EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Ni engañar, ni engañarse

Eduardo Pérez Haro

Febrero 20, 2018

Para Rosa Carmina Ramírez Contreras.

Hemos lamentado la ausencia de contenidos en las precampañas que se dejan ver en las prácticas más vulgares de la mercadotecnia buscando el fraseo o la canción que más atraiga, la consigna que llegue a la herida abierta por el gobierno corruptocrático o que intente restañar las tropelías del régimen, poco les merece informar sobre los problemas y las insuficiencias que es preciso enfrentar para trazar posibilidades de salir del pantano en el que se ha sumergido el país.
No es una queja simple a la frivolidad prelectoral ni presagio fatalista del concurso electoral por abrir, sino advertencia necesaria para volver la mirada a los grandes problemas del mundo y de la nación. Reconstituir las agendas sobre los asuntos de fondo en la sociedad, la economía, la política y la cultura, y procesarles en el escenario pertinente del aula y la comunidad, de la fábrica y la oficina, en los medios electrónicos y la comunicación masiva. Y retomar la política entre las sociedades de base. La partidocracia ha construido su andamiaje y su futuro, las sociedades de base y México tendrán que hacer lo propio. Y procesarse en el camino.
Iniciaba el mes en curso cuando las Bolsas de Valores en Estados Unidos presentaron un descenso súbito. Los índices del Dow Jones, Nasdaq y S&P caían cerca de 5 puntos porcentuales y a su lado Wells Fargo, vinculado al sector inmobiliario, al doble. Más de 2 billones de dólares se esfumaron y eso no es una cuestión menor, no es que los pudientes perdieron algo, no aplica aquello de que es como quitarle un pelo al gato. El sistema se sacude y advierte de movimientos telúricos en las placas tectónicas del mercado. Todos estamos en riesgo.
Se afectaron las bolsas de valores en Asia y Europa, y en México también, se abrió un espacio de alta volatilidad en el tipo de cambio y se creó un ambiente de nerviosismo entre los agentes económicos. Un alza de apenas 2 puntos porcentuales en los salarios en Estados Unidos, aunado a la sobrecarga de dinero fiduciario en circulación crearon presiones inflacionarias y riesgos de rezago en el cubrimiento de compromisos de deuda. Las tasas de interés mantienen su tendencia alcista como contrarresto y se intenta que la disminución de los impuestos al ingreso despresurice la burbuja accionaria en favor de la inversión productiva. Estados Unidos intenta acomodos de sus desacomodos y se cruzan reciamente en un juego de acciones y reacciones entre los grupos de poder económico teniendo como entramado de actuación al gobierno de Donald Trump.
Países líderes como Alemania, Inglaterra o Rusia y China, hasta los mismos organismos financieros internacionales, observan con inquietud los intentos norteamericanos, que se abren con medidas contrapuestas derivadas de la controversia interna de intereses políticos y económicos, con repercusiones que afectan esquemas y trazos del reordenamiento internacional, dado que se intenta una recuperación y realce interno que carece de ingeniería técnica operativa, como es el intento de reestablecer la dinámica industrial en áreas como la automotriz cuya integración está estructurada en el nuevo engranaje glob@l y no obstante, se pretende hacer valer su posibilidad bajo la contracción y la intimidación de sus relaciones con el mundo, incluido México. Lo que no reduce la dificultad a la presencia y chifladura de Trump, sino a la dificultad-declive de la economía norteamericana y las tensiones por la hegemonía donde China-Rusia y el Medio Oriente también hacen su juego.
Las dificultades que traban el desarrollo mundial afectan la dinámica del resto de las naciones, pero más aún de aquellas que, como México, ligan sus insuficiencias con altos grados de dependencia, en este caso, con la principal potencia del mundo, ahora, desde una coyuntura tocada por las elecciones de este año que advierten casi imposible renovar al régimen que está por concluir en diciembre de este año.
