EL-SUR

Sábado 27 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

No son dinosaurios

Jorge Zepeda Patterson

Octubre 24, 2005

La foto del abrazo entre Montiel y Madrazo el jueves pasado ofrece una imagen fascinante y aterradora. Un hombre acusa a otro de haber destrozado su vida, capitula ante él y acto seguido le da un abrazo y le sonríe sin tapujos. ¿Profesionalismo, cinismo, o simple instinto de sobrevivencia? ¿De qué están hechos estos políticos?

La imagen es fascinante porque nos hace preguntarnos, no sin cierto morbo, si habrá algún límite a la degradación pública que un hombre está dispuesto a aceptar para mantener su patrimonio. Pero también es una imagen aterradora porque muestra que el instinto de sobrevivencia del PRI va mucho más allá de todo lo que habíamos anticipado.

Desde el año 2000, cuando pierde la silla presidencial, los analistas hemos estado anunciando la muerte del PRI. Se suponía que dependían del poder presidencial para existir. Históricamente el PRI nació con Elías Calles (1929-1933), quien articuló en un solo partido una gran constelación de caciques y grupos de poder regional. Desde entonces el presidente en funciones fue el eje sobre el cual giró la lógica del partido único y la garantía para su unidad. Cuando Fox sacó al PRI de Los Pinos había razones para creer que el partido se desgajaría en escisiones y sufriría una caída en picada entre el electorado. Pero no ha sido así. El PRI ha ganado 15 de las últimas 18 elecciones de gobernador y hoy por hoy es el partido con mayor peso en la vida nacional.

Lo que acaba de suceder en la contienda interna permite develar uno de los misterios que ayudan a explicar esa aparente inmortalidad del PRI. Veamos: Las razones para la declinación de Montiel son evidentes. Se dio cuenta de que seguir haciendo campaña lo expondría, día tras día, al acoso de una pregunta devastadora: ¿De dónde sacaron el dinero sus hijos? Montiel intentó primero convencer a la opinión pública de que él era objeto de un complot. Después enfiló baterías en contra de Madrazo, pero nada de eso pudo neutralizar la indignación por la exhibición de sus casas y depósitos millonarios. Es cierto que la factura del escándalo la estaban pagando ambos (la popularidad de Montiel descendió 13 puntos contra 12 de Madrazo), pero también es cierto que en el ánimo de la opinión pública seguía predominando el malestar por un enriquecimiento que no tiene nada de inexplicable. Frente a un fracaso electoral garantizado y las amenazas de lo que podría venir en materia de investigaciones fiscales y penales, Montiel cedió por completo.

Es un rumor a voces que el ex gobernador fue amenazado por los priistas de que no lo defenderían ante la previsible investigación que le espera. Se dice que Montiel negoció su renuncia a cambio de una candidatura plurinominal al senado, lo cual le proporcionaría el ansiado fuero. La tesis de que todo fue una maquinación orquestada para sacarlo de la contienda se fortalece por la presencia de Salinas a todo lo largo de este proceso. El hecho de que la información que hunde a Montiel procediese de fuentes bancarias y fiscales, y las confirmadas reuniones de Salinas con Paco Gil, secretario de Hacienda, dan fuerza a esa tesis. Justamente unos días antes del “destape” el ex presidente se reunió con Montiel para convencerle de declinar a favor de Madrazo. La negativa de Montiel habría desencadenado el “plan B”, es decir, su linchamiento.

En cualquier otra circunstancia esta “rudeza” en contra de un rival tan poderoso habría provocado una fractura histórica. Madrazo violó todos los códigos no escritos en su afán de deshacerse de Montiel. No podemos ignorar que prácticamente todos los políticos de alto nivel poseen fortunas “inexplicables”. Por ese motivo, no suelen tirarse acusaciones de este tipo unos a otros. Los gobernadores del Tucom y otros políticos que apoyaban a Montiel están indignados. En su escala de valores el bandido no es Montiel, sino Madrazo por exhibirlo. Todo el dinero invertido en montar una candidatura en contra de Madrazo fue un desperdicio absoluto. El gobierno de México gastó 126 millones de pesos en el 2005 para promover a su gobernador; adicionalmente Montiel gastó otros 40 millones en los últimos meses. También Enrique Jackson (61 millones), Enrique Martínez (38 millones) y Tomás Yarrington (22 millones) gastaron cantidades ingentes de dinero procedente de las arcas públicas y de los inversionistas que los apoyaron. En otras palabras, hay muchas personas encolerizadas por la manera en que concluyó todo ese esfuerzo.

Muchos creen que el PRI saldrá muy lastimado de este desaguisado. Pero a juzgar por su pasado, yo no estaría tan seguro. Desde luego que habrá un alto costo frente a la opinión pública. El PRI podría perder aún mayor credibilidad frente al electorado por esta serie de escándalos. Pero en cambio no creo que provoque algún tipo de fractura o divisionismos cuando llegue el momento de la recta final de la campaña presidencial. Montiel se ha plegado al mandato de Madrazo y el gobernador de Nuevo León, Natividad González, un declarado antimadracista, se ha apresurado a convocar a la unidad de partido.

Todo indica que el oportunismo y el instinto de supervivencia de los priístas impiden que cualquier convicción o consideración moral se atraviese en su camino. Eso asegura al partido una larga vida sin riesgos de escisión o fracturas.

Es falsa esa arraigada noción de comparar a los priístas con los dinosaurios. En efecto, son tan viejos como ellos, pero han mostrado mucha más capacidad de adaptación. No se advierte alguna posibilidad de que se encuentren camino a la extinción. Más que en dinosaurios, el futuro garantizado de los priístas lleva a pensar que serían, como las cucarachas, los únicos sobrevivientes de una hecatombe.

 

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