EL-SUR

Martes 05 de Diciembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Nada como el tiempo de calidad

Federico Vite

Octubre 23, 2018

 

 

Nos confiesa Ricardo Piglia en algunos de sus textos sobre la literatura en Crítica y ficción (Anagrama, España, 2001, 226 páginas) que no es precisamente la madurez lo que consuma o condensa la mejor obra de un autor. El argentino refiere algo que parece un asunto de cocción, pero en realidad es literatura: “Joyce insistía, de un modo un poco maniático, en que había empleado 20 mil horas (aproximadamente dos años, tres meses y 23 días) para escribir Ulysses. Sería ridículo pensar que 20 mil horas de trabajo aseguran la escritura de un libro como Ulysses, pero a la vez hay que decir también que ese tiempo está en la textura del libro y eso es (también) lo que lees al leer la novela”. Justamente esa textura, entendida como un termómetro del tiempo, nos da luz sobre Tres cuentos de Gustave Flaubert (Traducción de M Blanco de Sánchez-Ventura. Novaro, México, 1960, 185 páginas). Este volumen se publicó por primera vez en 1887. Desde hace 131 años, este libro se considera una lección para los interesados en el arte de narrar. ¿La textura acá es menos porosa que la deUlysses? Creo que sí. Se nota muchísimo la mano de un artesano en estos tres cuentos, libro que por cierto no posee unidad temática, pero sí unidad estilística y mucha sangre, dolor y soledad.
Un corazón simple ocurre en la segunda mitad siglo XIX. Bordea algunos asuntos relacionados con el realismo: la desazón histórica de Francia y la catástrofe personal del escritor. Utiliza a una sirvienta de la provincia francesa, Félicité (sarcasmo a propósito de la desgracia personal que vive esa mujer), para hablar de la situación de un país. Esta mujer sirve a los Aubain, una familia burguesa de la parte rural de Normandía. Los ricos del pueblo disponen de una criada para mantener su posición social. Félicité vive a la buena de Dios, es un robot de los quehaceres, un amasijo de emociones que culmina siempre en la soledad, casi como una aspiración mística. Pero en el relato aparece un loro, Loulou, y ese animal le da un vuelco al texto, porque somete a una presión inusitada a esta unidad de narrativa breve. Digamos que si usted está acostumbrado a trazar una línea recta para seguir las acciones de los personajes, en Un corazón simple, después de tanta tragedia, esa línea se detiene y captara la atención, la trama misma, entre una mujer y un loro. El loro muere y ella pide la asistencia de un taxidermista. Eso detona un culto por el loro, porque Félicité concibe a ese animal como una extensión del espíritu santo. Es un cuento que no deja de asombrar a los estudiosos y a los lectores por el entramado (la textura) firme.
El segundo cuento es La leyenda de San Julián el Hospitalario y se hermana directamente con Las tentaciones de San Antonio. Flaubert narra una historia de la Edad Media. Tras una larga espera matrimonial, nace un hijo que, de acuerdo con ciertas profecías, habrá de alcanzar la santidad. El padre educa al hijo en las artes de la caza. El efebo se convierte en una criatura cruel, quien goza con el sufrimiento de los animales. Abandona el hogar paterno para alejarse de las predicciones de santidad, pero como todos sabemos, la fuerza del destino somete al rebelde y consuma su papel en el mundo. La aventura medieval está repleta de violencia. Como pocas veces en la obra de Flaubert, asistimos a múltiples asesinatos, dolor, más dolor y más sangre. Saña. Muerte. Conocemos a un asesino en serie antes de convertirse en santo. Y lo mejor de todo es el pretexto para narrar una epifanía: “Esta es la historia de San Julián el hospitalario, tal como se encuentra en las vidrieras de colores de una iglesia de mi tierra”.
El tercero de los cuentos es Herodías. Está relacionado con Salambó. Nos aproxima al relato bíblico de Salomé, pero el autor hace evidente, otra vez, la violencia y, en especial, lo que propicia la decapitación de San Juan, hablamos de la prédica de un profeta. Este cuento critica la debilidad de Herodes, quien no sabe qué hacer con el profeta preso, sobre todo porque los profetas deben estar afuera, en el mundo violento y caótico para que los consuma ese fuego interno, que no es otra cosa que la palabra de Dios.
Inspirado en el Nuevo Testamento, Flaubert narra el dramático episodio del martirio de san Juan Bautista, ordenado por Herodes durante una fiesta de cumpleaños. La danza de Salomé y las intrigas de su madre, Herodías, el ambiente corrupto y degradado de la corte, plagado de autoridades romanas e israelitas, todo ese caldo de cultivo es contado de manera apasionante por Flaubert. No se trata de un mero relato histórico o bíblico, sino de una indagación acerca de la autoridad, finalmente, una disección de los entresijos del poder.
Un corazón sencillo, La leyenda de San Julián el hospitalario y Herodías componen un tríptico muy afortunado. Cada texto está elaborado con mucha paciencia. La textura de estos cuentos es magra, sin adjetivos superficiales ni distractores, sin paja, pura fibra. Verbo encarnado.
Pienso que en 1887, Flaubert ya estaba muy agotado. Probablemente harto, sin energía para desafiar los empeños de su oficio. También pienso en las cifras de escritura. Ocio, finalmente, pero sé que entre 15 y 17 años tardó Víctor Hugo en escribir Los miserables. Dieciséis años trabajó Tolkien en El Señor de los Anillos, ya había publicado El Hobbit. John Fowles invirtió 11 años en El coleccionista. Todos ellos poseen una textura (estructura, disposición de las partes de un todo) irrepetible.
Flaubert tardó cinco años en escribir Madame Bovary. En su abundante correspondencia deja un testimonio valiosísimo del lento proceso de escritura. Muestra el trabajo como algo deliciosamente atroz. Se trata de un esfuerzo físico e intelectual que debe dar excelentes resultados. Pero un buen resultado no es la fama. Eso es otra cosa; también creo que la literatura no necesita publicistas literarios, pero es lo que más abunda en el gremio.
Tres cuentos se escribió durante 24 meses. Es considerado uno de los mejores libros de Flaubert, se ubica al lado de su mítica novela. Esboza algo que ya no exploró: una novela puramente criminal (cri-cri-criminal, muy criminal). Eso hubiera sido fantástico. Que tengan un piropeable martes.