EL-SUR

Viernes 03 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

No es sequía, es saqueo

Tryno Maldonado

Abril 09, 2024

El escritor británico J.G. Ballard publicó en 1965 la novela La sequía. En la distopía apocalíptica de La sequía grandes cantidades de polímeros derivados de desechos industriales –hoy los llamarían “microplásticos”– conforman con una velocidad alarmante una corteza sintética sobre la superficie de los océanos. Este fenómeno adelantado en su tiempo en la ficción por Ballard impediría eventualmente la evaporización y condensación del agua y, por lo tanto, la consecuente generación de lluvias.
El escenario geopolítico que se crea en el planeta a partir de esta sequía propiciada por el sistema de explotación capitalista y sus desechos, es llevado a un punto extremo por la brillante imaginación de Ballard: las guerras que están exterminando a las poblaciones son ahora por el dominio de las costas cada vez más replegadas.
La novela protagonizada por el anti-héroe Charles Ransom recorre un arco amplio que va desde las primeras advertencias e indicios de la sequía hasta las últimas batallas post apocalípticas donde el instinto individualista campea con tal de hacerse de un poco de agua para la más elemental supervivencia –igual que en muchos relatos del imaginario colonial europeo y estadunidense, como La carretera de Cormac McCarthy. Lo que se echa de menos en este tipo de género distópico es el vislumbre de la aparición de focos de resistencias o colectividades organizadas para hacerle frente a una crisis civilizatoria.
El Monitor de Sequía en México de la Comisión Nacional del Agua ha actualizado sus reportes sobre las inusuales sequías en todo el territorio hasta el 31 de marzo de este año. Y resultan alarmantes. Esta herramienta de monitoreo contiene los municipios afectados por alguna condición: “desde anormalmente seco (D0) hasta sequía excepcional (D4). Para el periodo 2003 a 2015 se asignó la categoría de sequedad o sequía (D0 a D4) cuando la categoría cubría al menos el 40 por ciento de la superficie de dicho municipio”. Es inquietante constatar un creciente avance de las extensas zonas marcadas en rojo (D4) en las representaciones gráficas del monitor por todo el país.
A estados que típicamente pasan por periodos de sequía se les han sumado otros como Oaxaca que transitan por distintos niveles de sequía. La capital de Oaxaca vive una crisis hídrica causada por las mineras de los valles, embotelladoras y la gentrificación sin freno. Actualmente, siguiendo estos datos, 75 por ciento del país padece distintos grados de sequía. De ellos, 45 por ciento se considera severa y 28 por ciento extrema.
A este avance del fenómeno lo suelen acompañar los megaproyectos de extracción y despojo en zonas usualmente industriales, como Nuevo León o Querétaro; pero, a partir de hace unos años de administración federal, también en zonas del sur y sureste mexicanos que contenían hasta hace poco la mayor biodiversidad y suficiencia hídrica.
En este contexto se realizó la IV Asamblea Nacional por el Agua y la Vida convocada por el Congreso Nacional Indígena (CNI), los pasados 23 y 24 de marzo. Ahí se dieron cita 154 colectivos, redes, organizaciones, pueblos originarios y comunidades indígenas. Los ejes de trabajo fundamentales sobre los que se generaron acuerdos para continuar la lucha contra el despojo partidista, patriarcal y capitalista que se lleva a cabo durante el presente gobierno federal fueron: 1) Militarización, crimen organizado y violencia de Estado-empresas contra defensores del territorio. 2) La participación y resistencia de las mujeres en la defensa del agua y la vida. 3) Autonomía y autodeterminación de los pueblos frente a políticas gubernamentales contra el despojo del agua. 4) Los bosques y montes como forma de vida amenazada. 5) Ordenamiento territorial, proyectos de urbanización y turismo como mecanismos de despojo. 6) Frente a la guerra capitalista construyamos “el común” zapatista.
“Defendemos nuestro territorio con nuestros cuerpos y acciones ante el saqueo de la minería, la tala, la extracción y contaminación de agua, impidiendo la entrada de maquinaria de los despojadores y recuperando espacios del poder y el capital, convirtiéndolos en lugares donde se construye ‘El Común’ (cultura, educación, alimentación, salud, trabajo)”, se afirma en la declaratoria final. “Ejemplos tenemos, como es La Casa de los Pueblos y Comunidad; Altepelmecalli, en la toma de Bonafont; el centro comunitario El Amate en Juan C. Bonilla, y la Biblioteca comunitaria Tlalmachtiloyan en San Gregorio Atlapulco”.
Y concluye: “Por todo lo anterior y ante la omisión del Estado mexicano para garantizar los derechos humanos, las garantías individuales y nuestros derechos constitucionales; pero que en contraste, este sistema de muerte, impone al pueblo de México una Guerra de Exterminio. Desde la IV Asamblea Nacional por el Agua y la Vida llamamos a fortalecer la autonomía, la autodeterminación, la colectividad, velar por nuestros derechos, coordinar el cuidado y defensa del territorio, nuestra madre tierra, el agua y por ende la Vida, dejamos una pregunta: ¿Cómo nos vamos a organizar para destruir este sistema capitalista que impone un régimen de concesiones, cómo nos vamos a organizar para que el agua y la tierra dejen de ser una mercancía y pasen a ser un derecho de todos, es decir, un bien común?”.
Quizá las palabras en la distopía de Ballard por el agua puedan ser evitadas así, mediante el llamado hacia El Común zapatista: “La lluvia… Al recordar que la palabra había tenido algún sentido, Ransom miró el cielo. Ni una nube, ni una gota de vapor empañaba la fuerza del sol que colgaba allá arriba como un genio siempre solícito. La misma luz invariable, un palio amarillo esmaltado que embalsamaba todo en calor, cubría los campos y caminos al borde del río”.