EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

México ante la encrucijada norteamericana

Eduardo Pérez Haro

Abril 18, 2017

Para Martha Serrano.

El “desarrollo del mercado interior y la diversificación de mercados para el comercio exterior”, parece perfilarse como la máxima alrededor de la cual se crea el consenso de tirios y troyanos, que indistintamente la espetan sin recato alguno, digamos que guarda el equilibrio perfecto independientemente del contexto y de la historia, y he ahí su frivolidad en riesgo de fe, señuelo o engaño y el imperativo de remitirle al mundo y su momento.
Así, la máxima, se recomienda en China o en Estados Unidos, también en México, desde la derecha o desde la izquierda, desde el gobierno y fuera del gobierno. Pareciera que al no cumplirse con la máxima se crean desequilibrios en la balanza comercial que en su devenir terminan por generar subutilización de la planta productiva, desempleo, insolvencia para cubrir las deudas… y ya instalada esta dinámica descendente en el ritmo y nivel del crecimiento socioeconómico, las principales naciones del mundo se disponen para apuntalar sus procesos internos sin reparar en las implicaciones que ello tiene sobre sus socios comerciales con quienes realizan sus principales intercambios de mercaderías y servicios. Esa es la vulgar y rapaz naturaleza del sistema basado en la competencia mercantil acicateada por la ganancia económica y política, dicho sea en toda la extensión de la palabra.
No obstante, hay treguas, alianzas, convenios y otras formas de relación que no deben descartarse, aunque por ahora Estados Unidos se ha convertido en franco adversario y no presenta su mejor disposición. El gigante está afectado y enojado, le angustia mirar su debilitamiento frente al mundo y le agobia el registro interno de problemas como el desempleo y la pobreza que parecían reservados para los países dependientes o marginales. Por ahora no piensa, lo quiere todo y aun así, a pesar del afán, habrá que intentarlo, de manera que se impone ajustar los términos para relevar el proyecto de competencia excluyente por uno de complementariedad como posibilidad y por difícil que parezca, y aunque ello sólo sea transitorio, procurar puntos de apoyo y ganar tiempo para mejorar nuestra condición en la competencia que al final de cuentas siempre dará lugar a la diferenciación entre perdedores y ganadores, y de ahí que la máxima puesta en contexto no sea más que indicativa de un proceso que se modifica conforme al contexto de cada etapa y circunstancia y no dogma de algún ismo.
En otras palabras, el punto de partida del giro de México hacia el desarrollo interno y la diversificación del comercio exterior, paradójica e inevitablemente parte de la mesa de negociaciones con Estados Unidos, no ya del TLC sino de un acuerdo de nueva generación donde se suban a la mesa la cooperación en tecnología, la infraestructura, la capacitación de la fuerza laboral y el financiamiento. No basta engallarse, aunque suene o parezca muy plausible. De hecho, cuando así lo colocan funcionarios o empresarios no es más que un recurso de posicionamiento para salir del encuentro lo menos raspados y muy ingenuo de quienes se lo creen porque no saben lo que representa asumir el aislamiento desde las condiciones del atraso, y sólo apelan a la mexicanidad y a la riqueza de los recursos naturales sin reconocer que, despojados de capacidades, estos elementos palidecen y se evaporan ante la implacable competencia mercantil-capitalista.
Objetiva y materialmente, es menester reconocer las condiciones reales para trazar una estrategia lo más próxima a su posibilidad real. Es preciso actuar con responsabilidad y no quedar relegados a la marginalidad del rechazo secular como si ello no tuviera implicaciones sobre la población y, menos aún, terminar como bases de una estrategia para seguir igual, conservadurismo que carece de conocimiento, imaginación y posibilidad, porque hay que advertir que nadie convoca a una negociación para seguir igual o mayormente afectado, y por lo tanto, esa pretensión también peca de ingenuidad condenándonos a terminar peor de lo que estamos, y esa es la postura oficial que debe evitarse.