En su desesperación el presidente Peña Nieto se esmera por referir un país que avanza porque crece y construye empleo, proclama a los cuatro vientos que México habrá de cerrar su sexenio con 4 millones de empleos formales en un intento por salvar a su administración a la vez que ofrecer un punto de apoyo al proyecto de continuidad del candidato del partido en el poder con clara omisión del contexto externo e interno de referencia obligada para ponderar su significado real. No tenemos porqué negar o escamotear el referente del empleo para desvelar las dificultades del día a día entre las grandes mayorías de la población y los obstáculos que debe librar el país para salir del atraso en el que se ha sumergido. Y sin embargo.
El peso acumula una devaluación del orden del 40% respecto del dólar, la inflación que se había mantenido por debajo del 5.0% para el cierre del año pasado se fue por encima del 100% prestablecido dentro de los Criterios de Política Económica de la Secretaría de Hacienda al pasar de la meta objetivo del 3.0% a 6.7%, las tasas de interés se han elevado más del 150% al pasar de 3.0% a 7.5%, los energéticos gas y gasolina se fueron a las nubes y siguen aumentando para mejor referencia, y bueno subieron las tortillas y demás, el crecimiento económico en el preliminar del Inegi crece 2.1% para 2017 con lo que se construye una tasa media de crecimiento anual durante los cinco primero años de gobierno del 2.5%, nada distinto de lo que ha sucedido en más de tres décadas. Luego entonces, ¿de dónde viene la presunción de un México que se ha transformado cuando los mexicanos de a pie y carro no lo reconocen en su economía familiar?
El hecho de que el sector externo viva una suerte de auge al amparo del TLC implica que al segmento de empresarios y trabajadores de este sector les va bien, pero es muy concentrado en actividades, en empresas y empresarios y no muchos trabajadores, lo que está bien y que bueno, pero ello no está engranado con las mayorías de medianos y pequeños empresarios ni mucho menos con las grandes mayorías de trabajadores que corren su suerte sin incentivos en medio del marasmo de la economía mexicana. México tiene más de 90 millones de personas en edad de trabajar de los cuales sólo trabajan poco más de 50 millones, y de esos, 30 millones trabajan en la informalidad sin contrato, sin prestaciones y sin seguridad social para su retiro.
Crear 700 mil empleos por año sin modificación de la tasa de crecimiento económico desvelan el blufeo de un jaugador mañoso. Se cumplen tres características dentro del dato de ostentación, primero, se trata mayormente de formalización de empleos informales y no de nuevos empleos, en segundo lugar, la mayoría de estos se resuelve en empleos con ingresos menores a dos salarios mínimos, lo que revela que se trata del último estrato de la escala de ingresos salariales, pues, el salario mínimo prácticamente no opera más que como unidad de medida, y con ello, tenemos que se construyen estadísticas muy caras pues no le representan cambios en la formación de capital, ni mejoramiento de la planta productiva, ni proporciones de formalización que modifiquen las bases para el desarrollo del sector financiero ni del consumo, pues se trata de ingresos bajos ya contenidos en la dinámica del mercado existente, de ahí la magia de Peña Nieto que hace crecer el empleo pero no la economía ni del país ni de los trabajadores.
México no puede engañar ni engañarse con la historieta de que el mundo puede estar sufriendo estragos y a nosotros no nos pasa nada, eso es un discurso barato que a nadie sirve, y no podemos engañar ni engañarnos con la idea de resolver la transformación y el desarrollo sostenible por voluntad aislada y al margen de las convulsiones del mundo, particularmente de la dinámica de la economía norteamericana, ni en ausencia de una estrategia interna que no sólo del sector externo.
Peña cayó y no levanta, no nos alegra porque en ello se ha ido la vida y la suerte de muchos mexicanos. Ahora nos preguntamos qué sigue si no entramos a la discusión del qué y el cómo, donde lo importante es reconocer la agenda de los elementos duros de la realidad cotidiana de los trabajadores y sus familias como sustrato de planes y programas, de la política económica y la política-política.

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