Humberto Musacchio
Octubre 29, 2015
Morena se quedó (casi) sin nada en el reparto de comisiones de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Pese a tener mayoría relativa con 20 curules de un total de 66, únicamente tendrá la presidencia de tres comisiones, una de ellas en proceso de extinción.
Para doblegar a la tropa de López Obrador, el líder de la bancada perredista, Leonel Luna, acudió a un recurso inventado en el principio de los tiempos: la transa. Sí, ofreció a los otros partidos una transacción: a cambio de sacar del camino a los morenistas, los ganones se repartirían el botín. Curiosamente todos los involucrados en la jugada terminaron muy contentos, pues por decir algo, partidos de ínfima presencia en la ALDF, como el Verde o el Movimiento Ciudadano, que sólo tienen tres diputados, encabezan otras tantas comisiones cada uno, lo mismo que la coalición PT-Panal-Humanista.
El colmo fue que para darle boleto a todos los participantes en el cochupo, en una cámara de 66 diputados hoy existen otras tantas comisiones, lo que aumenta el gasto de la Asamblea, pues cada presidente recibe coche, chofer, oficina, secretarias, ayudantes, celular, gastos de representación y otras canonjías, como un estipendio que mejora sustancialmente el ingreso de cada legislador.
Para ilustrar el dispendio que significa la citada maniobra, baste decir que cada asambleísta cobra una dieta mensual de 69 mil pesos y que recibe 106 mil más como “apoyo a la gestión legislativa”. No conformes con eso, los ocho coordinadores de grupo parlamentario –¿también el de Morena?– se meterán en los bolsillos otros 300 mil pesos mensuales sólo por ser miembros de la Comisión de Gobierno donde hay otros once integrantes que “nada más” se embolsarán 200 mil del águila, dinero que no está sujeto a comprobación.
Por supuesto, para Leonel Luna y su jefe –el que despacha en la acera sur del Zócalo– lo importante era quedarse con las comisiones que tratan lo referente al presupuesto, y a cambio de onerosas concesiones los amarillos no sólo lo consiguieron, sino que llevaron mucho más lejos su alianza con los partidos afines, PAN y PRI, con los que ya existe acuerdo para aprobar diversas iniciativas.
Desde luego, alguna responsabilidad cabe a la bancada de Morena y a su líder, pues mostraron falta de habilidad y de flexibilidad, como si no estuvieran inmersos en un juego donde importan muy poco los principios, si es que el PRD todavía tiene algunos.
Por si algo faltara, los jefes delegacionales no perredistas elegidos el pasado mes de julio se han encontrado con nóminas plagadas de aviadores, gastos sin documentación que los respalde, desaparición de mobiliario, fuertes organizaciones de empleados dedicados al productivo negocio de la mordida y otros problemas.
El sindicato charro del gobierno capitalino será otra piedra en el camino de los morenistas. Ya desde la campaña, el líder de ese negociazo tronó contra la gente de López Obrador y en estos días ha aprovechado la irritación de los trabajadores que no han cobrado guardias y horas extra para embestir contra varios delegados, entre ellos dos o tres de Morena, quienes heredaron un cochinero de los perredistas.
De la novatez de los morenistas habla elocuentemente la destitución de Aleida Alavez, quien estaba en la Comisión de Gobierno al dejar el PRD para incorporarse a la bancada lopezobradorista. No parece aconsejable menospreciar a los compañeros cuando se tiene enfrente a enemigos capaces de cualquier trapacería.
Para citar algunos casos, es diputado por el PAN el señor Rafael Medina Pederzini, uno de los porros que durante el mundial de Brasil agredieron sexualmente a una mujer y golpearon al marido. No más recomendable es el perredista Mauricio Toledo, sobre el que llovieron numerosas denuncias por diversos abusos durante su infausta gestión en la delegación Coyoacán. Menos todavía puede serlo el priista Adrián Rubalcava, al que la prensa ligó siempre con la banda de Los Claudios, delincuentes que se encargaban de someter con violencia a los adversarios y críticos de Rubalcava, entonces delegado en Cuajimalpa y protector de su hermanito, Juan Manuel, quien le arrebató a su hija a María Fernanda Fosado Bracho mediante un proceso plagado de irregularidad y apestoso a corrupción.
El asunto ya no es Morena ni sus asambleístas, sino la caterva de sinvergüenzas que dizque representan a la sociedad capitalina. Ése es el problema.