EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Mujeres, fuga en cadenas

Florencio Salazar

Marzo 12, 2019

Por buenas intenciones no paramos. Análisis, informes, foros y protesta social, tampoco. Pero el hecho es que no existe en nuestro país una verdadera equidad de género. Y no existirá mientras se impongan prejuicios y actos de fe, que aten a las mujeres a su cuerpo y no haga de él soberana de tan importante territorio.
Mucho han avanzado las mujeres a través de centurias de lucha que, como diría Churchill, les ha costado “sangre, sudor y lágrimas”. Se emanciparon de la esclavitud, de la segregación racial, ganaron el derecho al sufragio, el acceso a la educación, a los cargos públicos y han destacado en la ciencia, las artes, la literatura y la política.
Hay muchas mujeres memorables. Sin embargo, aún son minoría y siguen como los actores de Fuga en cadenas, (Tony Curtis y Sidney Poitier, 1958) atadas a otro con hierro, perseguidas, con escasa movilidad, con acechanzas de leyes injustas. Ese otro, es el embarazo no deseado, la insuficiente información sobre su sexualidad, el uso de niñas-adolescentes como objeto de comercio.
Hay realidades evidentes que vemos con mirada mustia. La joven violada, la hija transferida a un sujeto por un precio o gestación con malformaciones congénitas. Obligadas en tan penosas circunstancias, se impone a las mujeres la carga de una responsabilidad que difícilmente podrán sacar adelante.
El periodista David Espino, publicó un reportaje sobre la venta de las hijas en la Montaña de Guerrero (El Universal, 12-12-17). Refiere cómo migrantes que vuelven de Estados Unidos acuerdan con los padres la boda de una muchacha por 200 mil pesos. Él tiene 40, ella 16 años. Nunca han cruzado una mirada, una palabra. Quizá ella esté enamorada de algún compañero; eso no importa, ya que se transfiguró de persona en cosa.
Algunas jóvenes huyen, quieren seguir estudiando. La madre reclama: “tienes la obligación de casarte, ya recibimos el dinero y es para nuestra vejez”, palabras más, palabras menos. ¿Qué tipo de familia va a ser, cómo se va educar a los hijos, por qué se rompe un proyecto de vida?
Esa joven no será la dueña de su cuerpo, va a tener los hijos que su marido quiera, que por eso pagó por ella. Se trata en rigor de violaciones sostenidas, en la tradición del matrimonio arreglado. Ahí las mujeres no cuentan, su voluntad no existe, sus sueños se evaporan. El amor queda como un anhelo, como estrella brillante pero inalcanzable mientras se vive la sordidez de la caverna.
La interrupción por embarazos no deseados es obligación del Estado y de la sociedad. Es respetable el Derecho de Conciencia, que se funda en la creencia religiosa. Precisamente, porque a nadie se debe obligar para que actúe en contra de su fe, igualmente nadie debe violentar el derecho que otra persona tiene sobre su cuerpo.
El Estado tiene el insoslayable deber de educar, orientar, informar y prestar la asistencia médica necesaria, lo mismo para la concepción sin riesgo como para la interrupción del embarazo, también sin riesgo.
He visto videos, escuchado testimonios, leído declaraciones de mujeres heroicas, de mujeres que se parten el alma para sacar adelante a hijos discapacitados; madres que enfrentan la insuficiencia de centros educativos y de especialistas para alcanzar el sano desarrollo de sus descendientes. He asistido a empresas de jóvenes así, que demuestran su entusiasmo, su alegría por lo que hacen, sus ganas de vivir. Son muy respetables esas familias. Pero veamos la otra cara de la moneda: niños abandonados, explotados como limosneros, ocultos a los ojos de la sociedad. En una palabra: prisioneros de su propia familia.
La interrupción del embarazo debe ser un acto de voluntad, igual que la progenie. Dueña, como es, la mujer de su cuerpo, que decida informada y no que decidan por ella quienes no se encargarán del mantenimiento óptimo de un vástago. Aplica la sabiduría popular: “Celosos de la honra y desentendidos de la obligación”.
La equidad ahí tiene un importante pendiente. Si queremos tener mejores familias, una sociedad más sana y, por ello, más pacífica seamos justos con las mujeres. Así será posible que se arribe al mundo, como diría Sabines, para gozar “la hermosa vida”.