EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¡No a la militarización! (recuento histórico)

Héctor Manuel Popoca Boone

Septiembre 10, 2022

 

¿Alguien ha visto a Vicente Suástegui Muñoz?

I.- A propósito del proceso de militarización acelerada de la vida civil en México, me acordé que mañana, 11 de septiembre, se cumplirán 49 años del cruento golpe militar perpetrado por las fuerzas armadas y “carabineros” de la República de Chile, para destruir el sistema gubernamental democrático que tenía ese país; cuyo presidente constitucional era el doctor Salvador Allende. Los golpistas instauraron una dictadura militar, que duró apoltronada en el poder 17 años (1973-1990); el sacrificio social fue de 40 mil personas victimadas, tres mil asesinatos y 200 mil auto exiliados o forzados
Chile era de los pocos países de América Latina que gozaba de una democracia que ya duraba 50 años, que le otorgaba estabilidad institucional y un regular desarrollo socioeconómico. Además, sus fuerzas armadas tenían un reconocido prestigio profesional, constitucional, de respeto a las leyes y a la voluntad ciudadana (democráticamente determinada) y nula intervención en la vida política de la nación. Las fuerzas armadas estaban circunscritas a su primigenia función constitucional: defender la soberanía nacional y proteger la vida de todos los chilenos.
Con el golpe de Estado, los militares rompieron el mandato constitucional; suprimiendo las libertades de acción, expresión, representación política y el respeto a todos los derechos humanos; reencauzando a la vez, el crecimiento económico mediante una estructura económica concentradora del ingreso nacional en pocas manos; generando una mayor pobreza en muchos habitantes; ensanchando así, la desigualdad social al dejar al libre mercado, sin mayor regulación la economía, la educación, la salud y en general el bienestar de la población.
Con honrosas excepciones como la de los generales, René Schneider y Carlos Prats, entre otros, los militares encabezados por el general Augusto Pinochet, esgrimieron como causas para tomar en forma violenta el poder, la supuesta incapacidad del gobierno democrático-socialista de la “Unidad Popular” para brindar la adecuada gobernanza al país.
Los generales golpistas estuvieron apoyados, en todo momento, por el gobierno de Estados Unidos (Nixon, Kissinger y otros) en particular por el Departamento de Estado, la CIA y la fuerza naval estadunidense. Además, recibieron financiamiento soterrado de las corporaciones transnacionales que fueron afectadas por la nacionalización de los recursos naturales, energéticos y empresas consideradas estratégicas para fortalecer la soberanía nacional y el desarrollo económico más justo del país andino. La dictadura chilena pronto adquirió gran desprestigio y aislamiento internacional, hasta que fue abolida por un plebiscito nacional realizado en 1990.
II.- En la historia de México tenemos experiencias tristes y amargas con las dictaduras militares. Donde altos mandos se doblegaron ante el goce que da el poder, el dinero, el dominio territorial y la total impunidad. Ejemplos son: Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Ana, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta y como caudillos dictatoriales, (sentados o supervisando la silla presidencial), Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. La transición a gobiernos presidenciales civilistas se dio al finalizar el régimen del general Manuel Ávila Camacho. Los militares se retiraron a sus cuarteles, no sin reticencias; ni antes de cometer asesinatos entre ellos mismos, en la lucha interna por el poder nacional.
Como consumados represores de movimientos sociales en tiempos de paz en la última centuria, han sobresalido, como protagonistas directos o encubridores, los generales: Agustín Olachea y Carlos Cornejo (Movimiento campesino de Rubén Jaramillo y del movimiento obrero de Demetrio Vallejo y Valentín Campa); Acosta Chaparro y Quiroz Hermosillo (Narcotráfico y La Guerra sucia); Marcelino García Barragán y Gutiérrez Oropeza (Tlatelolco, 1968); Corona del Rosal y Díaz Escobar (Jueves de Corpus, 1971), Carrillo Olea (narcotráfico), Jesús Gutiérrez Rebollo (narcotráfico), Salvador Cienfuegos y Alejandro Saavedra Hernández (Narcotráfico y Ayotzinapa).
En una ocasión, en el año de 1971, cuando denuncié públicamente que el coronel a cargo del Cuartel militar de Ciudad Altamirano, estaba coludido con narcotraficantes de la Sierra de Ajuchitlán, como responsables de la desaparición forzada de Rufino Santoyo, líder campesino opositor a la siembra de estupefacientes en los ejidos sierreños. Serio y enfático el finado ex gobernador, Alejandro Cervantes Delgado, me recordó que no confundiera al Ejercito Mexicano como institución al servicio de la nación; con aquellos pocos malos elementos que pudieran formar parte del mismo.
La militarización de un país en tiempos de paz, se da cuando un gobierno civil, por ineptitud, abdica de las funciones y responsabilidades constitucionales asignadas; trasladándolas a instituciones no civiles que, de acuerdo a los preceptos constitucionales, no les fueron encomendadas. Imprudencia e insensatez es darle al poder militar lo que es propio del poder civil; porque lo militar termina engulléndose a todo lo civil, con todas las consecuencias emparejadas. En política, el que es miope en el presente, será ciego en el futuro. Al tiempo.

PD1. Desde el día 2 del presente mes, por “instrucciones superiores”, las fuerzas navales toman directamente el mando de la seguridad pública en Zihuatanejo. ¡Uf!
PD2. Como Gobernador Moral de Guerrero, recibo con sumo beneplácito la noticia de que, a Hilario Mesino Acosta, diversas organizaciones sociales de Guerrero le hayan conferido la presea civil: “Sentimientos de la Nación”, por su lucha permanente a favor de las mejores causas de los campesinos de los municipios de Atoyac y Coyuca de Benítez.

[email protected]