Silvestre Pacheco León
Noviembre 23, 2020
Para responder a la pregunta de si Guerrero necesita un gobierno de izquierda tenemos que empezar por aceptar que en sus más de 170 años solo hemos tenido gobiernos de centro y derecha, autoritarios, represores y populistas, todos favorables a la idea de que al desarrollo se accede solo mediante la creación de empleos, dejando a las leyes del mercado, la oferta y la demanda, la tarea de todo lo demás.
La responsabilidad de velar por el bien de los gobernados la limitan a su círculo cercano, a la élite que se aprovecha y dispone del poder, la que ha hecho su fortuna disponiendo de los bienes públicos.
Por eso han limitado siempre su tarea a promover las inversiones que miran como la panacea de todos nuestros males y siempre están dispuestos a crear las condiciones más atractivas que reclama el capital aunque la historia los contradiga porque los resultados de su gestión nunca han resuelto la situación de pobreza en la que vive la mayoría de la población.
Durante toda su historia Guerrero ha sido gobernado como feudo o encomienda por unas cuantas familias que desde su origen han usufructuado el poder sustentado en la fuerza de las armas.
Los avances en el campo democrático y en el desarrollo han sido producto de rudas luchas sangrientas en las que el pueblo ha puesto el sufrimiento y el sacrificio.
A medida que avanzó la modernidad aumentó la desigualdad que, curiosamente, se vive más extendidamente en los lugares donde hay demanda de empleo, como es el caso del puerto de Acapulco que es asiento de casi la mitad de la población.
En ese puerto se vive como si se tratara de dos mundos: de la avenida Costera hacia el mar están las concesiones federales donde se han establecido los modernos hoteles que acaparan la inigualable vista del océano, mientras al lado de los cerros se hacinan miles de familias provenientes de todas las regiones del estado que viven en la carencia de los servicios básicos de salud, agua, vivienda, alumbrado público, drenaje y pavimentación, quienes han llegado al puerto atraídas no por la idea de disfrutar del calor y la playa sino de encontrar alguien que los emplee para mejorar su porvenir.
En el campo se repite la historia, la minería es el polo de atracción poblacional. Las inversiones del capital trasnacional que disponen del mayor número de concesiones, cuenta con la mano de obra dispuesta a trabajar bajo la tierra por salarios miserables en condiciones insalubres.
En los dos casos emblemáticos de la economía local, el turismo y la minería, veremos que se trata del mismo modelo de explotación que arroja resultados similares: las empresas de esos dos sectores, generalmente trasnacionales, no sacian su voracidad con la explotación de los recursos naturales y la mano de obra guerrerense sino que evaden el pago el pago de impuestos y utilidades a sus trabajadores, remitiendo sus ganancias a los paraísos fiscales para luego argumentar que sus ganancias fueron escasas. Pero el mal no para ahí porque todavía tienen la osadía de actuar chantajeando al gobierno con la amenaza de que si son tratados mal dejarán de invertir.
A ningún gobernante de los que hemos tenidos le ha pasado por la cabeza la idea de que también puede ser atractivo para los inversionistas un país donde los trabajadores vivan con decoro, hay paz social y los gobiernos son respetuosos de las leyes.
Esta realidad es la que se está imponiendo en el país con la 4T. Los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial ya no son los que dictan la política económica y hasta las empresas calificadoras y los banqueros manifiestan buenas opiniones sobre lo que ahora sucede en México con un gobierno de izquierda que les da más confianza.
Una de las razones que hay para desconfiar de los inversionistas es la que han divulgado la alianza global para la Justicia Fiscal quien en su estudio El estado de la justicia fiscal 2020. La justicia fiscal en tiempos de Covid-19, sostiene que nuestro país pierde 190 mil millones de pesos anuales porque las empresas multinacionales establecidas en el país remiten sus ganancias a paraísos fiscales.
¿Podrá haber un gobierno que recupere esa parte de recursos que corresponden a las utilidades de los trabajadores y al presupuesto público?
En sus últimas declaraciones el Secretario del Trabajo Oscar Rangel Miravete comentando la iniciativa presidencial contra el outsourcing o subcontratación cuyo uso se ha generalizado hasta en los servicios del gobierno, ha dicho casi complacido que Guerrero siempre ha ocupado el primer lugar en empleos informales que van más allá del 60 por ciento, como si esa iniciativa de los guerrerenses por el autoempleo fuera un logro del gobierno, pero no se sabe que siquiera haya intervenido para ayudar a solucionar el diferendo que hay Carrizalillo entre la minera y los ejidatarios por el envenenamiento de sus fuentes de agua.
Los gobierno priístas y perredistas (estos últimos solo declarativamente de izquierda porque sus gobiernos fueron encabezados por candidatos externos sin el compromiso ideológico del izquierdismo) se han plegado siempre al modelo capitalista neoliberal siguiendo los lineamientos de los gobiernos federales, sin tener una política local propia y menos para defender los derechos de los trabajadores.
Frente a esta realidad el pueblo guerrerense ha sido paciente y su lucha ejemplar por un cambio verdadero. Durante años ha construído sus propias organizaciones sociales y políticas, algunas destruídas o coptadas por el poder. Muchos de sus líderes fueron acosados y perseguidos. La vía armada ha sido vista como la última opción y el gobierno la ha combatido con saña.
Cuando en las elecciones federales y locales de 1988 y 1989 el pueblo estrenó la vía electoral y ganó las elecciones, sus protestas fueron brutalmente reprimidas nada menos que por el gobierno más intelectual que ha tenido el estado en alianza con el poder caciquil que tenía la representación del derrotado PRI.
Después de 30 años de aquella experiencia hoy la izquierda está en condiciones de acceder al poder en alianza con todas las organizaciones populares cuyas demandas constituyen el verdadero programa social para revertir la tendencia de la visión desarrollista de los gobiernos que han generado desigualdad, saqueo y corrupción.
Los recursos que tenemos en abundancia, litorales, minerales, bellezas naturales, destacada biodiversidad, además de la pluriculturalidad que nos da un potencial desaprovechado deberán ser la base de nuestro verdadero desarrollo.