Lorenzo Meyer
Abril 21, 2016
En el discurso cívico México suele presentarse como un país pacífico, uno que ha sufrido agresiones pero que nunca ha sido agresor. Pues bien, y a propósito de nuestra última guerra, la guerra contra el narcotráfico –los puristas dirán que esa no es guerra sino campaña– no es inútil reflexionar sobre qué tan pacífica ha sido nuestra historia nacional y si la violencia actual es o no un eslabón más de una cadena.
Desde 1810 la mayoría de nuestras guerras han sido civiles. Básicamente, la violencia vivida en los últimos dos siglos mexicanos ha sido producto de la lucha de una parte del país contra otra, teniendo al grueso de la sociedad como espectador y víctima de los choques.
Agresiones. Una guerra formal entre México y una nación extranjera fue la que se libró entre nuestro país y Estados Unidos entre 1846 y 1848; el resultado, como sabemos, fue un desastre, entre otras cosas porque tuvo lugar cuando México aún no cuajaba y no pudo movilizar todos los recursos que un Estado nacional consolidado puede y debe usar. Un conflicto anterior, la invasión española en Tamaulipas en 1829, no ha quedado en la memoria como guerra porque fue breve, de poca monta y nunca hubo la formalidad de una declaración. Aunque la acción de la armada francesa en Veracruz entre abril de 1838 y marzo de 1839 se le conoce popularmente como la “guerra de los pasteles”, en realidad fue una acción limitada para cobrar reclamaciones. A la segunda acción armada francesa en México, la que tuvo lugar entre 1862 y 1867 se le califica de intervención porque se inició como otra acción limitada por parte de España, Inglaterra y Francia para obligar a México a reanudar el pago de deudas y reclamaciones, sin embargo terminó por ser una auténtica y fracasada guerra de conquista que, esa sí, contribuyó a consolidar a México como nación.
Las acciones de fuerza de Estados Unidos en Veracruz y Chihuahua en 1914 y 1916-1917 nunca se convirtieron en guerras por lo limitado de los objetivos del agresor y la enorme disparidad de poder. Por esta última razón, Carranza no aceptó la “invitación” que le hiciera en enero de 1917 el ministro alemán Arthur Zimmermann para que entrara formalmente en guerra con Estados Unidos. Durante la II Guerra Mundial México se declaró en “Estado de guerra” contra El Eje, pero su participación armada fue simbólica y su papel se centró en el plano comercial y en proporcionar mano de obra –braceros– a Estados Unidos.
Las otras guerras. La sangre mexicana ha corrido en grande en las guerras internas. Para empezar, en la larga de independencia, especialmente en su primera mitad. Luego, en la lucha contra los separatistas texanos o la dura Guerra de Reforma entre liberales y conservadores de 1857 a 1861 con su prolongación hasta la caída del Segundo Imperio en 1867. Los combates continuarían entre los propios liberales hasta que el general Porfirio Díaz se impuso a sus adversarios en Tecoac en 1876.
La pax porfírica (1877 a 1910) no fue exactamente eso. En esos años el gobierno mexicano libró dos guerras contra dos naciones que se encontraban dentro de su propio territorio. La primera fue la “guerra de castas” contra los mayas en Yucatán y que una parte de los rebeldes sostuvieron desde 1847 contra criollos, mestizos y sus aliados indígenas hasta la caída de Chan Santa Cruz en 1901. Esta guerra quizá cobró un cuarto de millón de vidas. La segunda fue la guerra intermitente contra los yaquis en Sonora. Este conflicto enfrentó a la nación yaqui –como los mayas, los yaquis tenían su lengua, su territorio, sus leyes y su ejército– con los gobiernos locales y nacional desde la colonia, a todo lo largo del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX, cuando hubo choques armados con los propios revolucionarios sonorenses que incluyeron bombardeos aéreos contra los yaquis en los 1920. Las ascuas del conflicto aún subsisten.
El duro siglo XX. La gran guerra civil iniciada en 1910 que se conoce como la Revolución Mexicana más o menos concluyó en los 1920, pero se engarzó con la “Guerra Cristera” que se libró en el centro del país entre 1926 y 1929 y los rescoldos de esta guerra se reavivaron en “La Segunda Cristeada” de los 1930.
En la segunda mitad del siglo pasado, la represión en Chihuahua, Guerrero y otros puntos del país en los 1960’s y 1970’s llevaron al desafío de las guerrillas de izquierda y a la “guerra sucia”. Derrotadas estas guerrillas urbanas y rurales, en enero de 1994 la acción armada reemergió bajo la forma del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La lucha fue corta pero tuvo un fuerte impacto político y el EZLN permanece.
La actual. ¿Cuándo se puede datar el inicio de la “Guerra contra el narco”? Fue con el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) que el Ejército se lanzó de lleno contra los carteles y a recuperar territorios dominados por ellos. Las muertes y desapariciones atribuidas a esta brutal guerra sobrepasan ya los cien mil y más de millón y medio de desplazados, (La Jornada Semanal, 5 de octubre, 2014) y el final aún no se vislumbra.
En Suma. Por más de la mitad de su historia independiente, México ha estado envuelto en algún tipo de guerra. El nuestro no es un país agresivo pero tampoco se ha permitido ser pacífico.
A veces las guerras forjan naciones pero otras las desbaratan. Nuestra guerra actual es de estas últimas.
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