EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Novelas monstruo

Federico Vite

Enero 10, 2017

(Segunda de dos partes)

Pero cómo le hizo Roberto Bolaño para crear una novela atractiva de más de mil páginas, ¿qué recursos utiliza para no agotar la curiosidad del lector? Bien, pues escogió una voz en tercera persona, distante a veces, incisiva en otras, para contar casi en su totalidad 2666. Esencialmente en “La parte de los crímenes”, donde reúne la mayoría de sus cualidades estilísticas, recurre a un narrador que enhebra cientos de cadáveres con las historias de los personajes esenciales de esta ambiciosa propuesta literaria, recientemente publicada por Alfaguara, pero con un largo tiraje en Anagrama desde más de 10 años.
Apuesta fuertemente por un tono noir, muta a un tono policiaco e incluso se permite los cambios a un relato amoroso, de igual forma matiza grandes boquetes de la trama con los recursos de un relato de viaje, pero por encima de esas variaciones tonales, se mantiene esa urdimbre de asesinatos femeninos, un temor por lo que pasa en las calles de Santa Teresa (Ciudad Juárez), ese aspecto otorga cohesión a los diversos apartados de la novela y permite agrandar el mecanismo que dispara los arcos argumentales por varios rumbos, varias rutas, voces y ámbitos. Trabaja variaciones de los subgéneros, una línea que bordea todos esos tópicos que los críticos literarios consideran obras menores, comida chatarra para el lector culto.
Si dibujamos la forma en la que ingresan los personajes al plano narrativo de 2666¸ apreciable lector, descubriremos que básicamente entran avanzando circularmente, como si Santa Teresa fuera el centro de gravedad y los personajes orbitaran de cara a ese sol negro, el núcleo, insisto, del relato.
Todo el constructo de la novela, ya lo había comentado, traza puentes entre los distintos apartados del libro para llegar a este sitio, Santa Teresa, y ya instalados ahí los personajes sondean, como si la fuerza de atracción fuera inevitable, el mito del asesino serial de mujeres. Toman perspectivas distintas para ofrecer una visión panorámica de lo que ocurre y de cómo repercuten los hechos del multihomicida en otros rubros, como los congresos literarios, por ejemplo.
Otro de los aspectos que llaman la atención de la novela es que aparte de la creación de personajes,
Bolaño se apoyó en personas, como el reportero Sergio González Rodríguez, para afianzar el factor de verosimilitud en las pesquisas por Santa Teresa. Da cuenta de las andanzas de este investigador, escritor y crítico literario. Detalla hechos que el mismo González Rodríguez comenta en la novela La pandilla cósmica y en la plausible investigación periodística Huesos en el desierto; pero en 2666 ese ‘personaje’ anuda aspectos de la trama que parecieran una casualidad, pero recordemos, no hay casualidades en las novelas bien hechas.
El autor se apropia de las historias para mostrar, desde diversos ángulos, una certeza que blande como argumento Sergio González en Huesos en el desierto: una maquinaria multihomicida y tan eficaz sólo puede existir con la anuencia del Estado. Sin duda alguna, Bolaño utiliza a la perfección estos hechos de hacer creíble, en el plano narrativo, lo verdadero e irrefutable en la realidad de Ciudad Juárez. El autor agranda las líneas de acción para que el lector se sienta, ¿cómo no con semejante tema?, interesado en cada una de las piezas del rompecabezas.
Pero esencialmente, enfoquémonos en “La parte de los crímenes”. Es una fracción de la novela que abarca 350 páginas, está plagada de cadáveres. Bolaño logra indignar al lector, asquearlo mediante la constante aparición de cuerpos lacerados y, ante cada muerta reciente, describe cómo sufrieron esas mujeres antes de ser asfixiadas, quemadas, apuñaladas, ahogadas, apedreadas, enterradas, violadas, golpeadas, sodomizadas, olvidadas. En 350 páginas elabora un relato de corte policiaco con una asombrosa carga de denuncia, deja muy en claro que Santa Teresa es un cementerio, pero nunca lo menciona, ni de paso siquiera, y eso agranda la fuerza del señalamiento político. El lector nota que las osamentas pueblan ese sitio con calles oscuras, casi como un hoyo, dice Bolaño, en voz de Óscar Fate, quien camina la geografía del norte del país y se contagia del miedo.
Bolaño también se apropia de las descripciones forenses de las mujeres que han ido apareciendo en el desierto; usa la terminología médica, de manera repetitiva, para generar un ritmo específico: agranda los rangos mórbidos de la novela con la violenta presencia de la muerte. Por la manera en que dispone del recurso (descripción forense de apariencia repetitiva), se nota que leyó a detalle a González Rodríguez, quien utiliza de igual forma la terminología forense para dotar de ritmo el corpus literario de Huesos en el desierto, un documento que le ofrece mucho a 2666, sobre todo en el apartado de Óscar Fate y, obviamente, el de los crímenes.
El autor toma a las muertas para mostrar las apetencias físicas de quien desde hace años sale a cazar en Ciudad Juárez. Fusiona la terrible realidad de este contexto mexicano, violento y machista, con la biografía de los personajes que inician el movimiento de rotación hacia el núcleo, donde todos, de alguna u otra manera, colapsan: Amalfitano y su hija, Óscar Fate, los críticos europeos –Pelletier, Espinoza, Norton–, y el romático Archimboldi.
Bolaño nos hace sentir la vorágine de ese sitio, porque allí tienen lugar atrocidades que configuran un impresionante telón de fondo y en ellos, refiere un personaje de la novela, “se esconde el secreto del mundo, es el centro del culto”. La fecha 2666 es el punto de fuga en el que se encumbra la clave de todo el asunto. Cuando llegue esa fecha, indicada por María Auxiliadora en Los detectives salvajes, lograremos entender por qué ocurren las atrocidades, por qué hay sitios que terminan siendo un enorme cementerio, ciudades que intentando olvidar lo cruento de su historia terminaron olvidándolo todo: los abusos policiales, las vejaciones, la violencia, las cárceles, la frialdad de los manicomios; las maquiladoras, los salarios miserables, los extensos horarios de trabajo, el dolo, el odio, la muerte, especialmente la muerte.
A menudo se confunde el modelo de novela río con el de saga literaria. La diferencia principal está en que las sagas no necesariamente mantienen cohesión argumental, hay algunas de 40 novelas, por ejemplo, pero eso no es una continuación temática sino que plantean arcos argumentales totalmente distintos, pero dentro de un mismo universo autoral; la novela río cuenta la misma historia, en el mismo mundo, planteada en uno, o en varios volúmenes, tal es el caso en el caso de 2666. Que tengan un sano martes.