EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

No nos pagan por disentir

Andrés Juárez

Agosto 29, 2020

Se enojaron en Presidencia, es evidente. Algo incomodó demasiado o tienen información clara de la resistencia creciente al proyecto emblema del sexenio, que les hizo recurrir a medias verdades e información imprecisa. Invalidar y neutralizar la voz de las comunidades que dicen “no” al Tren Maya. En vez de defender su proyecto con argumentos y llevando el procedimiento de manera impoluta, apelan al sospechosismo y señalan supuestos intereses ocultos para ganar una validación social del proyecto en redes sociales que no ha conseguido, por lo que se ve, en el terreno.
Desperté a los asuntos públicos muy joven. Desde entonces a la fecha me he permitido apoyar causas y movimientos, respaldar candidatos a la presidencia y disentir con los gobiernos. Incluso durante los años en los que pertenecí al Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública Federal, disentí cuando consideré necesario. Prueba de ello son las columnas que escribí para la revista emeequis y este periódico, El Sur –que tan generosamente me abre espacio cada que consigo articular más de dos palabras–, donde fijé mi posición sobre el libre comercio, las políticas y programas gubernamentales que favorecían el consumo de comida chatarra, la minería, el acaparamiento de tierras y agua, la violencia de la guerra, la desaparición forzada –en especial de los estudiantes de Ayotzinapa–, la agresión a los profesores, por citar algunos temas. Mis columnas nunca han causado escándalos, pero es mi postura pública.
Es un principio de vida: si no estás conforme con algo, lo dices. Punto. Expongo todo este antecedente personal sólo para aclarar que mi postura sobre el acoso gubernamental a organizaciones de la sociedad civil no es pagada. El Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) me paga por coordinar acciones de manejo territorial en la cuenca Amanalco-Valle de Bravo y en ningún momento me indica qué decir respecto a los asuntos públicos del país. Es más, creo que mis compañeros del CCMSS no saben que soy autor de una columna o al menos no me han dicho que saben de ella (es más, ¿alguien lee esta columna?). Tampoco me pagan por aplaudir, lo que expreso aquí es estrictamente a título personal porque estoy convencido de que se ha cometido una injusticia y de que el acoso gubernamental tiene que parar.
En la mañanera de este último viernes de agosto, el presidente Andrés Manuel López Obrador ocupó su poderosísimo espacio de comunicación para deslizar que oscuros intereses internacionales están detrás de la oposición al Tren Maya. Rápidamente, los replicadores de la voz oficial acusaron que a ciertas organizaciones civiles se les paga por oponerse al Tren Maya. Así de llano y reducido el odio destilado. El mensaje se centró en el origen del financiamiento, no en el propósito del financiamiento (que no tiene nada de ilegal ni de inconfesable). La idea de atacar el origen de los fondos “extranjeros” era despertar el temor de violaciones a la soberanía nacional y apelar a la xenofobia, al –insisto– sospechosismo.
Las fundaciones invierten recursos en organizaciones de la sociedad civil (OSC) mediante convenios que tienen muy claras metas y objetivos. Nadie da dinero sin un documento que establezca en qué se invertirá. El trabajo del CCMSS –una de las crucificadas en la conferencia matutina– está a la vista, durante 26 años ha acompañado procesos de democratización del manejo forestal, de recuperación de la autonomía forestal para las comunidades. En la península de Yucatán, por ejemplo, las comunidades se defienden de la minería, del despojo de tierras, de los transgénicos, de la agroindustria rapaz –como las granjas porcícolas que contaminan cenotes– y de los impactos del Tren Maya. Las asociaciones como el CCMSS sólo acompañan esos esfuerzos de defensa, no los promueven ni conducen a la población en contra de nada. Pero más que defender, me corresponde solidarizarme con las OSC que fueron atacadas con todo el peso del Estado encarnado en el presidente y su vocero. Mi solidaridad y respeto por las personas que ponen el pecho en la defensa territorial.
Es gravísimo que el presidente exponga a quienes defienden el territorio, que ya de por sí viven bajo fuego. Sus huestes se irán con toda su fuerza a denostar, descalificar y acosar a las organizaciones. Incluso se pone en peligro la vida de sus integrantes. Hoy es sobre el mal llamado Tren Maya, mañana puede ser sobre cualquier otro tema que le incomode al titular del Ejecutivo.
Si hay comunidades que se oponen a un proyecto gubernamental se les debe escuchar y respetar su autodeterminación. Así sea sólo una comunidad la que se opone al tren, debe ser escuchada. No hay más que desprecio a las comunidades en decir que son manipuladas por grupos de la sociedad civil; en creer, además, que los pueblos indígenas actúan según el dinero que reciben.
He escrito antes columnas sobre los trenes neoliberales. Nunca en contra de los trenes sino de los procedimientos. El pensamiento no se puede comprar. El pensamiento de los pueblos, mucho menos. Acusar de intereses oscuros detrás de cualquier resistencia es violento y racista; hacerlo desde la tribuna presidencial es abuso de poder y una vil intentona por cambiar el reflector del centro de la resistencia. Si los pueblos y comunidades dicen “no” habrá siempre quien les acompañe para que su voz sea respetada.

La caminera

El golpe está dado: se descalifica la voz disidente, aunque sea absurdo afirmar que se recibe dinero desde 2006 para atacar al Tren Maya. Los incondicionales del presidente no entenderán razones pese a las evidencias. Lo demuestra el caso de Animal Político –otra de las “exhibidas”–, que ya hizo público el convenio de donativo y aun así será invalidado.