EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Nacionalismo vs globalización?

Eduardo Pérez Haro

Noviembre 15, 2016

Para Stavenhaguen y Naranjo.

En la globalización México no corrió con suerte, aunque evitó la debacle, y ahora las potencias de la economía y la política mundiales se encaminan a esquemas de desarrollo interno. Esta redireccionalidad en las estrategias del desarrollo de las economías más fuertes del mundo terminará por marcar el sendero en el que habrán de alinearse el resto de las naciones. La suerte de los países dependerá del basamento de capacidades creadas en el periodo del auge globalizador que precedió al tiempo actual de su agotamiento.
Por supuesto estos procesos no suceden de manera lineal y mecánica, es decir, no se interrumpe el mundo global en sentido absoluto ni representa un nacionalismo proteccionista que desaparezca el comercio exterior de una tajada. Mas no hay duda de que se redireccionan los procesos de desarrollo poniendo el acento en el mercado interno dado que la proclividad del nivel y ritmo de crecimiento de las principales economías y por ende de las economías menos desarrolladas es una realidad que nos acompaña ya por muchos años a nivel global, pero circunscribámonos a los años que vienen de la crisis del 2008 a la fecha. Son los años que coinciden con el periodo de gestión de la administración de Barak Obama.
Los planteamientos de Donald Trump sobre los emigrantes –particularmente los mexicanos por ser los más–, su intención de revisar el TLC, así como descansar en la política fiscal en relevo de la practicada ayuda monetaria de los últimos ocho años no es privativa de este siniestro personaje. Se trata de la determinación de los gobiernos y sectores empresariales y de las sociedades de base que han resultado segregadas por la globalización-concentración-centralización y ahora inevitablemente remitidas al espacio doméstico tras el achicamiento continuo del comercio internacional.
El problema de base es global y de agotamiento de la globalización. Se originó en Estados Unidos (crisis de los créditos hipotecarios 2007-2008) por ser el centro neurálgico de la financiarización global, pero se escaló a Europa y alcanzó a China, y terminó por envolver al mundo. Y como lo hemos venido expresando de tiempo atrás, la crisis nunca fue superada y sólo ha venido posponiendo su recrudecimiento con la inyección de dinero-deuda, pero ya dio de sí.
Ahora, la globalización se retrae apelando a los esquemas de intervención estatal mediante el ariete del ingreso-gasto del gobierno, el neoliberalismo se abre de capa para abrigar explícitamente al Estado-gobierno como aliado natural para enfrentar las crisis. Von Hayek y Milton Friedman, sin rubor alguno, invitan a John Maynard Keynes para ver si es cierto que se puede romper el ciclo económico y asegurar el crecimiento sostenido.
La presencia del economista inglés dio prueba de que sirve para la recuperación económica pero no evitó la guerra ni pudo asegurar el fin del ciclo tecnoproductivo del fordismo y el crecimiento sostenido; en otras palabras, vivió imperativos, acotamientos y límites hasta ser relevado por sus anfitriones de ahora que se estrellan con el agotamiento del ciclo que promovieron bajo la manipulación del dejar hacer, dejar pasar.
El pensamiento y los grupos de poder hegemónico se enfrentan a la emergencia de los sectores afectados, que desprovistos de la fuerza y contenidos del pensamiento crítico nos remiten a esquemas híbridos de la teoría y la política para ensayar la posibilidad de amalgamar un reordenamiento de las decisiones bajo esquemas diversos de nacionalismos-globalizados, asegún la historia y condiciones particulares de los países.
China, el Brexit y Trump son expresiones de este replanteamiento de las estrategias que dan cuenta de un punto de quiebre en la era glob@l y una redefinición de las estrategias bajo el nacionalismo-globalizado como eje ordenador; no se trata de ideas, voluntades y estilos, pero lo cierto es que las fuerzas emergentes que cuestionan a los grupos e ideas hegemónicas de la era neoliberal-globalizadora, comparten el imperativo de la reducción del comercio exterior y vienen germinando desde la derecha, las burocracias verticales o el centro izquierda con lo que se abre un periodo de reestructuración mundial cifrado, al menos, por el estancamiento en tanto que sucede.
Este proceso de agotamiento-quiebre-estancamiento, característico del proceso mundial en curso, será particularmente difícil para aquellas naciones que como México están desprovistas de las condiciones materiales, sociales, políticas y por ende financieras para asumir el formato del desarrollo nacional basado en el mercado interior pues eso no sucede por el hecho de enarbolar objetivos y voluntades de equidad (que dicho sea de paso no tienen ninguna novedad pues siempre han sido materia del discurso de unos y otros), pues se trata de capacidades que se forjan en un tiempo no menor de formación, trabajo e inversión de magnitud nacional que por lo regular ha sido y es perturbado por los intereses particulares de las élites dominantes que precisamente se han creado en su ausencia.
Revisar el TLC presupone erigir barreras arancelarias y no arancelarias al comercio cuando México en una actitud más papista que el Papa, desde 1982 hizo descansar el crecimiento en el comercio exterior con Estados Unidos y cualquier término de contracción en el país del norte (sea por atonía del crecimiento o por determinación de su Estado-gobierno), hace estragos en la economía nacional sin mayor margen de maniobra que la acostumbrada revisión a la baja del pronóstico de crecimiento, austeridad del gasto público y el socialmente innecesario discurso de la estabilidad macroeconómica como consuelo por el trabajo informal, los bajos ingresos y el desempleo que caracterizan al modelo.
Empero, esos mecanismos se tornan absolutamente insuficientes en el futuro próximo. Ya no es dable imaginar los tiempos venideros con discursos simples y prometedores del gobierno y los partidos políticos, se precisa de diálogos y acuerdos que le den sustento a las determinaciones.
La partidocracia encabezada por el PRI podrá imaginar alguna estratagema para ganar las elecciones del 2018 o bien Morena-AMLO podrán cachar los millones de votos que vengan del hartazgo y el descontento con la partidocracia y hacer prosperar su candidatura, pero, en cualquier caso, poco podrán hacer de no entender las exigencias fundamentales de la ecuación necesaria para articular las fuerzas sociales, políticas, jurídicas y de financiamiento para reconstruir y construir infraestructura, tecnología, fuerza capacitada de trabajo, organización productiva y desarrollo del mercado interno y externo, amén de una nueva institucionalidad.
Estos son procesos de alta ingeniería económica y política que requieren entender la historia y el momento, las condiciones y las fuerzas en competencia y en contradicción, que se conciben con la gente y se llevan a cabo con la gente no es cosa sólo de personas o grupos ilustres. Como puede entenderse, ese proceso, de alguna u otra manera, se viene desarrollando en diferentes partes de mundo donde ya están tomando posiciones, pero al respecto, ¿qué es lo que está sucediendo en México? El próximo 1° de diciembre se cumplen cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto, ocasión propicia para hacer un balance y reconocer que hay de ello y sobre esa base, cualquiera que sea el saldo, delinear el qué hacer.

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