy lejos del proscenio pero inesperadamente cerca de mí. En esa delegación del EZLN con la que me encontraba, nadie se atrevió a hablar por miedo a romper el silencio ritual. No había necesidad de decirlo, el sentimiento dominante era uno solo: la certeza de estar viviendo un momento histórico.
Era, en efecto, un instante para guardar únicamente en nuestros corazones.
El tambor calló. Los aplausos y las consignas estallaron entre los zapatistas y entre los asistentes.
“¡Viva el CNI! ¡Viva el EZLN! ¡Viva la lucha anticapitalista! ¡Vivan nuestros pueblos! ¡Viva México! ¡Vivan las mujeres!”.
“El día de hoy es el día más grande de nuestra historia –dijo Filo–. Veinte años nos tomó conocernos, escucharnos, mirarnos, los pueblos indígenas que durante siglos estuvimos en resistencia. Y llegamos a esto. Se trata de un alzamiento indígena. El alzamiento indígena más grande de la historia de México. Y es un alzamiento no violento”.