Federico Vite
Julio 04, 2023
No es casual que los escritores contemporáneos busquen el cobijo de alguna plataforma de streaming (otrora se soñaba con el cine) para que sus historias puedan ser vistas, apapachadas y bien capitalizadas por productores, directores, actores y un largo etcétera de gente cercana a los medios eminentemente visuales. No es casual tampoco que los escritores deseen ingresar a ese ecosistema porque las historias son mejor pagadas. Cuestión aparte del dinero, los autores que ahí llegan tienen la certeza de que serán famosos. Quizá eso motiva a más de un millón de amanuenses, a más de un millón también los debe obsesionar la idea de ser figuras públicas, casi como un youtuber o algo exigido por las masas, un instagramer; un booktuber, quizá.
La sostanza del male (Einaudi, Italia, 2016, 464 páginas), de Luca D’Andrea, es uno de esos libros que pone a la literatura en el mismo rasero que las series televisivas. Obviamente eso no es desdeñable. Grosso modo: Jeremiah Salinger y Mike McMellan se conocieron en la Escuela de Cine de Nueva York, el primero se especializó en hacer guiones y el segundo en dirección. Ante las pocas posibilidades de triunfar en la ficción, deciden dedicarse a los documentales. Realizan una serie informativa sobre las vivencias de los técnicos de algunos grupos musicales en las giras. Debido al insospechado éxito obtenido, la serie se prolonga durante tres temporadas. Salinger y McMellan son invitados a la proyección de un capítulo en la academia donde estudiaron. Salinger conoce a Annelise, una joven italiana, y entre ellos inicia una relación sentimental. Annelise alarga su estancia en Estados Unidos y pronto tienen una niña: Clara.
Al finalizar la serie de los técnicos musicales, Salinger entra en una fase de agotamiento creativo. Toda la familia se marcha al pueblo natal de ella: Siebenhoch, ubicado en el Tirol del Sur, conocido como Alto Adigio, muy cerca de los Alpes. Se alojan en una casa que tiene el padre de Annelise. Salinger idea entonces realizar otra serie documental sobre el servicio de socorro alpino. Puesto en contacto con su socio Mike, quien aprueba fervientemente la idea y viaja a Bolzano, Italia. Ponen en marcha el documental gracias a los contactos del suegro de Salinger. Cierto día, Salinger sustituye a Mike en el helicóptero y empieza a filmar. Los rescatistas asisten a una mujer que se encuentra herida en la grieta de un glaciar. Salinger baja al fondo de la grieta con el socorrista y ocurre una catástrofe. Un alud se lleva por delante el helicóptero, causando la muerte de todos sus ocupantes. Salinger la libra. Después de ese hecho, el protagonista se obsesiona con Siebenhoch, en especial, con Bletterbach, una profunda garganta creada por el río homónimo con numerosos afloramientos de fósiles en las paredes. Escucha también una historia que cambia el rumbo de la novela: en 1985 asesinan a Kurt Schaltzmann, Markus Baumgartner y su hermana Evi, en el Bletterbach. Los cadáveres fueron descubiertos horas después completamente mutilados y se presume, por la violencia con la que fueron ejecutadas las vejaciones, que no fue un ser humano el responsable de esa masacre. Se habla de una bestia. Treinta años después de esa masacre, Salinger se convierte en una especie de detective que dará con el responsable de esos hechos, pero antes de todo, quiere saber si la bestia es real o no. Nadie en el pueblo quiere hablar de ese hecho. A pesar de la creciente hostilidad que rodea a Salinger, se adentra cada vez más en la historia y descubre una veta aterradora del relato que lo conduce a la familia de su esposa.
D’Andrea domina por completo el ritmo, conoce muy bien a su protagonista y logra que el libro sea muy parecido a una de esas series que tanto se producen hoy en día en los servicios de streaming. Fusiona el relato de aventuras con el de detectives. El corazón del libro posee esta tesis: en un pueblo pequeño, la riqueza y la libertad están fuera, pero salir a consumar esos ideales es un milagro en el que se va la vida. Sumado al asesinato, a las historias sobre brujas condenadas que arrojaron a Bletterbach, sobre los asesinados y violadores que fueron condenados a ese foso milenario, un científico habla de un hecho destacable: “El Alto Adigio posee su propio microclima continental. En teoría, debería tener un clima continental. Dado que tiene ahí los Alpes, el clima debería ser alpino, ¿verdad? Error. Los Alpes protegen del viento del norte, los Alpes protegen de los influjos del Mediterráneo, pero los Alpes no determinan el clima de la región sino que crean uno diferente: un microclima (…) Crecen algunas variedades de plantas de ginkgo que en Europa se extinguieron hace cientos de años (…). En el Alto Adigio se han encontrado restos fósiles que se remontan a hace doscientos millones de años”. Literalmente habla de un parque jurásico y funciona ese hecho para darle a la novela un plus, no basta con la acción ni con el misterio de un detective resolviendo un crimen sino que el autor suma una cuota de criptozoología para alimentar el fogón del libro. Hablo de 464 páginas que por supuesto tienen virtudes y extravagancias, pero no se puede pedir más, es un texto para pasar el rato.
Obviamente lo que más destaca es el protagonista, D’Andrea lo transforma en todo, policía, detective, rescatista, guionistas, embaucador, entrevistador, esposo, padre, amigo; siempre requiere atención, le urge. No siempre es verosímil, pero sí debe aceptarse que está bien dibujado; incluso su humor, un poco patético, un poco insulso, es eficaz. También es cierto que le sobran páginas a este libro, que hay muchas escenas similares a las de una película de acción con happy end, pero a millones de lectores del mundo este tipo de historias le van como anillo al dedo. Este tipo de novelas ofrecen lo mismo que una serie de televisión o una película llena de efectos especiales. Pasan muchas cosas, aunque esas cosas sean las mismas que ocurren siempre en los blockbusters: obsesión laboral, misterio, lealtad entre hombres, cooperación y traición masculina, aunque finalmente, como en este caso, la dosis de ciencia ficción queda bien y resuelve toda la historia, de hecho, la hermana con el filme Jurassic Park (1993). Lo importante ahora es pensar que si uno escribe como D’Andrea (una suma esencial de El nombre de la rosa, de Umberto Eco; y Los ríos de color purpura, de Jean Christophe Grange. Dos libros con excelentes resultados en taquilla una vez que se convirtieron en películas. Aunque eso no pasó con La sostanza del male, por cierto) tendrá garantizado el ingreso al mundo audiovisual de manera inmediata. Y me parece bien, habrá otros autores, quizá más ambiciosos, que hagan de la literatura un asunto menos fofo. Este tipo de libros se parecen a la comida chatarra: ofrecen un exiguo placer que posterga ansiosamente la ingesta de nutrientes. Para pasar un buen rato, este libro es ideal, pero para aprender a encarar de otra forma los mismos temas, no, créame, hay mejores proposiciones. D’Andrea nos recuerda que el mercado exige mucho, devora.
* La sustancia del mal puede leerse también en castellano. La editorial Alfaguara la publicó en 2017. La traducción de Xavier González Rovira es buena.