EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

LA POLÍTICA ES ASÍ

Mi relación con el clero

Ángel Aguirre Rivero

Mayo 06, 2022

LA POLÍTICA ES ASÍ

Durante mis dos administraciones como gobernador, siempre mantuve una relación muy cordial con todos los representantes de las iglesias, en especial con los católicos, pues desde niño mis padres me inculcaron esta religión.
Hoy he aprendido con el paso del tiempo que Dios no está en las iglesias, sino en uno mismo y que mi Dios es amoroso, no castigador, y que siempre acepto su voluntad.
Yo me quedo con “El Dios de Spinoza”: “deja ya de estar rezando y dándote golpes de pecho / lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida / quiero que goces, que cantes, que te diviertas / y que disfrutes de todo lo que he hecho”.
O del mismo autor: “No me busques en los templos lúgubres y fríos que tú mismo construiste, y que dices que son mi casa; mi casa está en las montañas, los montes y los lagos, los bosques, los ríos y las playas, ahí es donde vivo y expreso mi amor por ti”.
Me quedo con la oración de San Francisco de Asís: Señor, haz de mí un instrumento de tu paz / que allá donde hay odio, yo ponga amor / que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón / que allá donde hay discordia, yo ponga la unión / que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz / que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza / que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría / y que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Conozco muchas personas que se dicen fervientes cristianos o católicos, que no salen de sus iglesias, pero que en la vida cotidiana actúan con prepotencia, soberbia y sólo andan buscando cómo joder al prójimo.
Como también hay otras que al hacer oración, lo hacen desde el fondo de su corazón y que actúan con humildad y congruencia, a ellos mi admiración y respeto, pues estoy convencido que no hay cosa más potente en la vida que la oración y la gratitud.
Un amigo muy querido me enseñó a practicar por la mañana una oración que me acompañe todos los días: Dios, me ofrezco a ti para que obres en mí, ayúdame a desterrar lo malo y muéstrame tu voluntad para cumplirla.
Durante mis gestiones ayudé a muchas iglesias y capillas porque así me lo pedía el pueblo de Guerrero, cuidando nunca apartarme de la normatividad existente en materia presupuestal.
Así, coadyuvé de manera determinante en la construcción de la catedral de mi querido Ometepec, en la nueva Catedral de Acapulco, adquirimos la Casa Episcopal de la Diócesis de Acapulco, ayudamos al Seminario, y a pequeñas congregaciones religiosas como las Hermanas Clarisas de Ciudad Altamirano.
Lo mismo apoyé la rehabilitación de la iglesia del Señor del Perdón en Igualapa y el templo de “Papa Chuy” en Petatlán.
Cada mes celebraba una comida con todos los obispos de mi estado para intercambiar ideas y buscar la manera de apoyarlos en sus gestorías, pero nunca hablábamos de los grupos de la delincuencia organizada, no era tema de conversación.
Y es que siempre he pensado que cada institución tiene tareas muy específicas, como nos lo marcan nuestras leyes, y a la Iglesia le corresponde coadyuvar a la pacificación de nuestro estado y siempre que se encuadren en esa tarea, deben ser bienvenidas.
Hablábamos de la problemática que ellos visualizaban en sus demarcaciones para que juntos buscáramos una solución.
Celebro el encuentro de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda y el nuevo obispo de la diócesis de Chilpancingo, José de Jesús González, quien pertenece a la orden de frailes franciscanos, relación que seguramente redituará buenos frutos para nuestro estado.
No podría concluir mi artículo sin escribir la oración más bella que he conocido a lo largo de mi vida: “Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo, y sabiduría para distinguir la diferencia”.

Del anecdotario

En aquellos años fungía como secretario de Desarrollo Económico y del Trabajo en la administración de José Francisco Ruiz Massieu, quien me designó su representante para asistir a la consagración de la iglesia de San Luis Acatlán en la Costa Chica.
Tomé contacto con el representante del Vaticano y del papa Juan Pablo ll en México, Gerónimo Prigione. Acordamos salir en helicóptero de Acapulco para acudir a dicha ceremonia eclesiástica.
Bajamos en Marquelia, donde invité a tomar un refresco al representante máximo de la iglesia en México, en un restaurancito modesto de una querida paisana, quien preparaba un exquisito caldo de camarones cuyo olor llegaba hasta nuestra mesa.
–Oiga licenciado (me preguntó don Gerónimo), ¿qué están preparando?, porque huele muy rico.
Y me introduje hasta la cocina para constatar la delicias que estaba preparando mi querida amiga doña Lucy.
–Mira Lucy (le dije), ese señor que está en mi mesa, es el representante del papa Juan Pablo ll y te pido que le sirvas un caldo del que estás preparando.
Mi paisana salió disparada para arrodillarse ante el prelado para pedirle su bendición: –señor Papa, señor Papa, deme su bendición le dijo con todo su fervor.
El cardenal Prigione con toda la paciencia y cariño le dio su bendición y le aclaró que no era el Papa, sino sólo su representante.
Continuamos el vuelo hasta San Luis Acatlán, donde el pueblo estaba de fiesta por la inauguración de su iglesia y habían preparado un carro alegórico para que el representantante del Papa y el obispo de Acapulco los llenaran de bendiciones.
Al concluir el evento, despedí al cardenal, no sin antes pedirle su bendición, pues yo estaba buscando ser diputado federal por esa región. Y se me cumplió, a los pocos meses gané arrolladoramente por mi amada Costa Chica.
La vida es así…