Lorenzo Meyer
Octubre 13, 2007
Roma. Para quienes habitan en las provincias de un imperio –en la actualidad, cualquier país excepto Estados Unidos– siempre
tiene sentido visitar la Roma de su tiempo. Para los que están siendo o pueden ser afectados por las decisiones y acciones de los
personajes e intereses que se encuentran en el centro de cualquier sistema imperial, es importante tratar de entender el quién, el
cómo y, sobre todo, el por qué de las decisiones y acciones. Ese conocimiento es útil para diseñar estrategias de defensa de los
intereses propios (si es que se sabe cuáles son). Y como hoy la naturaleza del sistema mundial de poder es realmente universal,
todo lo que sucede en su centro nos afecta.
Actualmente, Estados Unidos es el único país con capacidad de actuar militarmente en cualquier parte del planeta y que posee las
características que definen a una potencia imperial. Y es justamente por esto último que hoy está a discusión la naturaleza del
imperio, de sus fines y medios. Para sus ideólogos más agresivos, Estados Unidos debe jugar el papel de Marte en contraposición
con Europa, cuyo rol, por falta de voluntad y recursos, apenas equivale al de Venus. Para algunos, el instrumento principal del
liderazgo norteamericano debe de ser el “poder duro” –básicamente militar– en tanto que para otros, la base del imperio debe ser
el “poder suave”, ese que influye mediante el ejemplo, la negociación o la presión indirecta.
El siglo pasado ya es llamado “el siglo americano”. Desde la guerra hispano-americana pero especialmente a partir del final de la
I Guerra Mundial, las acciones e ideas generadas en Estados Unidos –políticas, científicas, religiosas, artísticas, filosóficas– han
tenido un impacto desproporcionado en el resto del mundo. Uno de esos conjuntos de supuestos con múltiples derivaciones, ha
sido el neoliberalismo, es decir, el esfuerzo de desmantelar al Estado intervencionista o benefactor en favor del mercado, pues a
éste se le supone el instrumento ideal para asignar de manera eficiente los recursos escasos de cualquier comunidad nacional o
mundial.
El neoliberalismo formuló su actual teoría al inicio de la segunda mitad del siglo pasado, pero sólo adquirió verdadera
importancia cuando el gobierno republicano de Ronald Reagan pudo colocarlo en el centro de la política norteamericana interna y
externa. Con el estrepitoso fracaso de la Unión Soviética y la transformación de China en un “socialismo de mercado”, el
neoliberalismo puso a la defensiva a cualquier alternativa. Sin embargo, es también en Estados Unidos donde se pueden
encontrar ya algunas de las posiciones y propuestas más críticas frente a los paradigmas económico y político dominantes.
Subcontratación. Un buen ejemplo de la tensión anterior es el debate en torno a los mercenarios. Una consecuencia del triunfo
del mercado es la práctica del outsourcing, es decir, de subcontratar muchas de las tareas que originalmente las empresas hacían
por sí mismas. En el extremo, este proceso puede llevar a que una organización sólo sea un conjunto de personas dedicadas a
administrar su red de proveedores de bienes y servicios. Esto puede suponer una conducta en extremo racional si se desea
maximizar los beneficios de una organización privada ¿pero que sucede cuando esa lógica se lleva, y muy lejos, al sector público
como está ocurriendo ya en algunas áreas del imperio norteamericano?
Cuando Milton Freedman, uno de los grandes teóricos del neoliberalismo propuso privatizar actividades que eran consideradas
quintaesencia del Estado, como el correo o el sistema carcelario, más de uno supuso que el famoso economista había ido
demasiado lejos en su utopía conservadora. Hoy las prisiones siguen siendo básicamente asunto del Estado –aunque ya no
enteramente–, pero la privatización del correo resultó todo un éxito.
Pues bien, tras el desastre político-militar que fue la aventura americana en Vietnam, Washington dejó de tener un ejército de
conscriptos. Para evitar que volvieran a surgir los problemas políticos que ocasionaba el obligar a muchos jóvenes a asumir
tareas peligrosas y no deseadas, confió sus nuevas misiones militares a un ejército puramente voluntario, donde el reclutamiento
se guía exclusivamente por la ley de la oferta y la demanda. Quienes toman el camino de las armas saben que en su futuro
pueden surgir nuevos Vietnam y que su gobierno no les va a hacer frente con conscriptos, pues eso equivaldría a abrir dos
frentes simultáneos: uno armado fuera y otro político dentro.
