EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Nueva falla

Raymundo Riva Palacio

Febrero 07, 2005

 

 

El sábado fue un día de temores y escalofríos. La Procuraduría General de la República confirmó que uno de los responsables de las giras del presidente Vicente Fox en Los Pinos le estaba suministrando información sensitiva a un cártel de narcotraficantes que, presume el gobierno, pensaban atentar contra el mandatario. Mientras, en Acapulco, en vísperas de unas competidas elecciones para gobernador, en sólo una hora se realizaron tres atentados contra instalaciones policíacas donde murieron cuatro personas, enturbiando aún más el clima electoral en la entidad. Los incidentes no están relacionados en sí, pero tienen una conexión directa en lo que se refiere a la seguridad del Estado mexicano que se muestra permanentemente desafiada.

No hay todavía información clara sobre el origen de ambos incidentes, y probablemente nunca la habrá para consumo público. Sin embargo, sí se puede encontrar al responsable principal, dentro del gobierno federal, por el hecho que fenómenos como la lucha contra el narcotráfico y las altas temperaturas políticas en Guerrero, hayan derivado en tan graves momentos. Se trata del Cisen, el servicio de inteligencia civil del gobierno mexicano, que depende de la Secretaría de Gobernación. Lo dirige Eduardo Medina Mora, que hasta antes de incorporarse al gobierno de Fox era responsable de la seguridad en un banco, y que llegó al Cisen gracias a su amigo Santiago Creel, que actualmente está encargado del despacho en Bucareli.

El hecho de que los dos sean un pleonasmo de incompetencia en materia de seguridad del Estado, no significa que sean culpables de los incidentes. El ser responsables los exime de denuncia penal alguna, pero no los deslinda como funcionarios públicos. A Creel por haber colocado en ese cargo a una persona que no estaba capacitada para ello; a Medina Mora porque su trabajo al frente del Cisen ha sido sistemáticamente deficiente. El Cisen, como institución, es responsable de las tareas de inteligencia y contrainteligencia. Inteligencia, que es recoger información, analizarla y procesarla para presentarla a quienes toman decisiones, hacen relativamente poca. La función en la cual se encuentra más involucrado es el de la contrainteligencia, que es identificar, penetrar y neutralizar las actividades de los enemigos de un país que buscan atentar contra los intereses nacionales, los valores y los objetivos y, además, infiltrar esos grupos para neutralizarlos.

Si se entiende a través de las definiciones el papel que juega el Cisen, se puede apreciar lo mucho que ha dejado que desear ese órgano clave para la seguridad del gobierno y de sus gobernados. En el caso del ex funcionario de Los Pinos, se sabe que no fue el Cisen, sino la PGR y el Ejército, quienes descubrieron que trabajaba para narcotraficantes. El Cisen, que se enteró a destiempo, debería de tener una vigilancia permanente sobre todos los funcionarios en áreas de responsabilidad, pero, sobretodo, sobre aquellos que trabajan en Los Pinos, máxime si manejan información que pudiera afectar la seguridad del Presidente. Ya en el pasado reciente fallaron en diagnosticar la beligerancia de ex braceros que tomaron por asalto, aunque pacífico, el rancho donde vive la madre y la hermana del Presidente, y volvieron a cometer el mismo error durante una gira a Ciudad Juárez, donde el vehículo de Fox fue atacado y zarandeado por indignados ciudadanos.

Fox corrió con suerte, pues ni los ex braceros ni los juarenses iban con el objetivo de lastimarlo. Pero no se puede hablar lo mismo de los narcos, que están librando una doble guerra, contra los otros cárteles mismos y contra el Estado mexicano. En la coyuntura actual, la seguridad presidencial –lo indica el sentido común—, tendría que haberse reforzado. Pero más que aquello que fuera visible, el enorme cuidado con todo aquello que pudiera proporcionar a un enemigo información que permitiera dañarlo. Es inaceptable que el Cisen no desplegara la contrainteligencia en la casa presidencial, mediante la cual supiera con verdad científica quiénes son los que ahí trabajan, cómo viven, qué les gusta, qué comen, qué respiran, qué hacen en sus tiempos libres y, antes que nada, qué tipo de relaciones oscuras mantienen fuera de su trabajo. El trabajo metódico le hubiera permitido al Cisen detectar y neutralizar al funcionario vendido a los narcos. Pero no sucedió así.

En Guerrero, donde los candidatos del PRI y del PRD se encontraban en empate técnico para la elección en ese estado históricamente violento, tres ataques a instalaciones policiales en Acapulco, el destino turístico mexicano más famoso en el mundo, se convirtieron en el preámbulo indeseable de los comicios. Responsables imaginarios hay muchos: los priístas duros que sentían que iban a perder la elección, los perredistas para culpar de violencia a los priístas, una tercera fuerza buscando descarrillar el proceso, la guerrilla que tiene en Guerrero su principal bastión que rechaza todo tipo de cambio de poder por la vía de las urnas. Será importante encontrar el origen de los atentados, pero nuevamente el Cisen perdió la brújula. Con el termómetro mostrando que el agua hervía, la tarea política que le correspondía era, sobre la base de la información recopilada, mostrar a las autoridades los riesgos que se corrían para que estas, a su vez, hablaran con los partidos y las campañas para dibujarles el escenario que se avecinaba. Si en ellos estaban los conspiradores, se les podría haber neutralizado y evitado los ataques; si era una tercera fuerza, alertarlos y utilizar a la seguridad pública federal para atajar a los responsables antes de que mataran a cuatro personas, como sucedió el sábado. Una vez más, eso no sucedió.

Por alguna razón, eso ya no sorprende. El Cisen perdió capacidad de inteligencia desde que llegó Medina Mora, quien confundiendo una nación con una empresa, despidió a más de mil agentes y funcionarios. El resultado ha sido catastrófico: cuando los atentados terroristas en Estados Unidos, la información que aportó México a Washington era la misma que la CIA le había dado al gobierno de Ernesto Zedillo; cuando la guerrilla reapareció estruendosamente, tenían dos años de no actualizar su información sobre ella.

No obstante, decir que por estas enormes pifias el Cisen debería de desaparecer, sería un error mayor. El problema no es la institución, que de hecho es sumamente necesaria, sino quien la dirige. Pedir que el presidente Fox cese a Medina Mora por incompetente y poner en riesgo la seguridad del Estado que debería de estar protegiendo, es ocioso inclusive pensarlo. Eso no va a suceder. Lo que sí tendría que pasar es que los legisladores llamen a cuentas al director del Cisen y que reduzcan los márgenes de impunidad en que se ha manejado, que por una falta de contrapeso real, favorece de alguna manera que inexpertos y oportunistas jueguen con la vida del Presidente y la seguridad de los mexicanos.

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