EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Ni cobarde ni temerario, valiente

Silvestre Pacheco León

Febrero 01, 2021

 

El contagio del presidente de la República de coronavirus parece ser el complemento de la grave situación en la que vivimos hoy los mexicanos con el repunte nacional de la pandemia que suma ya 160 mil decesos según los últimos datos de la Ssa, y la crisis económica que ha hecho grandes estragos en la mitad de la población considerada vulnerable.
La noticia de su infección dada a conocer por él mismo el domingo 24 de enero, justamente un mes después de que llegó a México el primer lote de vacunas contra el coronavirus, fue como disparo en el estómago recibido por quienes veíamos preocupados su frecuente exposición al contagio.
Lo sucedido era de esperarse, pero nadie estaba preparado para recibir esa noticia que alarmó a millones reviviendo las críticas y advertencias que menudearon en las redes sociales cuando tomó la decisión de continuar sus giras de trabajo en medio de la pandemia, máxime que también menudearon los contagios de mandatarios en el mundo como el propio Donald Trump, Boris Jonshon de Inglaterra y Jair Bolsonaro de Brasil.
Pero como aparecía con frecuencia en las giras tomándose fotos, abrazando y recibiendo peticiones y regalos con sus manos, muchos optamos por bajarle a nuestra preocupación dejando de verlo, sin que por ello nos quitáramos de pensar en lo que podría ocurrir si por desgracia se infectaba.
Nadie olvidaba que su caso es delicado y riesgoso frente a los otros mandatarios por problemas propios de su edad, próximo a los setenta años, y el antecedente del infarto que sufrió hace ocho años. Fue por eso que nos resignamos a que tarde o temprano recibiríamos esa noticia que nos conmovió, aunque en su momento también hayamos festejado sus bromas con las estampitas, las fotos de santos y las oraciones milagrosas que guarda en su cartera como amuletos de la suerte coleccionados como regalos que recibe para hacer frente a toda clase de adversidades y calamidades.
Nos costó trabajo entender que su compromiso de llevar adelante la 4T es de vida o muerte, de que su contacto con el pueblo siente que debe ser permanente para darle aliento y confianza en la hora más dramática que vive.
Nada más consecuente que su compromiso de mostrar en los hechos su disposición a correr los mismos riesgos de quienes no pueden permanecer confinados en sus casas obligados a salir por la necesidad de buscar el sustento diario por carecer de otros medios para sufragar sus gastos.
Después de asumir como nuestra esa decisión riesgosa de mantenerse al frente de la batalla contra el coronavirus y la corrupción, dos de los más grandes males que vive hoy nuestro país, nos resignamos confiados pensando que la presidencia dispondría de todos los medios preventivos y adelantos científicos para cuidar su salud, pues nos alentaba que en la tarea de mantenerse indemne por el bien de todos, tuviera presente la triste experiencia de Francisco I. Madero quien indebidamente confió en la bondad y moral de sus enemigos.
En lo personal agradecí que fuera Jorge Alcocer el médico responsable de cuidar su salud porque conozco su seriedad, profesionalismo y militancia izquierdista desde los lejanos años setenta en que ya era médico y desde Coyoacán, al lado del ingeniero Heberto Castillo, participamos en la construcción del Partido Mexicano de los Trabajadores mientras, sin saberlo, en la UNAM, a unos pasos de su domicilio, el actual presidente todavía estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y militaba en el PRI de Tabasco.
De eso hablamos con frecuencia con los miembros de mi familia tratando de imaginar un amplio equipo profesional de la Presidencia responsable de cuidarlo, aplicando un riguroso protocolo para evitar que el virus se colara por cualquier rendija al Palacio Nacional, cerrando el acceso a toda persona con riesgo de ser portadora de la enfermedad, cosa que, por otro lado, no podía evitarse en el ambiente frecuente de conglomeraciones a que convocaba su presencia en los pueblos del interior de la república, pues tampoco éramos ingenuos para pensar que el propio presidente tenía siempre el cuidado de conservar la sana distancia con sus interlocutores mirando su conducta en las conferencias mañaneras.
Ahora se elucubra que el presidente pudo contaminarse en su última visita a Guerrero, pero como se presentaron los hechos, el lugar del contagio es lo de menos, y pudo ocurrir en cualquier parte, aunque para muchos de sus seguidores el verdadero descuido fue no inocularlo desde el mismo miércoles 23 de diciembre en que llegó el primer lote de vacunas a México. Eso mismo que han hecho otros mandatarios hubiera sido lo justificable porque sabemos que su decisión de estar un paso adelante de quienes ocupan la primera línea en la contención del coronavirus es una obligación que se ha impuesto.
Por fortuna, la suerte sigue estando de su lado como lo vimos el viernes pasado que saludó al pueblo de México desde el Palacio Nacional informando que se encuentra bien y que sigue trabajando en las prioridades de su gobierno, agradeciendo a quienes le desean su pronta recuperación.
Eso es lo que esperamos la inmensa mayoría de los mexicanos que apoyamos la 4T con sus reformas para favorecer a los pobres y su iniciativa de limpiar la casa que entre todos hemos construido para ser felices disfrutando del producto de nuestro trabajo y presumiendo ante el mundo por los avances contra la corrupción.
Su contagio y aislamiento obligado le dará la oportunidad de mirar sus logros y afinar la estrategia para lo que viene, sin dejar de observar el comportamiento de quienes al momento de su infección se manifestaron en pro y en contra.
Primero entre sus seguidores que tuvieron los argumentos para justificar su descuido de infectarse, exaltando como antecedentes para salir adelante la serie de obstáculos que ha sorteado en su vida con buena suerte, fortaleza física y un excelente estado anímico.
Después están en la lista de sus adversarios quienes lamentaron lo sucedido, deseando públicamente su pronta recuperación como ejemplo de que en la confrontación política no va de por medio la vida o la muerte.
Y luego sus enemigos que se regocijaron con la noticia de su contagio. Algunos (los pocos) optando por desearle lo peor y abonando a la incertidumbre para generar un ambiente de desconcierto.
En adelante hacemos votos para que el presidente no traspase los límites entre la valentía y la temeridad, para tranquilidad de todos.