Hasta hoy, ese ejército profesional ha funcionado en Estados Unidos. A la aventura de invadir y controlar Irak –supuestamente un
proceso de largo plazo para democratizar, estabilizar y controlar al Medio Oriente y sus recursos petroleros– sólo han ido los que
ya habían decidido hacerlo. Sin embargo, en una economía como la norteamericana, donde hay amplias oportunidades para hacer
una carrera fuera de las fuerzas armadas, ya hay una escasez relativa de soldados. Por otro lado, el control de Irak se ha
convertido en una empresa mucho más complicada y larga de lo que originalmente se había supuesto.
Una respuesta a la escasez de tropas ha sido acudir al mercado y contratar aventureros mediante el moderno sistema del
outsourcing ciertas tareas armadas. Como el ejército ya llego a su límite en personal disponible, la tarea de proteger al personal
político y diplomático que Washington tiene en Bagdad, ha recaído en empresas privadas de seguridad que hoy tienen en ese país
a 50 mil “agentes privados”. La empresa más importante, Blackwater USA, fue creada por un antiguo Navy Seal –Erik Prince– que
es, a la vez, personaje cercano al gobierno de George W. Bush y que hoy cobra mil 222 dólares diarios por cada guardia que pone
sobre el terreno (son los personajes armados mas caros que tiene Estados Unidos) y hace negocio con Washington por el
equivalente a mil millones de dólares anuales.
Ya Maquiavelo había señalado que el príncipe que dependía de la mano armada comprada, podía terminar envuelto en problemas
serios. Y ahora Estados Unidos está comprobando lo acertado de la vieja tesis. En la prensa –básicamente la liberal– y en el
Congreso norteamericano pero también en el gobierno “amigo” de Irak, se ha cuestionado la calidad y la moral de los hombres de
Blackwater, que en varias ocasiones ya documentadas, y que quizá no sean todas, han abierto fuego de manera indiscriminada,
sin que existiera provocación y han dado muerte y herido a ciudadanos iraquíes –el 16 de septiembre pasado, por ejemplo,
mataron a 17 e hirieron a más. Como estos guardias operan en un vacío legal –y moral–, nadie ha sido procesado. Cuando uno de
los hombres de Blackwater, el ex soldado Andrew J. Moonen, bajo efectos del alcohol mató a un guardaespaldas del
vicepresidente de Irak, Adel Abdul Mahdi, lo único que sucedió es que la empresa pagó a la familia del asesinado 20 mil dolares y
en 36 horas sacó a Moonen del país y lo regresó a casa, en Seattle. Pero eso no es todo, Moonen fue de nuevo contratado –esta
vez por Combat Support Associates– y hasta agosto pasado trabajó en Kuwait para el Departamento de Defensa.
Conclusión. De lo expuesto, se pueden concluir algunas obviedades: que el mercado no puede ni debe sustituir las
responsabilidades centrales del Estado, que la subcontratación es muy cara y puede ser fuente de corrupción o que en todo
imperio desde la antigüedad hasta la actualidad, la vida y bienestar de los dominados –en este caso Irak– no tienen el mismo
valor que las vidas y bienestar de los dominadores.
Sin embargo, está también el otro lado de la moneda, el positivo. The New York Times y cierta televisión americana, han
investigado el caso de Blackwater USA y han criticado a fondo este tipo de abdicación de la responsabilidad gubernamental. Por
otra parte, en el Congreso federal han surgido voces como la del diputado Henry A. Waxman, que están exigiendo cuentas a las
agencias del gobierno que han subcontratado los servicios de seguridad –en particular al Departamento de Estado– así como a las
empresas del ramo, al punto que el señor Prince, de Blackwater USA, tuvo que comparecer ante los legisladores y ahora está a la
defensiva.
Y es aquí donde entra directamente el interés mexicano. Según Raymundo Riva Palacio, en el paquete que se está negociando de
supuesta ayuda norteamericana al “Plan México” para combatir al narcotráfico al estilo colombiano, puede llegar a estar
involucrada precisamente Blackwater USA (El Sur, 26 de septiembre). Y esta debería ser una razón más para que nuestro
Congreso se ponga a revisar, y a fondo, todo este proyecto.
* Por fallas de comunicación la Agenda Ciudadana no pudo publicarse el jueves, su día.