Arturo Martínez Núñez
Agosto 11, 2020
El próximo año, el primer domingo de junio, las y los guerrerenses habremos de elegir a la gobernadora o gobernador, a 80 alcaldesas o alcaldes, al Consejo Comunitario de Ayutla, a 28 diputados o diputadas de mayoría relativa y 18 de representación proporcional y a 9 diputados o diputadas al Congreso de la Unión.
Todos los estudios de opinión señalan que Morena tendrá una cómoda ventaja, al ser Guerrero uno de los cinco estados en los que el presidente de la República tiene mejor aceptación de acuerdo con todas las encuestadoras que vienen haciendo estos ejercicios de manera frecuente.
Queda claro que, de no ocurrir alguna externalidad mayor, Morena ganará la gubernatura con holgura. En el caso de las diputaciones federales y locales, la cosa no será tan sencilla y en el caso de los ayuntamientos, la competencia será pareja.
Morena se encuentra frente a un bendito problema que muchos partidos quisieran tener: la disyuntiva de cerrarse e ir solo con su militancia original y dura o abrirse a la participación de ciudadanos provenientes de otras fuerzas políticas o que hasta este momento no habían tenido participación política.
Está claro que la diferencia entre los 30 mil votos que consiguiera morena por sí sola en el 2015 y el más de 1 millón cien que obtuviera en el 2018, se debió a diversos factores, pero quizás el más poderoso de estos fue la confianza masiva que el electorado sin militancia definida puso en la figura de Andrés Manuel López Obrador y de casi todas sus propuestas a los distintos puestos de representación popular. Si Morena decide cerrarse y hacer propuestas de candidaturas únicamente con los militantes que lo son hasta el cierre del padrón en noviembre de 2017, estaría por un lado haciendo justicia a todos aquellos mujeres y hombres que construyeron el partido y obtuvieron su registro, pero estaría cerrándose a la posibilidad de volver a construir una amplia alianza que le permita al presidente Andrés Manuel López Obrador tener nuevamente la mayoría absoluta y deseablemente la calificada, para poder tener una segunda parte de su gobierno sin sobresaltos legislativos.
El dilema lo planteó en su momento un reconocido intelectual panista, Carlos Castillo Peraza, quien advertía que si el PAN llegaba al poder abriéndose a alianzas indiscriminadas con el mero objetivo de ganar elecciones corría el riesgo de ganar la presidencia, pero de perder el partido.
Por eso es importante definir una política de alianzas claras en donde estemos abiertos a la participación de mujeres y hombres que no necesariamente pertenecieron al Movimiento fundador, pero que estén dispuestos a abrazar los principios de nuestro movimiento que van mucho más allá de la simple expresión, de la simple declaración y de la simple enunciación y aceptación de tres valores que nos rigen: “No mentir, no robar y no traicionar”, que son nuestra brújula moral, pero que no representan en sí mismo ni un programa ni una ideología. “No mentir, no robar y no traicionar”, puede ser proclamado por una persona de extrema derecha, es decir, esto no significa un posicionamiento ideológico sino moral, de valores y de principios. Morena tiene que comenzar a profundizar y a perfilar el modelo de país que deseamos, un modelo de izquierda nacionalista que esté siempre a favor de los más desprotegidos y de las mayorías, pero que respete las libertades sobre todo en materia de propiedad privada y libre ejercicio empresarial.
Aquellos que se pasaron la campaña espantando a la gente diciéndole que, si Morena llegaba al poder, México se convertiría en Venezuela o en Cuba, siguen esperando a que ocurra lo que nunca va a ocurrir. La visita del presidente López Obrador al presidente Trump, mostró la estatura y la visión de un hombre de Estado que conoce perfectamente los límites y lo que le conviene a México,
En el plano local nuestro movimiento debe de abrirse para recibir a los miles y miles de perredistas, de priístas, de militantes de Movimiento Ciudadano, del Partido Verde, del Partido del Trabajo y de los otros partidos afines a la 4T que habrán de conseguir su registro, y en los casos en que así pueda ocurrir, crear el mayor numero de alianzas posibles.
Para crear una alianza de cara al 2021, una alianza amplia y que garantice el triunfo con holgura, debemos de preservar la unidad entre los militantes de Morena, haciendo al lado el antagonismo entre expresiones, perdonando agravios personales de los que solo tienen conocimiento sus protagonistas, y siendo absolutamente objetivos para abrirnos en aquellos lugares en donde sea evidente que solos no vamos a alcanzar la mayoría. Por eso tiene que haber en primer lugar un programa mínimo, un plan de desarrollo mínimo, un documento de trabajo alrededor del cual se pueda ir articulando la alianza entre partidos, ciudadanos, militantes y sociedad en general. La última parte de este proceso es ver qué mujer u hombre cumple con las características adecuadas para encabezar esta gran alianza.
Mucho tenemos que aprender de la historia reciente, todas aquellas veces en que el PRD, en su soberbia, decidió ir solo a las contiendas electorales y postular a cualquiera con la idea de que iba a arrasar por el simple hecho de ser perredista, se convirtieron en dolorosas derrotas, en 2008, en 2009 y finalmente en 2015.
El dilema es como ganamos la gubernatura sin perder el partido, y sin perder la ideología; como construimos una alianza con los liderazgos de izquierda que nunca sobran en una contienda en la que nuestros adversarios seguramente saldrán unidos con el único objetivo de evitar que Morena se alce con el triunfo.
Por eso mi propuesta es que primero perfilemos un programa, fijemos los ejes rectores y estratégicos, y a partir de ahí podamos sentarnos en una mesa a construir un gran acuerdo político que nos permita ir en unidad y lograr la mayoría en el Congreso federal, en el Congreso local y la gubernatura, indispensables para que el cambio que está ocurriendo a nivel nacional, se refleje también en nuestro estado libre y soberano.
@ArturoMN