La determinación de Estados Unidos de ponerle freno a las exportaciones de nuestro país y la disminución de la competencia que, en algunos segmentos del mercado laboral, le representan nuestros paisanos allende la frontera, se traduce en un severo golpe para un país, como México, que se apalanca sobre ambos factores –exportaciones y remesas– para apenas tambalear con un insuficiente crecimiento económico. Ese fue el error nacional que prácticamente le dejó maniatado, pero ya estamos en esta situación y ahora habrá que procesar el cambio de estrategia, ese es el asunto, México no tiene alternativa, tendrá que acudir a la mesa de negociaciones y también tendrá que ir por “el desarrollo del mercado interior y la diversificación del comercio exterior”, pero ¿qué estrategia le puede servir en la mesa y cómo emprender el vuelco hacia el desarrollo interior y la diversificación?
La estrategia de negociación no debe quedar acotada al TLC, sino abrirse a un acuerdo de complementariedad donde el comercio sea apuntalado en lo que hace a los factores de producción en que se funda la capacidad de intercambio que son, en sentido estricto, los elementos duros de la estrategia para el desarrollo nacional. No debe repetirse el error de crear o recrear una relación donde el plano interno quede subordinado cuando no prácticamente abandonado. No se antoja fácil, pues, independientemente de las complicaciones en la mesa de negociación, erigir una capacidad de producción acorde a las exigencias del umbral global de competencias de suyo lleva tiempo además de los cuantiosos recursos financieros que ello significa, y amén del acuerdo social que todo ello presupone, pues, además de claridad alguna –que siempre será requisito– habrá de tomar en cuenta que el proceso de construcción de acuerdos sociopolíticos también implica tiempo y recursos.
La lista de los problemas por atender y los márgenes de maniobra para solventarlos, suelen extraviarse en el desorden de prioridades y la definición de los instrumentos y esquemas por utilizar, pero no se debe de perder de vista que en el mundo de las mercancías lo más importante es producir y vender mercancías que suelen desplazarse a cambio del control de la inflación o de los mismos anhelos de justicia, en una suerte de pirotecnias técnicas o ideológicas, y tampoco debe obviarse que no es lo mismo vender frutas y verduras que aviones o máquinas de tomografía, lo cual supone capacidades reales de producción y competencia sin romanticismos y sin lugar para sustraerse ni en la fantasiosa emulación de la comunidad primitiva o de la isla de Robinson Crusoe.
Para resolverse en esta realidad habrá que establecer los fundamentos de ¿qué se produce?, ¿cómo se produce?, ¿cuánto se produce? y ¿para quién se produce? con lo cual rápidamente podemos percatarnos que sin sufrir el cerco de los cubanos, ni el abandono chino o los embates venezolanos, estamos sin condiciones de tecnología, sin infraestructura de producción y comercio competentes, con fuerza de trabajo muy limitada en su calificación, lejos de formas avanzadas de organización del trabajo y de la producción, sin vinculación de mercados que no sea Estados Unidos, con un sistema financiero-bancario de rapacidad excepcional, con asimetrías productivas descomunales y diferenciación regional y social desmedida. Sí, con el relumbrón de algunas empresas trasnacionales y media docena de multimillonarios en las listas de la revista Forbes pero con un paisaje socioeconómico propio de un país atrasado.
Estoy mencionado siete factores fundamentales de la capacidad productiva que reposan sobre un plano diferenciado por sectores productivos, regiones y estratos sociales, donde se sintetizan las variables de una ecuación correctiva y que algunas de ellas se deben subir a la mesa de negociación con Estados Unidos para procurarles en grado alguno como elementos compensatorios frente a las desventajas comerciales de esa relación y no perder de vista que hablar de estos factores implica, al menos, una generación, un penetrante esquema de correlación con el exterior, muchísimos recursos financieros y un acuerdo social de base con preeminencia sobre la técnica y que tarde o temprano debería alcanzar su expresión jurídica en el más alto rango, aspectos que habrían de procurarse en una relación ordenada, sistemática y regulada. Nadie en el mundo ha logrado superar el atraso con la omisión de estos elementos y factores.

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